El Nuncio Apostólico (máximo representante de El Vaticano en Caracas) Pietro Parolín fue severamente cuestionado por el dirigente revolucionario Diosdado Cabello debido a su presunta injerencia en los asuntos políticos internos de Venezuela.
Este episodio acontece como respuesta a una carta del diplomático italiano donde aparentemente opina más de lo debido sobre la mesa de diálogo que protagonizan el gobierno y la oposición con el acompañamiento de la Santa Sede a través del propio Parolín.
No es común que un representante de El Vaticano sea objeto de un severo regaño públicamente, menos dentro de un proceso de diálogo al que ha sido invitado por el gobierno del país en conflicto. Si se vapulea al acompañante, el diálogo está muy cerca de terminar porque desaparecen las condiciones mínimas para conversar. Sin El Vaticano, la MUD se irá de la mesa. Eso es seguro.
Entonces, no se trata de que los sacerdotes sean santos (y no se les pueda reclamar su imprudencia o intromisión), porque desde mi criterio ateo y marxista, ni siquiera el Papa Francisco (actor político) está libre de pecado; simplemente intento decir que lo cortés no quita lo valiente y tal vez conviene usar formas diplomáticas para mantener a los curas sentados en la mesa porque ello facilita darle largas a este diálogo y de ese modo adormecer provisionalmente a la violenta MUD que anda ansiosa por prenderle candela a las calles, reactivar acciones ilegales desde la Asamblea Nacional contra el Presidente Maduro y presionar a la OEA y a EEUU para que sancionen a Venezuela (yo recomiendo que la revolución se prepare desde ya para estos agitados escenarios en 2017).
Con este episodio, el papel de Parolín en el diálogo queda reducido a algo tan pequeño como un Pirulín, es decir, una famosa mini barquilla rellena de chocolate creada por Sindoni, el trágicamente asesinado empresario italiano a quien conocí en mi natal Maracay).
