A la derecha opositora venezolana le queda este mes de julio para cumplir con el objetivo de sacar “de golpe” a Nicolás Maduro del gobierno. Tras declarar que, amparados en el artículo 350 de la Constitución, la oposición desconoce al gobierno, hace oídos sordos al llamado a la Asamblea Nacional Constituyente, y se prepara para impedir que tenga lugar la elección de los constituyentes el 30 de julio.
Serán días de incremento de la tensión, donde se deberán sortear numerosos obstáculos para llegar al día 30, en el marco de una oposición sin política, sin conducción, arrastrada por los sectores más violentos a desconocer al gobierno constitucional, en medio de una caída notable en su proyección mediática internacional. El (pen) último intento parece ser una fuerte ofensiva contra la Fuerza Armada, en busca de quebrar su unidad interna y desacreditarla ante la ciudadanía, llamándola a facilitar el derrocamiento de Maduro.
“Existe la pretensión de segmentar a la Fuerza Armada hasta lograr la confrontación interna que podría desembocar en el estallido de una guerra civil que justificaría la intervención armada extranjera… Alerta: hay una siniestra colocación del tema en el desarrollo del proceso de rebelión armada de la derecha que avanza a través de diversas formas de lucha…Da la impresión de que el signo del momento es la proliferación de la traición”, analiza el exvicepresidente José Vicente Rangel.
¿Cuál es la alternativa que enfrenta la oposición? Grupos opositores amenazan con impedir el voto, sabotear las elecciones, intimidar a los electores. La vicepresidenta del Consejo Nacional Electoral, Sandra Oblitas, recordó que “es un contrasentido de la derecha pretender configurar una democracia tratando de impedir al derecho a la participación”, lo que es delito. Y una pregunta que nunca han respondido: ¿cuál es proyecto, las propuestas, las ideas, los principios, en caso de lograr el objetivo de salir de Maduro y del chavismo?
La violencia cotidiana
Curioso: en el imaginario de la violencia peligrosamente comienza a tomar cuerpo la eliminación del enemigo a nombre de la democracia y en aras de la paz, señala la socióloga Maryclén Stelling. Se consolida en el país la cultura del miedo, el odio y la violencia, suerte de triángulo que se sustenta tanto en una praxis con consecuencias palpables como en narrativas políticas que se propagan y dominan nuestra vida.
La violencia es parte de la cotidianeidad venezolana, de la mano de las elites se edificó un perverso discursosobre el miedo, el odio, la violencia, siempre poniendo la responsabilidad en el otro, en lo ajeno y lo desconocido como catalizador de los miedos, añade la socióloga. Y hoy tiene un ingrediente “importado”, la mano de obra de paramilitares colombianos, mano de obra sobrante en un país que habla de pacificarse.
El diálogo está herido de muerte y es la Conferencia Episcopal la que le da la extremaunción, pese a que el primer domingo de julio el papa Francisco hizo un nuevo llamamiento “para que se ponga fin a la violencia y se encuentre una solución pacífica y democrática a la crisis”.
Este último mes, hubo un aumento de conflictos: uno, choques institucionales entre el Ejecutivo, la Asamblea Nacional y la Fiscal General; dos, intentos de injerencia y desestabilización sin demasiado éxito desde la Organización de Estados Americanos (OEA); tres, el constante terrorismo comunicacional; cuatro, una nueva ola de ataques a la economía, y cinco, una escalada de la violencia, el terror callejero y el ataque sobre los cuerpos de seguridad del Estado,
En las últimas semanas los ataques han sido particularmente contra la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB), esperando el goteo de oficiales que saltaran la tranquera (talanquera). Hubo un ataque a la base militar de La Carlota en Caracas, focos de violencia en los alrededores del Palacio de Miraflores y los escenarios de destrozos de comercios privados e instituciones públicas (sanitarias, educativas) en algunas ciudades (Barquisimeto, Maracay), con amplísimo despliegue de la prensa hegemónica internacional.
La oferta del gobierno ha sido primero el diálogo con mediación internacional y luego una Asamblea Nacional Constituyente y elecciones regionales como vías para la paz y la construcción colectiva, lo que ha generado en ciertos sectores políticos el efecto contrario.
En el ámbito oficial, el apoyo firme a la convocatoria oficial convive con críticas, deslindes y hasta deserciones. En la oposición se potencia la confrontación y surgen nuevas formas de beligerancia en torno a una suerte de cruzada liberadora, con fines políticos e ideológicos, económicos, sociales y psicológicos… y las reservas de petróleo del país
Esa última semana de junio
Y en la última semana de junio, los ataques arreciaron: El martes 27, se produjo un ataque desde un helicóptero, robado en la base aérea de La Carlota, de alto impacto simbólico, que dejó abiertos muchos signos de interrogación. El ataque fue al Ministerio de Relaciones Interiores y Justicia (15 disparos), y al Tribunal Supremo de Justicia (cuatro granadas de origen colombiano y fabricación israelí, de las cuales una no estalló.), a pocas cuadras del palacio de Miraflores.
