Lo urgente
No puede haber Transición Socialista sin la participación activa y constituyente de los que viven únicamente de su trabajo. La base social del proceso podrá equivocarse y volver a equivocarse millones de veces, pero no habrá redención social si los propios explotados y excluidos por la lógica del capital no construyen su libertad y soberanía apropiándose y direccionando el Trabajo. En un principio, con vanguardias y direcciones arriba que acompañen el ejercicio de gobernabilidad desde abajo, moviendo lo que mueven diariamente sobre la base del plan que ellos mismos discutan democráticamente. Haciendo lo que hicimos junto al liderazgo de Chávez y que constituye una deuda con el proceso:
En 1999 realizamos una experiencia que produjo una Revolución en el Régimen, quedó pendiente en medio de esa dinámica Activar la Asamblea Constituyente de los Trabajadores y las Trabajadoras para construir sobre la base de la más amplia democracia, participación y protagonismo la gobernabilidad clasista en las fábricas y en los centros de trabajo. Una tarea pospuesta, que sigue siendo urgente como nunca y que amerita confianza en el Pueblo Trabajador para ir a un Gran Debate Constituyente que permita echar las bases de un Nuevo Régimen Productivo, que empalme con las claves del proceso revolucionario, la actual CRBV, la nueva LOTTT y de cuya orientación debe surgir un Plan Nacional de Producción y Desarrollo Sustentable por Ramas de Industrias y de Servicios en todas las empresas públicas y privadas y en todos los sectores de la Administración Pública del país. Un Debate Constituyente para Unificar y Refundar la Organización de la Clase Trabajadora, para que se den sus propios organismos de direccionalidad política y redefinan su papel como clase en las tareas de la Transición Revolucionaria.
I
¡Hacia un Gobierno del Trabajo contra el Capital!
Si bien es cierto que el proceso revolucionario y el propio Chávez tensionó esta contradicción (Trabajo vs. Capital) marcando un contraste a favor del Trabajo con relación a cualquier otro gobierno del mundo, esa tensión no ha sido uniforme, consecuente y constante en la acción conjunta de gobierno. Más bien ha sido epiléptica y marcada por los ritmos de confrontación, picos altos de avance cuando el látigo de la contrarrevolución aprieta y picos bajos de conservadurismo ante la falta de un cambio de rumbo político más radical que empalme con el discurso anticapitalista y socialista.
Convencernos de la necesidad de un viraje estratégico nos conduciría a soldar en la base social explotada del proceso la irreductible opción por el Trabajo, es decir, un cambio radical que requiere del acompañamiento del gobierno, en especial del Presidente Maduro, quien fue fundador del Frente Constituyente de los Trabajadores, para delegar y desencadenar el protagonismo real, decisorio y transformador de la base trabajadora del país.
Más de dos terceras partes del registro electoral del país viven únicamente de su trabajo en la ciudad, el campo, el rio y el mar, estamos hablando de familias obreras, de empleados, indígenas, campesinas y de pescadores que perciben salarios y sueldos del sector público y el privado, además de los que laboran en la economía informal y que han sido incluidos para ser amparados jurídicamente en varios subsistemas de un sistema de seguridad social que no terminamos de implantar. Estamos refiriéndonos a más de 12 millones de trabajadores y trabajadoras que pueden ser impactados favorable y progresivamente con la nueva LOTTT: una población activa que no incluye a los jubilados y pensionados del país, quienes se han convertido en unos agitadores conscientes a favor del proceso bolivariano, ni a la gran mayoría de estudiantes con edad de votar que son hijos de familias trabajadoras, como tampoco a las madres solteras hoy remuneradas y quienes constituyen una parte importante de ese trabajo invisible y no valorado por la lógica explotadora del capital.
Como se puede ver, tenemos una base social en la clase que suma una inmensa mayoría del registro electoral permanente (REP) para un Gobierno del Trabajo, agreguémosle un gobierno con una direccionalidad política clasista a favor de la Lógica del Trabajo que desate el protagonismo constituyente del Pueblo Trabajador y tendremos el piso mínimo para terminar de resolvernos para recorrer las tareas de la Transición Socialista.
