Ética de la responsabilidad

Un burócrata muere y en un exaltado y altisonante discurso ante el cadáver, su jefe, otro burócrata, tiene la genial idea de introducir el carné laboral en la urna del muerto. A continuación, la viuda trata de cobrar su pensión, pero no puede hacerlo sin el carné. Debe entonces exhumar el cadáver, pero sin el carné no es posible. Todo esto ocurre en el marco de una campaña contra la burocracia, pensada burocráticamente por burócratas. Así comienza una cadena de peripecias y absurdos que desnudan lo irracional de la burocracia. Se trata de la película cubana ya clásica, de Tomás Gutiérrez Alea, de 1966, La Muerte del Un Burócrata. Max Weber, se preguntaba sobre la burocracia y respondía sardónicamente: "la burocracia es un destino". Forma de violencia microfísica que organiza el mundo de la vida cotidiana, desde las prácticas más íntimas, hasta la esfera pública, dentro de una lógica que articula al cuerpo y el deseo a un conjunto de órdenes, reglas y prescripciones espacio-temporales. Una arquitectura, un andamiaje que regula toda experiencia y niega la potencia de una vida desnuda, como en El Proceso de Kafka, sembrando completamente al alma de emplazamientos jerarquizados por jardines macabros, llenos de protocolos, corbatas y memorandos. Weber asegura que el desencantamiento y descentramiento del mundo, la aparición separada de distintas esferas normativas de la vida, como la economía, la política, la ciencia, etc, acompañado de un acusado proceso de división del trabajo, perfeccionaron la racionalidad productiva del modo capitalista, haciéndolo permeable, extensivo y connatural a cada una de las actividades humanas. La racionalidad burocrática es voluntad de poder que se hace red de dispositivos de control de un régimen que prescribe las dosis de lo que puede o no ser dicho y enunciado, mentalización que controla las prácticas que de él se derivan, así como sus condiciones ético normativas y la relación de mando que autoriza o no el acceso a determinadas situaciones y cosas. Durante la segunda guerra mundial, una planta productora de orugas para tanques y tractores fue bombardeada por los aliados. Los talleres fueron destruidos pero las oficinas administrativas quedaron intactas y siguieron trabajando, obedeciendo rigurosamente pasos y procedimientos como si nada durante cuatro años más. En este sentido, Weber hablaba de la ética del funcionario a la que llamaba irónicamente: ética de la responsabilidad. "Un individuo que se siente bien haciendo lo que le toca hacer", poco cuenta que se caiga el mundo ante sus narices, él cumple con su responsabilidad. No importa si se trata de un funcionario de Estado o de la empresa privada, la figura del burócrata es universal y su currículo oculto es el mismo: naturalizar y reificar al poder en tanto que relación de mando. Por ejemplo. Se puede asistir a una marcha política como militante o como burócrata. El buen burócrata estará pendiente de: dejarse ver por sus superiores jerárquicos, el viático, el transporte, la comida, la hora de salida y de regreso, cumpliendo siempre con las pautas y las normas. El objetivo de la manifestación lo tiene sin cuidado. Pero él se siente bien porque cumplió con su responsabilidad. La figura del burócrata es tan perniciosa que se hace cuerpo, postura física, forma de actuar y de pensar, medida de la sensibilidad que se expresa hasta en la cama. He visto a muchos cuadros revolucionarios devenir tristes figuras, burócratas de Estado o de partido.

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Juan Barreto

Periodista. Ex-Alcalde Metropolitano de Caracas. Fundador y dirigente de REDES.

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