EPÍLOGO
El silencio participa del crimen
En Venezuela no existe libertad de prensa. Sólo Existe la libertad de la clase dominante y sus agentes para informar, para alienar, mediatizar y masificar a nuestro pueblo. Esto no es lo sabemos ningún descubrimiento, pero es necesario dejar claro este aspecto. La clase dominante tiene representación totalmente identificable. Poderosos tentáculos manejados por la maquinaria neocolonial se mueven permanentemente en todos los medios de difusión, cercenando descaradamente el derecho que tiene el pueblo según la Constitución a “expresar su pensamiento de viva voz o por escrito y hacer uso para ello de cualquier medio de difusión, sin que pueda establecerse censura previa”. Esto no tiene ninguna validez para la Gran Prensa.
Las huelgas de obreros de LUMMUS, de la UNIROYAL, de la HILANA; los paros de trabajadores de GENERAL MOTORS, de los empleados de líneas aéreas; el allanamiento al Sindicato de la ELECTROLUX, las investigaciones sobre el incendio de la Refinería de Puerto La Cruz o la explosión de la Petroquímica donde perdieron la vida algunos obreros, sólo mereció de la Gran Prensa un breve comentario. Si se tratara de una denuncia contra un anunciante o cliente poderoso de alguna agencia publicitaria, no existe la menor posibilidad de dar a conocer la información. Tenemos el caso de los sueldos de hambre que cobran los empleados del Banco Nacional de Descuento, del Banco Miranda, del Banco República y de otros. Para los sindicatos de ese ramo las puertas de la Gran Prensa permanecen cerradas, así como para señalar los responsables de los edificios caídos por construcciones irregulares durante el terremoto del 29 de julio del 67. Hay casos más graves: la tragedia aérea ocurrida meses atrás en la ciudad de Maracaibo. Más de 150 personas perdieron la vida en esa oportunidad. Han transcurrido muchas semanas desde entonces y ¿qué ha pasado?, ¿dónde están las famosas investigaciones del Poder Legislativo del país? ¿Por qué no se conocen los responsables? Los responsables no se conocen porque como en todos los casos donde “los poderes” se encargan de las “exhaustivas investigaciones” se encubren los intereses de algún grupo de presión del sistema: Iglesia, militares o sectores económicos poderosos.
Decenas de huelgas de trabajadores que luchan por mejores condiciones de vida son declaradas ilegales, cuando no son “arregladas” por componendas y arreglos entre patronos y “dirigentes” sindicales bajo la mirada complaciente de estos sectores, preocupados por la “paz laboral” y la “tranquilidad” de todo el país.
Estos son, como diría el argentino Solanas, “... los responsables de los atropellos y asesinatos que en los últimos años se han cometido, y se cometen, en nuestro suelo”.
Más de 200 campesinos fueron asesinados por el gobierno de Betancourt y Leoni. Decenas de hombres y mujeres se encuentran desaparecidos. Son de fecha reciente los casos de los campesinos Eustoquio Rodríguez, Juan Chacón Lanza, José Carvajal, Pastor Espín y Mariano Gómez, entre otros. El primero fue torturado con energía eléctrica aplicada en los oídos. El segundo fue quemado vivo después de haber sido rociado con gasolina en campamento antiguerrillero de “Cocollar”, en el Oriente de la República. Esto nunca se ha dicho ni se dirá en la Gran Prensa.
En las cárceles del país hay más de 150 presos políticos en las peores condiciones, cuyas denuncias y voces de protestas permanecen calladas porque ningún medio salvo raras excepciones las incluye en sus páginas o espacios. Enormes sacrificios económicos deben realizar sus familiares para pagar un remitido y llevar a la opinión pública lo que la prensa está obligada a informar.
No hay la menor posibilidad de denunciar los permanentes atropellos que diariamente se cometen en las zonas campesinas del país. En una ocasión, un informe levantado por el Diputado Evencio Gómez Mora que presidió una comisión que investigó maltratos en diversos centros de reclusión presentó tantas evidencias, que lo denunciado no pudo ser entregado para su discusión. Ese informe fue totalmente adulterado y las cintas magnetofónicas logradas nunca pudieron ser escuchadas. “Se extraviaron”.