Veamos y acudamos a István Mészáros quien ha sido un crítico y estudioso de las experiencias socialistas y precisemos qué intentamos decir:
“Esta irreversibilidad (del proceso de transformación revolucionario) debe ser sostenida por la población,… y la manera de hacerlo es transferirle el control de la toma de decisiones”, destacó.
Apuntó que la toma de decisiones tiene una importancia fundamental porque afecta la vida de las personas, y son ellas las que deben ser responsables de efectuar la transformación y “aceptar la responsabilidad que ello implica”.
El profesor Emérito en la Universidad de Sussex dijo que en cualquier empresa capitalista las decisiones se toman en los niveles más altos y muchas veces de manera destructiva, mientras que los trabajadores sólo pueden obedecer.
Destacó que también en el sistema soviético la gente se vio excluida en la planificación. “Ningún orden mundial puede sostenerse sin un proceso de planificación racional y con un proceso en el que se ejecute lo planificado, sin el consentimiento de la gente, eso le faltaba al sistema soviético”. No obstante, como solución Mészáros propone que “el poder de la toma de decisiones lo debe ejercer el pueblo, y sea el pueblo quien asuma la responsabilidad”. (9 noviembre, 2010 por www.colarebo.org)
Atendiendo a lo que dice Mészáros, tenemos un problema de democracia en la “toma de decisiones” con relación y oposición a la democracia del capital o burguesa.
Una democracia de carácter anticapitalista y socialista, refrendaria y constituyente solo es posible con el debate y poder decisorio de los explotados. No basta ser el 99% contra ese 1% que representa a los banqueros y empresarios. De hecho, aquí no hay 6 millones de burgueses y esto significa que tenemos problemas graves y muchas responsabilidades en la orientación y conducción política: sepamos que es un hecho contranatura que una parte de los trabajadores y sectores explotados vote u oriente su opción a favor del Capital y hacia un candidato burgués: quien representa su histórico verdugo y opositor de clase.
Lo anterior indica que estamos metidos en una contradicción de vida o muerte para el proceso que hay que resolver de manera urgente e inmediata. Objetivamente, se ha venido perdiendo la direccionalidad que evidenció y marcó el pueblo en el año 1989: la disposición de cambio. Este valioso insumo, síntesis de experiencias históricas de luchas, se hizo Revolución en la Cabeza del Pueblo cuando se instaló de manera generalizada en la mayoría de la población: fue lo que Chávez llamó Huracán Revolucionario. De allí venimos, de la Doble Delegatura de Poder: primero el Pueblo en Chávez y después la excepcional e inédita delegación de Chávez en el Poder Originario, en el Soberano como factor clave y Sujeto Constituyente de la transformación de la sociedad.
Nos toca ver atrás y amarrar lo mejor de la experiencia transcurrida. Volver a ver la película de nuestro proceso revolucionario nos ayudaría a animar y avivar, conscientemente, ese fino olfato y disposición política que hemos visto en el pueblo en momentos excepcionales. Un accionar que ha actuado como factor natural de poder para mantener y hacer avanzar el proceso y al que hay que restituirle aquel ejercicio de debate y decisión colectiva activado en momentos de contingencia y que estamos obligados en convertirlo en un ejercicio constituyente rutinario y permanente.
Avanzar hacia un gobierno donde prevalezca la Lógica del Trabajo, que recorra la Transición Socialista, no es posible sin Delegación de Poder Constituyente en la Clase: en los que viven únicamente de su trabajo. Y esto requiere de un cambio estratégico de rumbo, de una decisión política trascendente de parte del Gobierno, de los hombres y mujeres con cargos de dirección en las Instituciones del Estado y que Chávez autocríticamente orientó en su último gabinete ministerial y donde planteó la necesidad de un “Golpe de Timón”. Una señal en este sentido es impulsar y anunciar ya la abortada tarea de retomar y avanzar en la Constituyente del Pueblo Trabajador con el objetivo de Refundar y Unificar a la Clase Trabajadora sobre nuevas bases programáticas y metodológicas dirigidas a fabricar la nueva institucionalidad, el nuevo modelo productivo, el plan nacional de producción y un nuevo modelo sindical revolucionario y verdaderamente internacionalista… la Nueva Cultura del Trabajo.
