La Unión de Sur-América y las relaciones internacionales

                6° Ningún Estado que esté en guerra con otro debe permitirse el uso de hostilidades que imposibiliten la recíproca confianza en la paz futura; tales son, por ejemplo, el empleo en el Estado enemigo de asesinos (Percussores), envenenadores, (venefici), el quebrantamiento de capitulaciones, la excitación a la traición, etc.

(Kant, 1998, pág. 219) 
 

      ¿Por qué el movimiento de lo humano hacia la ley? Esta clave filosófica, el preguntarse por el motor que mueve a los seres humanos, si es que se entiende el término, a funcionar con leyes y acuerdos, puede elevar tanto el vuelo, que terminemos entendiendo a la ley como lo fundamental y a la acción humana como un derivado de esta. Un simple intercambio del esquema de causas y efectos, que conlleva a una tremenda violencia sobre lo real y su comprensión. De todas maneras rosas, pongamos en claro la tesis central de este pequeño escrito: La fuerza del acuerdo, la contundencia de la ley, la vida inmortal sobre la que se proyectan las formas como línea perimetral de la acción humana, son consecuencia inmediata de la acción política y de la conciencia de clase de esta acción. No debe haber confusión.

      Un cuento al margen. Caminando con un profesor del Programa de Estudios Políticos y Gobierno de la UBV, amigo mío, discutimos sobre el vuelco, a mi parecer, que nuestro presidente da a las relaciones internacionales con su actuación enmarcada en la crisis boliviana. En ese corto camino hacia la universidad, él plantea la imposibilidad de innovar, de volcar, o de generar cambios que comprometan la estructura de tales formas de relación. Desde esa perspectiva, Chávez está al margen, se sale del juego; desde mi perspectiva, entendida en dos momentos: 1) Movimiento del presente, Chávez incorpora elementos originales al juego, innova respuestas desde una lectura acertada del momento político; 2) Movimiento de lo histórico, se conectan las acciones en función de una integración latinoamericana esencialmente bolivariana; en la articulación de ambas perspectivas se hace presente un sorprendente hito en la línea de la reivindicación de la dignidad latinoamericana. Los doce países que conforman UNASUR logran un acuerdo unánime que nada tiene que ver con la acostumbrada forma de actuar de los gobiernos “subalternos” ante el gigante enfermo del norte.

      Es necesario detenernos y aclarar las palabras anteriores, pulirlas como espadas. La coyuntura de donde surgen las reflexiones sobre la rigidez o flexibilidad de las relaciones internacionales, no tienen su respuesta en la misma forma de ser planteadas estas, es decir, el discurso normativo no es fundamento de sí mismo. En otras palabras, la concreción de tal coyuntura involucra la previa existencia de factores de confrontación política a nivel mundial, las cuales determinan la vigencia o no de formas que rigen lo humano. Las relaciones internacionales son un producto histórico, un producto no definitivo, cambiante y dependiente de los antagonismos históricos.

      Se maneja ligeramente la idea de las relaciones internacionales como derivadas de la problemática generada a finales de la Primera Guerra Mundial, donde se planteó la necesidad de desarrollar formas de interacción entre estados en función de evitar situaciones de conflicto. Más abstracto imposible. El problema podría ser el mismo planteado en el ámbito del conflicto entre teoría y práctica, sin embargo, tal enfoque, considero, es igual de equivocado. Pareciera entonces plantearse a nivel de política internacional lo mismo que se pretende a nivel de política local, es decir, la acción política como forma de evitar el conflicto, dejando de lado la posibilidad de entender el espacio de la política, tanto internacional como local, como la acción humana con conciencia de clase, acción concreta, que en este momento histórico, es conflictiva.

      Debe entonces desarrollarse una visión de las relaciones internacionales que parta de la realidad conflictiva actual, que se perfile en función de un mundo unipolar y en defensa de las identidades propias puestas en peligro por la hegemonía del norte, que establezca serios canales de dignidad y de respeto e incorpore a las formas a adecuarse a los espacios de lucha y no al contrario, que deje atrás el esquema hegemónico apoyado en la OEA, la OTAN, ONU, entre otras organizaciones de dominio. Debe a la par desarrollarse un campo de estudio de las relaciones internacionales dirigida hacia la reivindicación, de mutua protección ante las potencias que conforman el marco del imperio norteamericano, que establezca canales de apoyo en contra de las agresiones de las soberanías. Hay teóricos que pretenden hacer creer que la reflexión sobre las relaciones internacionales surge de la curiosidad del “hombre” sobre la relación de los estados a la salida de las guerras napoleónicas, donde el “hombre” –seguramente el infalible hombre europeo- comienza a entenderse como parte activa y transformadora de tales relaciones.

      Lo que muy pocos han hecho es conectar la emergencia del estudio y la tendencia a la formalización de las relaciones internacionales, con el escenario creado al final de las variadas expansiones europeas. Parece descabellado pensar en una forma de desarrollar las relaciones internacionales desde nuestra visión bolivariana de integración, totalmente diferente de la visión hegemónica de las potencias del norte, pero es necesario saber que las corrientes de acción soberanas y emancipadoras de nuestros pueblos no pueden ser concebidas en los esquemas normativos creados al final de la primera guerra mundial, pensados en función de la cacería anticomunista y comprometida con intereses de saqueo y despojo. Nuestra emancipación como pueblo es el principal motor de una nueva visión en las relaciones internacionales.

      Toda esa acción, dirigida al conflicto que produce la irrupción de un modo de concebir al mundo desde la autodeterminación real de los pueblos, no puede sino generar fuerte conmoción en lo establecido históricamente como el pensamiento absoluto. Pensadores como Maquiavelo, Kant, Locke, entre otros, fueron consecuentes con sus momentos políticos, con sus intereses y compromisos de clase, llega la hora de nuevas reflexiones, de nuevas acciones que generen nuevos conflictos, la hora de leer la historia desde la conciencia, la hora de acompañar con el estudio disciplinado y profundo a la acción latinoamericana en búsqueda del respeto y consideración que le otorga su digna existencia. 

Patria Latinoamericana, Socialismo o Muerte . . . ¡Venceremos! 

BIBLIOGRAFÍA 

Kant. (1998). La Paz Perpetua. México: Porrúa. 
 
 
 
 


*Profesor UBV

proyectsucre@yahoo.es 

Estudios Políticos y Gobierno



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