La brevedad del porvenir

Cuando niño jugaba descalzo al fútbol con los muchachos, usando las gaveras de arquería, en barrio de Mijagua II, en el callejón Junin. Tratábamos siempre de no pegarle al portón del tío Enrique, porque cuando pasaba —la mayor parte del tiempo— dábamos por finalizado el juego, rompiendo filas cada uno hacia su casa.

Estuve buena parte de mi infancia en casa de la abuela Carmen, allí en Mijagua II; pasé de ser el niño que hacia águilas con carbón en las paredes de la casa, a correr semidesnudo por el patio, para vivir en la Cinqueña y sumarme a una militancia de izquierda activa, en el reencuentro con la literatura y el arte.

Hace unos días estuve en el módulo de Negro Primero, en la parroquia Corazón de Jesús, se me designó una tarea específica en la militancia de la juventud: ir al módulo de Negro Primero para impartir un taller a la militancia de la parroquia; Mijagua II se encuentra dentro de esa parroquia.

Al lugar asistieron personas de distintas edades, gente de base comprometidos con su comunidad; el reloj rondaba entre las 3 y 4 de la tarde, la sala se estaba llenando de personas que se acercaban poco a poco; cuando había un aproximado 50 personas, decidimos dar inicio al ciclo formativo.

Al instante proseguimos con la presentación de cada una de las participantes que se encontraban en el lugar, la mayoría estaba con buenas expectativas sobre el taller, también casi todos eran profesionales.

Arrancamos sustituyendo la forma de aprendizaje rígido, incuestionable e institucional de la academia por una forma que nos permitió dibujar en el salón una especie de aprendizaje constructivo, esa forma colectiva de partir de equivocaciones al cuestionamiento constante, un espacio de verdades relativas.

Hablamos de los diferentes periodos históricos en las distintas sociedades y su quiebre determinado por las condiciones económicas, entre ellos el comunismo primitivo, el periodo feudal, el capitalista.

Luego categorizamos los términos ideología, capitalismo (con sus respectivos orígenes), la burguesía, la oligarquía, entre otros. Tratando de percibirlos en su justa dimensión.

Entre la ardiente participación que hubo en la sala, pude encontrarme con la autenticidad del pueblo en la lucha por su liberación, el taller me permitió ver esa forma de encarnar el sentido profundo que tiene la gente.

Alguien me hablo de Chávez como un sujeto universal, de su abnegación a la causa, de su forma de vida profundamente humanista, cristiana, de su necesidad suprema de proporcionar herramientas para la lucha desde las ideas.

Encontré al pueblo en resistencia.

En su mayoría mujeres, obreros, milicianas, profesores, vigilantes, estudiantes, gente del común que anda jugándoselas todos los días, que se moraliza colectivamente, que se esfuerza, que se dedica con fuerza a mejorar las cosas en la comunidad.

Entonces, comprendí la grandeza de las pequeñas cosas, la utilidad de todas y todos.

Recordé que una década atrás, por esos lugares de Negro Primero, pasaría un centenar de veces por ese módulo, descalzo, solo o en compañía. Sin pensar siquiera que algún tiempo después, volvería adulto y me encontraría cerca del mismo lugarcito donde volábamos zamuras.

Hoy compartimos mientras me vi siendo útil a los de mi clase, escuchando y escribiendo su voz, organizándonos, pensándonos, moralizándonos, caminando hacia la brevedad del porvenir.

 



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