Valga recordar que la gran mayoría de los dirigentes de la nueva Central Socialista de Trabajadores y de la Unión Nacional de Trabajadores venimos de los desaparecidos Frentes Constituyentes de Trabajadores, una experiencia organizativa donde estuvo el Presidente Nicolás Maduro, que se conformó como alternativa al viejo sindicalismo de la CTV y que pretendía, a través de una Asamblea Constituyente del Trabajo, refundar sobre nuevas bases el movimiento sindical y organizativo de la clase con el fin de empalmar y superar los avances conquistados en la nueva Constitución refrendada por el pueblo en el año 1999.
Intencionalmente, estamos paseándonos por parte de las claves revolucionarias conquistadas por el Pueblo Bolivariano porque aspiramos sacudir el conservadurismo y la postración política de quienes se han convertido en una traba y obstáculo en el camino de la transformación revolucionaria. Porque todavía hay suficiente disposición de cambio en el pueblo civil y uniformado, síntesis de multitud bolivariana para hacer Revolución. De hecho, eso es lo que estamos planteando cuando nos inclinamos por un Gobierno del Trabajo: algo imposible de hacer sin el concurso decisorio de los que viven únicamente de su trabajo, base social del aún abierto proceso revolucionario.
II
Por una Plataforma Unitaria de los Trabajadores para Avanzar hacia una Asamblea Constituyente de la Clase Trabajadora
Una precisión introductoria
Partimos de la existencia de contradicciones e incongruencias que debilitan el proceso revolucionario venezolano. Una de las importantes es el hecho de que los factores de dirección y vanguardia de este proceso no terminamos de sintetizar un plan para empalmar y potencializar a fondo la inmensa disposición de cambio y voluntad movilizadora de un pueblo ganado para transformarlo todo.
Nuestro proceso, como decía Chávez, no tiene futuro en el marco del capitalismo. Pero, no hay alternativa socialista sin una inteligencia orgánica colectiva que produzca una direccionalidad política que sirva para armar la arquitectura de los cambios y desmontar toda la imperante lógica del capital: ahora como nunca antes de carácter delictual, estafadora y montada en un descomunal aparato ideológico que se apoya en la farsa de poderosos medios de comunicación al servicio de la especulación legalizada y la acumulación privada de capital en todos los rincones del planeta.
Construir esa inteligencia orgánica, además de ser un hecho colectivo, sabemos que es una tarea compleja que requiere del acompañamiento permanente e inapelable de las vanguardias del proceso que reflejen la disposición de cambio del pueblo. La crisis global del capitalismo nos obliga a adelantarnos ante situaciones de contingencias provocadas por la misma crisis del capitalismo imperialista y a revertir el desgaste que produce un estado capitalista, que no hemos podido desmontar y que genera contradicciones morales y políticas que se expresan en niveles de corrupción y burocratismo.
Para ello, es decisivo un cambio de rumbo en el gobierno y un fortalecimiento revolucionario del proceso y que solo es posible, si podemos activar con derechos decisorios el sujeto constituyente que lleve a cabo los objetivos de la transición revolucionaria dirigidas a echar las bases, construir las estructuras y todos los entramados de la nueva institucionalidad. Hoy eso pasa, principalmente, por superar un déficit esencial de este proceso: la inexistencia de instancias unitarias de los trabajadores, de los campesinos, movimientos populares e indígenas que permitan garantizar la propia defensa y profundización real del proceso.
La necesidad de desplegar la potencialidad protagónica de los trabajadores y las trabajadoras
El proceso revolucionario en estas dos últimas décadas profundizó la lucha de clases y cualificó la participación mayoritaria del pueblo a través de un bloque social de los sectores más explotados bajo la conducción delegada en el Presidente Chávez. Él identificó esta cohesión de voluntades, de pueblo civil y uniformado, como Pueblo Bolivariano. Un factor principalísimo de esta unidad son los trabajadores debido a la imposibilidad de futuro que tiene el mundo del Trabajo en medio de la actual y aguda crisis del Capital.
