El futuro está escrito

El orvallo, el sirimiri, el calabobos… las formas de denominar a la lluvia fina en las distintas regiones de España, extendida ya casi al resto, alternada con trombas de agua (pero me parece que también en todo el planeta) se han ido convirtiendo poco a poco pero rápidamente en los últimos años en un fenómeno global de la Naturaleza extraordinario, cuando no es la sequía el fenómeno habitual la mayor parte del año. No creo que quede ya persona común, aun de poca edad, que no lo haya observado… Hace ya muchos años que, sin saberse cómo y por qué, una serie de entidades camufladas en fórmulas jurídicas impostadas, se van adueñando de minas y fuentes de agua potable para ser comercializadas. Sus promotores son de la clase de los pícaros cuya figura es bien conocida en España a través de su literatura. Esos que en este caso hace mucho se adelantan a los acontecimientos…

Las consecuencias catastróficas de envergadura no tardarán mucho más tiempo en manifestarse. Sin embargo todavía se ve publicidad de la venta de chalets con piscina, se mantienen, y no sé si se construyen también, campos de golf y lavaderos de coche, praderas de césped, parques acuáticos y otras cosas de grandes exigencias hídricas…

La población común en general no tiene la culpa pues, viendo en su entorno lo que se le ofrece, inconscientemente deduce que no hay motivos de preocupación, que siempre habrá agua potable disponible, embalses subterráneos, etc. La culpa, como en todo lo que afecta a la sociedad en general, es de los dirigentes públicos y de quienes, sin serlo, son responsables de la producción de lo que forma parte del ostentosa y neciamente llamado "progreso", "desarrollo", "crecimiento económico". Es cierto que los dirigentes y esos responsables al fin y al cabo salen de la población. Lo que sucede es que en cuanto tocan poder, son automática y fatalmente rehenes de los intereses particulares, de la economía y de sus endemoniadas consecuencias. Solo les importa los presupuestos, pero no las prioridades lógicas y humanistas. Sólo la ganancia, el armar a su nación hasta los dientes con artefactos destinados a destruir. 25 Cumbres del Clima no han servido para nada. Sólo para dejar testimonio de la necedad y de las cortas miras de quienes mueven el mundo. Malditos sean…

A ninguno se le ha ocurrido la idea en sí, pero tampoco han dado importancia a esa imperecedera frase atribuida a un jefe indio americano: "cuando el último árbol sea cortado, el último río envenenado, el último pez pescado, solo entonces el hombre descubrirá que el dinero no se come". Pero sí lo tuvo en cuenta Carlos Marx y tantos otros que como él están presentes en el discurrir del humano sensato que en cuestiones fundamentales como ésta de nuestro destino, da suma importancia a lo que se llama sentido común.

Falta muy poco para ese "descubrimiento". A quienes hemos sobre pasado los 80, todavía quizá nos quede el tiempo suficiente para presenciar el inicio de las verdaderas tribulaciones bíblicas. Pero desde luego nuestros nietos serán los primeros que empiecen a acusar la desolación y la desorientación como las hormigas que transitan en el campo por un reguero que hemos cortado con el filo de nuestro zapato… Desorientación y congoja que hace ya tiempo las experimentan a buen seguro los meteorólogos. Eso se advierte en la forma de dar sus noticias: más en función de lo que desean que de lo que luego no suele confirmar la realidad. Es mucho más fácil la descomposición del mundo por este camino que por una guerra nuclear que involucraría a todas las naciones y ésa sería la razón de su neutralización…



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Jaime Richart

Antropólogo y jurista.

 richart.jaime@gmail.com      @jjaimerichart

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