Aprender de los Errores

En un momento tan complejo como el que vive la patria de Bolívar y de Chávez, se hace necesario acudir a la memoria de los oprimidos y explotados de este mundo en su lucha sin cuartel por la emancipación, sacando de allí los elementos que contribuyan a entender la situación actual en la Venezuela del siglo XXI.

La necesidad del conocimiento de nuestra realidad nos lleva a estudiar las razones por las cuales, una experiencia tan sublime como la Revolución Rusa de 1917 terminó desplomándose siete décadas después, a pesar del desarrollo científico-tecnológico e industrial alcanzado.

A costa de grandes sacrificios de vidas humanas, la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) aportó la mayor alícuota de sangre para derrotar al nazi-fascismo, al tiempo de contribuir decisivamente en la liberación de los pueblos hasta entonces oprimidos por el imperialismo, cuestiones éstas que daban en apariencia mucha solidez al sistema impulsado por la Rusia Soviética.

Las profundas razones de esta debacle ocurrida en 1991 podemos encontrarlas tal vez en los primeros años de la Revolución Rusa, y más concretamente en la casi olvidada lucha que contra el burocratismo libró desesperadamente Vladimir Ilich Lenin en los últimos días de su fulgurante vida.

El líder histórico del proceso socialista ruso, el gran Lenin, había logrado precisar tempranamente en el fenómeno del burocratismo estatal, una amenaza para la naciente revolución de los Soviets, dado el riesgo que esto incubaba en su seno, el nacimiento de una nueva casta privilegiada y corrupta opresora de su pueblo, al mejor estilo del viejo régimen de los zares.

Los revolucionarios rusos emprendedores de la gesta del 1917 estaban claros del reto teórico y práctico que significaba la construcción de un modelo social y político, jamás creado en la historia de la humanidad como lo es el Socialismo. Para lo cual resultaba necesario en primera instancia y de acuerdo a la visión del momento, derrocar los elementos constituyentes del poder burgués, vale decir la maquinaria del Estado y en especial su modo de producción económica que, de acuerdo al análisis de Lenin, constituía el medio fundamental condicionante del ser social en la época del capitalismo.

Recordemos aquella vieja conseja de Marx: “el medio (social) condiciona el ser”. Todo lo anterior podía ser viable si sustituíamos el nuevo orden heredado del zarismo por una nueva realidad que llenara el vacío dejado por éste. Es así como en los primeros momentos de la Revolución Rusa se plantea el pasar a manos del Estado y controlado por los revolucionarios, todas las industrias básicas con la que contaba la burguesía para la opresión del pueblo; y de ello iniciar un proceso de producción planificada donde racionalmente se produjera todo lo que necesitaba la gente, mas no para satisfacer las necesidades de una oferta y una demanda cada vez más voraces.

Sin embargo, a la fórmula revolucionaria de Lenin para distanciarse radicalmente de cualquier sistema o fórmula anterior, fuera del llamado capitalismo de Estado u otra, le era necesaria la inyección de la verdadera, absoluta y plena democracia; es decir, que debía partir del principio de que toda economía planificada verdaderamente socialista, sería controlada democráticamente por el pueblo en su conjunto.

Es así como mediante el ejercicio democrático del poder por parte de todo el pueblo, Lenin consideró posible la creación de la conciencia necesaria para el tránsito de la nación Rusa hacia el socialismo. Claro estaba que dicho proceso iba a ser gradual e inicialmente los soviets (especie de consejo comunal o comuna en la Rusia de 1917) tendrían un papel importante en esta estrategia. No en vano la consigna de ese momento fue: “Todo el Poder para los Soviets”.

Ahora, ¿por qué la estrategia Leninista de 1917 terminó años después, dándole paso al surgimiento de una casta burocrática responsable de la caída de la URSS? A nuestro modo de ver, la respuesta podemos encontrarla en la guerra civil desatada después de la toma del poder por parte de Lenin y sus partidarios. Esta guerra al final resultó una victoria para los revolucionarios en el plano militar, pero en lo estratégico terminó siendo una gran derrota al crearse con ella dentro del pueblo y su dirigencia, una serie de desviaciones destructoras a lo largo de la primera experiencia socialista del género humano.

Debemos recordar que con el comienzo de la guerra civil rusa, las masas revolucionarias y muy concretamente los Soviets se vieron forzados, en medio de la urgencia, a cederle su protagonismo político al Ejército Rojo y al partido Leninista transformado de acuerdo a las nuevas circunstancias, en una estructura dictatorial acorde a las duras exigencias de la guerra. En pocas palabras, el látigo de la contrarrevolución logró imponer en el seno de la organización revolucionaria, la cultura militarista de la dirección vertical y sin discusión.

Es durante este periodo donde se sustrae el contenido profundamente democrático de la Revolución Rusa y se crean las condiciones psicológicas, políticas, sociales y militares, que después de la confrontación militar permitió el ascenso al poder de una burocracia corrupta y depredadora que, aunque no era dueña de las industrias soviéticas, mediante su administración vertical y antidemocrática usufructuó los recursos que éstas generaron. En resumen, después de la guerra civil ya nunca jamás el pueblo pudo dominar la escena política de ese virtuoso y necesario proceso revolucionario, dando paso a los nuevos privilegiados de la Rusia post-zarista.

Es así como entre 1922 y 1923 encontramos al camarada Lenin combatiendo sin cuartel contra las desviaciones heredadas de la guerra, y buscando desesperadamente reactivar el protagonismo democrático de las masas revolucionarias que hicieron posible la gran revolución de octubre de 1917. Ésta fue su última lucha.

Hoy en nuestra Venezuela debemos tomar del paso del tiempo, las lecciones que nos permitan seguir avanzando por las sendas del socialismo. La lección dejada por Lenin, líder soviético y referencia mundial en su última gran lucha, y la posterior caída del gigante de la Euro-Asia. La URSS de 1991 nos enseña que ningún proceso socialista podrá triunfar definitivamente, si no mantiene incorporado al pueblo todo en la lucha por su liberación. No debemos bajo ningún concepto y en ninguna circunstancia, por dura que ella sea, dejar de un lado al pueblo bolivariano.

De allí la necesidad vital de incorporar efectivamente al Poder Popular en la batalla contra la guerra económica desatada por la burguesía. No dejando esta responsabilidad sólo en manos de las estructuras estatales y partidistas, sino creando los mecanismos concretos mediante la Ley Habilitante para que las bases sean la vanguardia de esta lucha. Una victoria táctica contra el imperialismo sin el pueblo venezolano, pudiera significar una derrota estratégica en el futuro. Allí está la URSS. Aprendamos del pasado.

¡El gran Bolívar y el guerrero Chávez van adelante; y esto obliga mucho carajo!


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