Hacemos énfasis en este sector social por la importancia que adquiere como sujeto transformador en las tareas de la transición revolucionaria y debido a la falta de una política clasista dirigida a aprovechar su potencialidad y a resolver su dispersión. Valga, entonces, recordar que el momento de más participación y protagonismo de la clase, en cuanto al debate del proyecto país, se dio en el marco del Proceso Constituyente: antes, en y después de aprobada en Referendo la nueva Constitución de 1999.
En medio de la dinámica hacia la nueva Constitución de la República Bolivariana de Venezuela nacía también el Frente Constituyente de los Trabajadores. Este expresaba una política en toda la línea de efervescencia protagónica que apuntaba a cambiarlo todo. La confrontación y el debate político en aquel momento animaban a las vanguardias de los trabajadores, en su mayoría de base, a actuar como clase y a prepararse para construir algo nuevo en cuanto a organización y proyecto político.
Esa dinámica social actuaba como un catalizador que invitaba a adecuarse a los debates y conquistas logradas en la nueva Constitución. En paralelo, la propuesta de Asamblea Constituyente de Trabajadores surgió como un martillo que se preparaba para demoler la vieja y degenerada institucionalidad expresada en la cúpula de la CTV. Si hubo un momento de retroceso importante en el proceso, fue el descabezamiento de esta propuesta y que ahora se convierte en un problema de vida o muerte retomarla.
La tarea natural de acompañar como clase organizada y sobre un nuevo modelo organizativo el proceso revolucionario en curso, fue truncado por factores del viejo poder, infiltrados en el gobierno. Una franja, donde una parte aún pervive en el chavismo y otra se ha decantado a la derecha, en alianza con los escuálidos golpistas de entonces y que claramente estaban convencidos de sabotear una experiencia esencial para la revolución.
Aquella maniobra se concretó y nos llevaron primeramente a la cueva de un sindicalismo anquilosado y esclerótico como lo fue el de ir a unas elecciones improvisadas en la CTV. Así se distorsionó y abortó, a través de esas elecciones fraudulentas, el avance revolucionario de una Asamblea Constituyente de Trabajadores que desplegara la novel potencialidad protagónica de las bases trabajadoras y que apuntaba a refundar el movimiento obrero sobre los nuevos cimientos que indicaban las claves del proceso.
De esa manera se liquidó la posibilidad de debatir, amplia y multitudinariamente, la construcción de un nuevo modelo sindical que se erigiera sobre los métodos democráticos conquistados en el proceso y la posibilidad de que la clase actuara más políticamente de cara los retos que nos planteaba los cambios que se venían produciendo al calor de la confrontación contra lo viejo.
Como resultado de lo anterior, el sindicalismo bolivariano, que brotó generalizadamente en el ámbito laboral del país y en confrontación con el sindicalismo de las cúpulas cetevistas, nació sin proyecto ni métodos nuevos. Aterrizó en más de lo mismo que combatíamos y contribuyó a la profundización de la dispersión en la clase.
Posteriormente, el látigo de la contrarrevolución hizo entrar en escena por primera vez a la clase comprometida con el proceso de manera articulada: a los trabajadores bolivarianos. Ello ocurrió en medio de la retoma del 13-A-2002 y durante el paro petrolero que desencadenó la derecha en ese mismo año. Todos los sindicatos bolivarianos fundados en casi dos años de confrontación contra el sindicalismo cetevista, fueron parte de la defensa del proceso y de la industria petrolera, y una vez derrotada la conspiración, quedó un saldo orgánico importantísimo en un acuerdo unitario de corrientes y direcciones sindicales surge una nueva central: la UNETE.