“Esa ha sido una demostración importante de que este gobierno no es todopoderoso, que no tiene el apoyo militar con el que quiere intimidar, amedrentar y llenar de pánico a la resistencia. Sepan que el Gobierno está caído hace rato. Solo falta la estocada final. Mi protección principal no son las armas, sino Dios”, señaló en su cuenta de twitter Ocar Pérez, el piloto del helicóptero que sembró el terror en la capital.
La oposición usó las redes sociales para crear el imaginario de la cercanía del objetivo final, mientras el gobierno pudo confirmar de que sí, se trata de un intento de golpe de Estado. La derecha mostró que puede sembrar el terror durante varios días, asaltar cuarteles, linchar chavistas en la demostración más patente del odio social y racial, asesinar a decenas de personas- endilgándole la culpa al gobierno-, mantener movilizaciones diarias con su cuota de muertos (más de 80 al término de junio), armar barricadas en barrios populares, sin obtener la reacción de las fuerzas policiales ni armadas, que quizá es lo que buscan en aras de una guerra civil.
Ese mismo martes, cuando se cumplían 44 años del golpe cívico-militar en Uruguay y del Tacnazo en Chile (dominada sublevación militar dos meses antes del golpe contra Salvador Allende), la Asamblea Nacional en desacato (con amplia mayoría opositora) pretendía nombrar treinta nuevos magistrados del Tribunal Supremo de Justicia, mientras del ex- ministro y sindicado como agente de la CIA, Miguel Rodríguez Torres presentaba una rueda de prensa en la sede de la Fiscalía General.
El abogado y activista por los Derechos Humanos Juan Martorano se pregunta dónde queda la seguridad en el país cuando una aeronave perteneciente a un cuerpo de seguridad es robada, sobrevuela el espacio aéreo, ataca, huye y no hay reacción inmediata por parte del Estado. “¿Y si ingresarán en nuestro espacio aéreo territorial aviones enemigos desde bases militares de Colombia o Guyana y atacaran nuestra Patria? ¿Existen planes de actuación ante estos supuestos?”, continúa.
Pero pese a los llamados permanentes y la aceleración de la violencia, no ha logrado quebrar al chavismo de las barriadas populares ni la unidad militar. Y el anunciado “goteo” de oficiales hacia la oposición no llegó.
El miércoles 28, la Sala Plena del Tribunal Supremo de Justicia aprobó por unanimidad las medidas cautelares solicitadas por Pedro Carreño (prohibición de salida del país y de gravar sus bienes y congelar sus cuentas bancarias) en la demanda de antejuicio de mérito contra la Fiscal General, Luisa Ortega Díaz, “por la presunta comisión de faltas graves en el ejercicio de su cargo”.
Esta decisión se produjo luego de que la Fiscal General desconoció y llamó a desconocer las sentencias 469 y 470 del TSJ que comprometen sus atribuciones y pidió a los ciudadanos acogerse al artículo 333 de la Constitución venezolana para restablecer su vigencia frente a cualquier “acto de fuerza” o derogación.
Gradualmente, y en la medida que el gobierno sigue atacando a la Fiscal Luisa Ortega Díaz, ésta comienza a verse como una líder nacional, entrando en la eventual puja de candidatas mujeres como Cilia Flores (esposa de Maduro) y la excanciller Delcy Rodríguez.
Requiem por el diálogo
Mientras el papa Francisco insiste en el diálogo, el jueves 29 el arzobispo de Caracas, cardenal Jorge Urosa Savino, pidió al Gobierno que “recapacite, que deponga esa actitud de querer implantar en Venezuela un sistema totalitario marxista y ahora también militar” y que “desista de estar utilizando recursos legales para desmantelar el Estado. Todo eso es reprochable e intolerable y no es el camino que desea la mayoría del pueblo venezolano”.
Al culminar la misa en la iglesia Nuestra Señora del Carmen, Urosa expresó que es “sumamente grave” lo que sucede: “se podría hablar de una guerra del gobierno contra el pueblo”:
Pero el diálogo, paradójicamente, se encuentra bajo fuego cruzado y sometido a la estrategia del desgaste ante un conflicto doméstico con resonancia e injerencia internacional, que incluye presiones diplomáticas, económicas, mediáticas, psicosociales.
