Cuando Chávez nació un 28 de julio...

1954 año del nacimiento del gigante Chávez podría decirse que fue un año de relativa normalidad en el mundo, no obstante, germinaban los diferentes acontecimientos que determinaron el rumbo de muchos sucesos políticos posteriores: Estados Unidos probaba sus bombas de hidrógeno y repotenciaba sus enclaves atómicos en una demostración de que lo de Hiroshima y Nagasaki no eran juegos. En el lenguaje de la Guerra Fría, la Unión Soviética tampoco se quedaba rezagada; también tuvo chance para enseñar sus colmillos atómicos. En ese juego contrastante entre las potencias del momento, vino al mundo un tal Hugo Chávez.


Cuando Chávez nació los guerrilleros de Ho Chi-Min derrotaban el sueño imperialista francés en la colonizada Indochina. Las degradadas tropas francesas regresaron a sus puertos con las tablas en la cabeza, tal como lo harían de Argelia unos años después.

Como consecuencia de esta humillante derrota, el presidente norteamericano Dwight Eisenhower decide intervenir en esa región del mundo para intentar limpiar el herido orgullo galo. Unos años más tarde la vergüenza de la derrota militar se repetía en los encarnados generales norteamericanos.

Cuando el niño Hugo ve la luz en la aldea barinesa de Sabaneta, el presidente Mao Tse Tung asume la presidencia de la República Popular China, un descendiente de budistas que antes de dirigir la guerra de liberación campesina era un sencillo bibliotecario que tuvo el tiempo para dedicarse al cultivo de la poesía y de la filosofía. Unas décadas más tarde Hugo Chávez leía las enseñanzas políticas y militares del estadista chino como cualquier libro de recomendaciones del maestro Simón Rodríguez.

Cuando Chávez nació un 28 de julio de 1954, apenas un mes antes, el imperialismo gringo impedía un incipiente proyecto democrático en Guatemala. Un sangriento golpe de Estado contra el presidente Jacobo Arbenz devolvía a esta nación centroamericana a la condición de 'república bananera', proclamando los invasores que este país era sólo un extenso sembradío de cambures que le pertenecía en propiedad absoluta a la trasnacional United Fruit Compañy.

Cuando Hugo Rafael tiene apenas unas semanas de nacido, cuando los cuidos de la abuela Rosines sosegaban su sueño, el imperialismo financiero internacional le torcía el brazo al pueblo brasileño, tras una intensa guerra de carácter económico que ocasionó la caída estrepitosa de los precios del café, (principal producto de exportación de Brasil) y con ella las trágicas consecuencias de inestabilidad social y política que llevó al suicidio al asediado presidente Getulio Vargas.

En sus valiosos discursos Chávez se refería a estos hechos mencionados como si los hubiera vivido de cerca. Citaba a Mao, recordaba el liderazgo casi mítico del valiente Ho Chi-Min. Refería la negativa consecuencia que tuvo la intervención norteamericana en Guatemala contra las aspiraciones democráticas de ese pueblo. Chávez actualizaba la realidad política del momento conectándola con los hechos del pasado reciente. Con la Guatemala de 1954 se repetía el caso de Honduras en 2009.

Este 28 de julio el gigante venezolano cumple 62 años, en una coyuntura donde el imperialismo norteamericano intenta repetir sus oscuros proyectos de intervención contra los logros de integración de la patria grande latinoamericana, trabajados con mucho empeño entre un liderazgo político que se extendió desde el Caribe hasta el Río de La Plata.

Hoy sus enemigos políticos trabajan incesantemente para ver los proyectos del comandante Chávez reducidos a cenizas. Sus enemigos (los enemigos de cualquier proyecto democrático) han sabido siempre que su liderazgo y visión no eran las de cualquier caudillo. Siempre reconocieron que su proyecto de patria no era un plan para engavetarse. También entendieron que su gobierno no era cualquier frágil gobiernito que podía tumbarse con cualquier plan contrarrevolucionario.

Entendieron también sus enemigos que para acabar con el proyecto de país edificado en la Constitución Bolivariana, la Venezuela chavista debe reducirse a cenizas, las reglas de cualquier orden deben romperse: la economía, la moneda, las leyes, las instituciones, la distribución de los alimentos y hasta la moral de un pueblo, pues para la ética de esta oligarquía, el fin siempre justificará cualquier medio.

Basta saber cuánto de mal cálculo llevan en sus haberes los históricos parásitos de siempre y basta saber qué otras sustancias recogerán de esas cenizas que pretenden.

fremarlu67@gmail.com

periodista venezolano



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