Esa central fue un avance descomunal, pero su dirección se desacopló de la situación revolucionaria y de la propuesta constituyente. En el mismo día del parto de la Unión Nacional de Trabajadores cayó el primer caudillo sindical bolivariano, Ramón Machuca, Secretario General de SUTISS y quien se retiró de la dirección porque no se le dio la presidencia de esta central. Con su actitud se negó a afiliar el sindicato de SIDOR a la organización sindical nacional y su posición, así como la decisión de una coordinación nacional horizontal, como se acordó funcionaría la UNETE, no eran reflejos de comprensiones democráticas sino de actitudes de desconfianza entre quienes conformaron la coordinación nacional de esa central.
En el laboratorio de construcción de la UNETE no se elaboró el antídoto que permitiera impregnar masivamente lo nuevo que teníamos que construir. Por eso no hubo un rearme político y metodológico de la clase y ni siquiera se empalmó con la propuesta más progresiva que surgió de la victoria política contra el sabotaje y paro patronal: la Constituyente Petrolera.
Fue así que las multitudes revolucionadas del 2002 y 2003 con sus trabajadores, soldados, estudiantes, campesinos, comunidades populares e indígenas, que marcaron un hito en cuanto a la expresión de unidad revolucionaria más genuina del proceso, volvían al redil de lo constituido y se perdía la posibilidad de pegar el salto más extraordinario para consolidar y avanzar en la transición y construcción de lo nuevo.
Hoy la tarea de activar el sujeto constituyente revolucionario sigue pendiente. Es necesario desplegar toda la potencialidad protagónica e iniciativa creadora de la clase trabajadora y de todos los otros sectores que conforman el Pueblo Bolivariano. Hay que confiar en su inmensa fortaleza, en su enorme capacidad de defensa del proceso y su histórica genialidad transformadora.
Retomemos la propuesta: ¡Asamblea Constituyente de los Trabajadores!
La respuesta a esta postergada propuesta, que le dan las distintas corrientes y direcciones sindicales que hoy transitan diferentes proyectos unitarios en el marco de la defensa del proceso, es la imposibilidad de echarla a andar en este momento. Nadie la objeta políticamente y todos saben que es la fórmula más democrática, dentro de las claves del proceso, para construir la unidad desde las propias bases trabajadoras, apelando al poder originario de la clase, pero muchos por ahora, siguen privilegiando lo viejo: los acuerdos entre cúpulas, los pactos entre los iguales y las decisiones por arriba que hacen las corrientes o federaciones sindicales, muchas de ellas ilegítimas y mal vista por los propios trabajadores.
Es necesario construir lo nuevo desde las bases y con los métodos más democráticos. La Asamblea Constituyente de Trabajadores tiene esa cualidad ordenadora porque “pone el caballo delante de la carreta”. Es decir, masivamente coloca en discusión lo primero:
- El papel de los trabajadores en el ámbito de la crisis global del capitalismo.
- El protagonismo de la clase para consolidar las conquistas logradas y avanzar en la profundización del proceso, su rol en la transición revolucionaria.
- El plan inmediato para resolver exigencias pendientes en cuanto a retraso de contrataciones colectivas, medidas expeditas que dignifiquen a los que viven únicamente de su trabajo, función contralora de la clase, relanzamiento de los proyectos productivos nacionales que surgieron a raíz de la Nacionalización de SIDOR y que dieron paso a la embrionaria experiencia de control obrero.
- Propuesta de la clase para hacer cumplir la Nueva Ley Orgánica del Trabajo, normativa más importante después de la Constitución.
- Nuevo modelo de organización de la clase que supere el viejo método sindical, que propende al burocratismo y coarta toda posibilidad de protagonismo de las bases porque mata la democracia y la participación.
Por supuesto, no se puede concebir una Asamblea Constituyente de Trabajadores que no actué como Poder Constituyente de la clase social que la impulsa. Necesaria es su organización conformada por delegaturas funcionales decididas desde las bases y a las que no solo les corresponde ordenar el debate de acuerdo a los mandatos de esas bases, sino principalmente, ejecutar las Resoluciones emanadas de sus propias Asambleas.
