Amaos los unos a los otros

Yo siendo tú, comería allá

Jueves, 28 de marzo de 2024.- La situación estaba un poco convulsa, todos hablaban de él y de su extraño mensaje:

Amaos los unos a los otros.

¿Quién es ese, a qué vino y qué es lo que quiere?

¿Qué es eso, qué le pasa? ¿Qué vaina es esa?

Está alborotando a la gente, llamen a alguien, hay que detenerlo.

Estaban todos, no faltaba ninguno, llegaron puntuales, más puntuales que nunca porque el asunto era serio, muy serio y había que resolverlo, hoy mismo.

El recinto estaba lleno, olía a limpio y el ambiente se percibía afilado, casi cortante.

Todos hablaban a la vez y aunque decían mucho, nadie oía.

La urgencia era evidente y no se podía retrasar la decisión, faltaba más, a ese señor hay que pararlo, habría que detenerlo.

Los sumos sacerdotes y el Sanedrín (corte de justicia del pueblo de Dios), reunido en pleno, justo antes de entrar en sesión.

Comenzaron, todos en sus puestos, despiertos y alertas.

Buscaban un testimonio contra Jesús, para condenarlo a muerte y no lo encontraban.

Justo antes de seguir oímos, casi a media voz, este diálogo aparentemente inconexo, entre dos sumos sacerdotes:

Tengo hambre, salí apurado y no comí nada, ¿será que tienes algo por ahí?

No, no tengo.

Yo siendo tú comería allá.

En ese preciso momento pasaba el nazareno, escoltado, resguardado, sometido por dos guardias, se volteó hacia el que no había comido y le dio un pedazo de pan.

Para que calmes tu hambre, le dijo.

Siguió Jesús a lo suyo y el sumo sacerdote Caifás, lo interrogó, preguntándole:

¿Eres tú el Mesías, el hijo de Dios bendito?

A lo que Jesús contestó: Si lo soy.

Y todos lo declararon reo de muerte.

Reo de muerte.

Hasta el que acababa de recibir el pan.




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Luis Enrique Sánchez P.


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