“Marchas y contramarchas; armas, destrucción y represión; involucramiento de la población civil en calidad de combatientes y víctimas; linchamientos, crímenes y bajas humanas. Se acude a la descalificación del enemigo y la interpretación de los hechos para beneficio de la propia causa, con estrategias adversas a cualquier intención de diálogo y convivencia”, señala Stelling.
Cuando se demoniza al enemigo -a quien se odia y teme- se le despersonaliza y reconocen menos derechos y, en casos extremos, se legitima su exterminio. Es una grave situación de vulnerabilidad que se refleja en la vida cotidiana, en el ámbito privado y el público, una suerte de condena a la que ni el diálogo parece escapar.
La OEA, el gobierno de Trump
Por su supuesto, el reiterado anuncio del presidente Nicolás Maduro sobre su disposición al diálogo, la ratificación del ministro de Defensa Padrino López y la designación de un nuevo Estado Mayor Superior, junto con la cifra oficial de que en 79 días de protestas solo habían participado en todo el país 600 mil personas y las divergencias en la oposición sobre la violencia desatada, son minuciosamente analizadas en el departamento de Estado y el Comando Sur de Estados Unidos, financistas y alentadores de la crisis en Venezuela.
Sobre todo tras el fracaso del secretario de Estado Rex Tillerson, quien le aseguró al presidente Donald Trump que el tema de Venezuela se terminaba en la última asamblea de la Organización de Estados Americanos (OEA): así se lo habían comunicado el secretario general Luis Almagro y el anfitrión de la reunión y canciller mexicano, Luis Videgaray.
Sorprende la cantidad de veces que Estados Unidos ha sido derrotado en la OEA buscando los votos contra Venezuela, para lo cual ha usado todo los medios y recursos que se pueden imaginar, amenazas e intimidaciones, señala el director del diario Últimas Noticias, Eleazar Díaz Rangel.
El almirante Kurt Witt, jefe del Comando Sur, aseguró en abril a la comisión de Servicios de Guerra del Senado que existía una importante relación entre su comando y la oposición venezolana, y que los hechos vandálicos que se producían en Caracas y otras ciudades, así como las acciones armadas, no sólo eran conocidos a bordo del portaaviones de la IV Flota sino que desde allí le estimulaban. Existe sin duda una importante articulación, aunque parece debilitada, ante lo cual Trump pide apoyo a la Unión Europea.
Para Washington, el problema mayor, que pareciera difícil de dilucidar por ahora, es quién es el jefe o el referente de una oposición fragmentada, que no ha sido capaz de garantizarle la toma de las reservas petrolíferas. Y por eso se estudia obviar a la anárquica dirigencia de la Mesa de Unidas Democrática y buscar algún “outsider”- militar o empresarial-, que no esté salpicado por las sucesivas equivocaciones de una oposición que lleva 18 años sin lograr más que desestabilización.
Los escenarios de la oposición
Para Luis Vicente León, director de Datanálisis y sempiterno “guionista” de la oposición, hay tres escenarios. Uno, que el Gobierno logre preservar el poder, aunque el país siga por el barranco, donde la crisis y la convulsión social continúan, se acentúa la represión, y si bien el tiempo deteriora la economía, también desgasta a la oposición, que se muestra confundida y agotada, encerrada en una batalla focalizada que pierde a diario y, sin embargo, repite una y otra vez en el mismo lugar y de la misma forma.
Según León, el segundo escenario es la implosión con negociación tutelada, con un liderazgo que supere a los demás y canalice la energía hacia la masificación de la protesta, generando la ingobernabilidad por la protesta lo que conduciría a la fractura del chavismo, donde los militares presionan el cambio para rescatar la estabilidad. Se negocia la reestructuración de las instituciones, pero se preservan cuotas de poder chavista y militar para cohabitar de manera integrada en un gobierno de transición.
El tercer escenario, “con un gobierno que no responde a las necesidades del pueblo y una oposición formal que a veces se muestra perdida y sin claridad sobre su propio objetivo y forma de lucha”, es que se concrete alguno de los movimientos conspiradores que existen en el entorno militar venezolano, produciendo una ruptura y un cambio, pero por la vía de un golpe de Estado militar, sin negociación ni contemplación.
Más allá de las especulaciones y las salas de situación, de los declamativos “analistas” y “expertos”, el imaginario colectivo mundial está saturado de mentiras y manipulaciones sobre lo que realmente sucede en Venezuela. ¿Qué pasaría si los fundamentalistas religiosos que colocan bombas y ejecutan actos terroristas en Europa, fueran presentados por la prensa hegemónica trasnacional (la internacional del terror mediático) como sensibles y patriotas héroes, como hoy hacen con los opositores venezolanos?
Hay una realidad virtual –generada por esta guerra de cuarta generación- que consume el mundo, y hay una realidad real que sufren a diario los venezolanos.