Planteamos estructurar de manera consejista una Asamblea Constituyente de carácter nacional que surja de delegaciones votadas en asambleas democráticas por centros de trabajos, locales, municipales, regionales y por ramas de producción y servicios donde cada una de ellas actúe como poder constituyente de los trabajadores con competencia en sus ámbitos territoriales y en cada uno de sus sectores.
La propuesta de Asamblea Constituyente de Trabajadores, necesita de agrupamientos importantes, vinculados a la clase para poder avanzar en su viabilidad práctica, principalmente, de los que hoy somos parte de experiencias orgánicas como lo es la nueva Central Socialista de Trabajadores, incluso la Unión Nacional de Trabajadores, pero sobre todo, de muchas organizaciones sindicales de base, consejos de trabajadores y delegados de prevención.
La voluntad de avanzar con las bases trabajadoras en esta perspectiva va a tener resistencias que hay que superar. Creemos que la Constituyente de Trabajadores es una necesidad política, orgánica y metodológica principalísima para el avance real y profundización del proceso. Su viabilidad práctica está sustentada, no sólo en principios democráticos y en correctas metodologías, sino además, en lo que indican las respuestas a la crisis económica y de gobernabilidad global que hoy desordena al Capitalismo en toda una línea de ataque contra el Trabajo. La falta de resolución en el gobierno para activar una Constituyente de la Clase coloca a la inmensa vanguardia trabajadora en la necesidad de debatir sin condiciones y de cara a la realidad, la pertinencia de un proyecto unitario mucho más amplio de lo que significa la dispersión que genera el distanciamiento que nos imponen las distintas expresiones sindicales que se agrupan en las centrales existentes.
Independientemente de la cantidad de los que ahora la impulsemos, la Asamblea Constituyente de Trabajadores tiene la virtud de brindar el camino más seguro para avanzar política y unificadamente en las tareas de la transición revolucionaria. Vivimos un mundo convulsionado y en crisis sistémica que generará situaciones de contingencia graves. Sería un error injustificable no prepararnos para ello. Eso requiere un debate masivo que debemos impulsar conscientemente, y sin perder de vista que el Pueblo Bolivariano hizo una experiencia en Proceso Constituyente antes de la aprobación de la actual CRBV. Una experiencia constituyente que tuvo el valor descomunal de detener una Constitución Neoliberal Hemisférica en Nuestramérica, de corte imperialista y que aún tiene su punta de lanza en los Tratados de Libre Comercio (ALCA) y que se ha reactivado con nuevos nombres y denominaciones pero manteniendo en esencia su carácter claramente capitalista.
Una Plataforma Unitaria de los Trabajadores y sus organizaciones contribuirían a ser posible la Asamblea Constituyente de la Clase
Si de algo estamos convencidos es de la apremiante necesidad que tienen los trabajadores en general de resolver los retardos en sus convenciones colectivas y garantizar acciones expeditas contra los despidos y violaciones laborales de todo tipo que continúan cometiendo los patronos contra los trabajadores del sector público y privado.
Del sector privado no esperamos nada, pero no justificamos que este gobierno: nacido, defendido y vuelto a nacer por voluntad del Pueblo Bolivariano actúe, en muchísimos casos, igual o peor que los patronos privados y los gobiernos de la IV República. Patronos públicos que actúan con la lógica del capital para administrar lo público. Una gestión marcada aún por la lógica del capital que aleja y desmoraliza a nuestros hermanos de clase y que nos incapacita para ganarnos a los que se oponen al proceso.
Ese es un problema gravísimo que conspira contra la revolución y que cada vez más le resta al proceso fuerza entre la clase trabajadora y su sector profesional. Hecho que sólo se puede resolver a favor, transfiriendo poder constituyente de gobernabilidad a los propios trabajadores. De esta manera se comenzaría a cualificar la potencialidad de lo público en tenaz confrontación contra los operadores económicos privados.
