Mi palabra

La vinotinto en cuartos de final y por más

"El penalti es mi momento preferido,

el de mayor dramatismo,

porque hay dos personas enfrentadas.

A los aficionados no le gusta.

A mí me encanta.

Me gusta ese espectáculo,

no tiene nada que ver con el fútbol,

podrían hacer un pulso"

Eduardo Mendoza, Premio Cervantes 2017

LA VINOTINTO EN CUARTOS DE FINAL Y POR MÁS

Un amigo, quien es un verdadero apasionado del futbol y vivió intensamente el momento de esplendor del "Portuguesa F.C" me lo encontré en la mañana de este jueves en una esquina y parecía haciendo el papel de vigilante, ya que, saludaba a todo el mundo sacando la mano de manera muy efusiva provocando risas y el que no lo conozca lo vería, como ido del "coco", porque la euforia era desmedida, ni ganándose uno de esos premios gordos de la lotería del pasado, el cual embelesaban a los ilusos jugadores. Apenas lo salude, me respondió gritando, estimulado por los triunfos llenos de dramatismo de la Vinotinto para seguir soñando y despertar cómodamente sentado en la gran final.

La actuación de nuestro equipo Vinotinto, hasta el momento parece preparada para apartar los rezos, aunque nunca están demás, porque en algo ayudan. Los dos partidos disputados han sido en medio de un profundo dramatismo: el primero fue una remontada inolvidable, con una acción de conjunto para llevar grabada en la memoria; el siguiente partido fue para sufrir, después de haber atajado Rafael Romo, el penalti cobrado por Orbelín Pineda, ya que, de ahí en adelante todo se desarrolló en el campo de la Vinotinto, pero salió a relucir la garra y el pundonor de nuestros muchachos, comparable a la furia de una hembra madre defendiendo a sus cachorros recién nacidos de cualquier intruso. Al final el triunfo 1 a 0, era para gritar a todo pulmón, con mi amigo ¡viva la Vinotinto!

El desempeño del arquero, es para empezar hacerle una estatua en el lugar de su nacimiento. Alto y de pie parece cubrir todo el arco y, de paso se ha agigantado a tal punto, que parece casi imposible marcarle un gol a este cancerbero nacido en Turen, tierra de grandes deportistas. El único tanto en su contra, aparece en uno de esos instantes propio del deporte, el equipo se encontraba viviendo su mejor momento y de repente se presenta un despeje y llega, como puesta por la mano al botín de un rival y todo era cosa de tocarla de manera rápida, precisa y suerte porque es un juego, para anidarla en el arco de Venezuela. Sin embargo, la respuesta no se hizo esperar; las oportunidades se presentaron en muy poco tiempo entre el primer gol y el del sello definitivo, para finalmente cantar la victoria de Venezuela, para seguir soñando con el inmenso deseo de seguir la racha victoriosa.

A la par de esta actuación, nunca faltan los fanáticos de la política, que se desbordan en medio de la ridiculez, confundiendo el deporte con sus deseos preñados de odio tratando de sacarle provecho y, siempre salen con las tablas en la cabeza, aún, cuando callen por conveniencia, porque en el deporte como en cualquier actividad se presentan casos por demás grotescos y los practicantes, después no hallan, como esconder las caras, al desear la derrota del equipo nacional, creyendo perjudicar al gobierno. Todo el que se siente a ver un partido de la Vinotinto, pensando solamente en la derrota, simplemente está alimentando el odio visceral, el cual los consume y ahoga en sus propios deseos, porque está atentando contra el patriotismo del venezolano que ama su tierra y lleva por dentro el deporte, con el infinito e indetenible amor de los que escuchan el himno nacional con las manos apretadas, para esperar el triunfo, como el que espera ver nacer un hijo.

Sin embargo, el deporte tiene una virtud y una dimensión tan grande, que al final une a los pueblos borrando cualquiera diferencia, normalizando las relaciones, como debe ser. El tricolor nacional y sus ocho estrellas flamea al ritmo de nuestro himno nacional en tierras estadounidenses, a pesar del odio de algunos connacionales, que prefieren ver para otro lado mientras esto sucede. El escuadrón venezolano está haciendo lo que saben hacer: jugar el futbol en nombre de la patria de Simón Bolívar y buscando el arco rival, con la vehemencia de los que no se rinden, como bien lo dijo el director técnico Fernando Batista. Lo demás es salir a competir sin complejos y con la mirada puesta en el arco contrario. Ecuador y México han estado en citas mundialistas, pero han caído vencidos en las botas de los venezolanos. Los comentarios no se detienen para desvalorizar el camino recorrido y entre estos presentan a Rafael Romo, no, como un integrante, si no, como un fantasma, cuando su trabajo es atajar y lo ha hecho en grado superlativo, para bien de nuestro futbol.

Narciso Torrealba narciso_t_29@hotmail.com



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Narciso Torrealba


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