Una clave principalísima del proceso es que: no hay poder de gobernabilidad constituyente sin que sea emanado y delegado por una Asamblea Constituyente que debata con sentido revolucionario las normas y los procedimientos nuevos de autogestión en cada sector. Sea en la salud, en la administración pública, en las empresas básicas, en las nacionalizadas o privadas. Es decir, pasar de planificados a planificadores de lo que los propios trabajadores producen y realizan. Reconducir el llamado proceso de Control Obrero para revertir lo que lo degeneró y pasar de obreros controlados a un Control Obrero que gobierne el proceso para emancipar a la clase trabajadora.
Avanzar en lo estratégico que implica una Constituyente de los Trabajadores, pasa primero que nada, por desatar los nudos problemáticos existentes en varias franjas de la clase asalariada. Esto a su vez, debe lograr un espacio considerable de aceptación para promover los cambios urgentes que se necesitan para transitar la actual coyuntura de manera segura. Una manera sería, ir comprendiendo y actuando sin postergaciones en la construcción de un Plan de Acción Nacional Unitario promovido por las corrientes y dirigentes sindicales, sindicatos de base, consejos de trabajadores, movimientos de delegados de prevención y con quienes promueven la experiencia de control obrero.
Ese sería un primer espacio de intercambio y de búsqueda de coincidencias. Pero, también debe ser dirigido a abrir otros espacios sectoriales o territoriales dentro del mismo ánimo (salud, administración pública, Guayana). Montado sobre discusiones y resoluciones sobre problemas concretos (seguridad y soberanía alimentaria, lucha contra la especulación y el acaparamiento, plan de reactivación del aparato productivo desde la lógica del Trabajo, contratos colectivos, elecciones sindicales, despidos, casos judiciales, todo en una línea implacable contra la corrupción, la impunidad, el burocratismo y en defensa del proceso revolucionario entre otros), que ayuden a la conformación práctica de la propuesta de una Plataforma Unitaria Nacional Clasista de las Organizaciones del Pueblo Trabajador.
Estas propuestas van dirigidas al campo de los sectores comprometidos con el proceso bolivariano, donde creemos prevalece, una actitud o intuición política que se corresponde con el momento que vivimos y convencidos del papel que debe jugar la vanguardia de la clase en medio de la actual coyuntura. Ya hemos hecho referencia de los problemas de contingencia que se preveen, producto de la profundidad de la crisis económica global del capitalismo y, que en nuestro caso se prenden las alarmas, debido al peso muerto que provoca la gestión burocrática de una franja de operadores institucionales, dentro de las instituciones y empresas del estado, atrapados en la gestión que impone la lógica del capital.
Una precisión necesaria
Las organizaciones de la clase trabajadora y los sectores oprimidos son frentes únicos de lucha contra el capital, con distintas expresiones políticas a lo interno de su seno. Allí llamamos a actuar, manteniendo la concepción de superar la dispersión y contribuir a la Unidad Clasista más amplia posible como obra de los propios trabajadores en el camino de la lucha contra el Capital, en permanente pelea contra la alienación del Trabajo, en contribución a la liberación del pueblo trabajador, por el equilibrio sustentable de nuestro medio ambiente, de todo el planeta y por la supervivencia de la especie humana.
Finalmente y es nuestra intención invitar y provocar el debate político, principalmente, entre los trabajadores y trabajadoras del país, a los que viven únicamente de su trabajo y que son la mayoría del Pueblo Bolivariano, para extenderlo igualmente hacia esa gran parte del pueblo trabajador que no toma partido y que queremos sacar de la pasividad… ganarla para hacer revolución y convencerla de que no hay salida con el capitalismo.
Por supuesto, dirigimos también esta invitación al debate a las corrientes y dirigentes sindicales, consejos de trabajadores y delegados de prevención, incluso, que sea discutido dentro del Polo Patriótico, al propio Presidente Nicolás Maduro y a los miembros del Ejecutivo Nacional para conocer sus opiniones sobre esta propuesta cargada en el equipaje colectivo del pueblo desde hace tiempo e inspirada en esa síntesis programática pintada en las paredes de Caracas, después del 27 de Febrero: ¡No hay Pueblo Vencido: Refundación de la República, Proceso Constituyente Ya!