En todos estos casos al igual que los de Alberto Lovera, Trino Barrios, “Chema” Saher, Efraín Labana y Víctor Soto Rojas (lanzado desde un helicóptero militar con 10 personas más, en las montañas del Estado Miranda), la prensa siempre ha mantenido una actitud “muy discreta”, como la mantuvo en ocasión del secuestro de la urna que contenía los restos del dirigente petrolero Luis Emiro Arrieta, muerto horas antes en una clínica en la Urbanización San Bernardino.
Mientras ocurre en el país, la Gran Prensa aliena y distrae la atención con páginas cargadas de actos sociales de la burguesía, con el último cocktail-party y las fiestas hawaianas; reportajes sobre los “cuatreros de Apure”, las comedias del “hijo” de Carlos Gardel y encuestas sobre las minifaldas, o sobre los “peligros” que para el país representa el descubrimiento de yacimientos petrolíferos en las “desérticas y heladas zonas de Alaska”.
Unos pocos manejan en forma directa a la Gran Prensa. Detrás de ellos se mueven otros, que tienen en sus manos los hilos de las grandes agencias publicitarias norteamericanas y representan a las empresas yanquis que deciden la vida o la muerte de cualquier publicación.
El caso de “El Nacional” en año 62 es el mejor ejemplo. Bastó que se denunciara en sus páginas las estafas de SEARS ROEBUCK para que se ordenara su quiebra, al cerrarle de inmediato las válvulas publicitarias.
Las ganancias de estos grupos, consorcios o familias, son fabulosas. Mensualmente dos diarios de la capital tienen entradas de seis millones de bolívares por concepto de avisos. Debe saberse, además, que cualquiera de los cuatro más importantes grupos de editores de diarios obtuvo el año pasado utilidades netas superiores a las del New York Times. Entonces, ¿qué posibilidad existe de que la Gran Prensa denuncie la actitud anti-nacional de esos grupos, si son ellos quienes controlan los medios de difusión?
Esos los enemigos de las libertades del pueblo venezolano. Los que ayer dirigieron la campaña contra la llamada Reforma Tributaria, hoy aplastan el derecho del pueblo de Guarenas de exigir mayor tributación de quienes perciben mayor ingreso. Los que dicen representar a nuestro pueblo cuando se sientan a conversar en Washington como “mediadores” ante grupos petroleros norteamericanos que amenazan al petróleo venezolano. Los que acuden presurosos a Miraflores para recomendar medidas policiales para que “la delincuencia y el caos no se apoderen del país”. Mientras mantienen ociosas miles de hectáreas de tierra, permiten que uno 3.000 terratenientes monopolicen el 78 por ciento de las tierras en explotación incluyendo a las compañías petroleras que tienen en sus manos 6,5 millones de hectáreas y más de 400.000 campesinos medianeros y arrendatarios, proletarios y semiproletarios, se encuentren sometidos a condiciones de infraproducción e infraconsumo.
En las páginas de sus diarios sólo se puede condenar un tipo de violencia: la que no toca a sus intereses. De la otra violencia, de la que ellos auspician, nada se puede decir. Es la violencia de los caseros inescrupulosos que mantienen más de 100.000 viviendas desocupadas en todo el país esperando el alza de los alquileres, mientras miles de familias buscan por cerros y calles un lugar donde establecerse, y las que, aún teniéndolo, hacen grandes sacrificios para satisfacer los voraces apetitos de esos “demócratas convencidos”. Es la violencia de patronos que prefieren una huelga o una quiebra fraudulenta a mejorar las condiciones de vida de sus obreros. Es la violencia de la explotación, del hambre, de la miseria, del desempleo. Es la violencia de la Guerra Especial que se libra en nuestro suelo. La violación de los derechos humanos, como el caso de Efraín Labana Cordero.
El conocido periodista Wilfred Burchet, refiriéndose a esa Guerra Especial, comenta en uno de sus libros que había tenido la oportunidad de leer, un prólogo escrito por el general norteamericano Paul Decker (ex jefe del Estado Mayor del Ejército de los Estados Unidos) en el libro “Manual para el personal de la Guerra Especial”, en donde se asentaba que el colonialismo de viejo cuño había dado origen a docenas de nuevos Estados independientes, presas fáciles para “el comunismo” y que esa situación había obligado al Pentágono a dividir al globo terrestre en cuatro áreas estratégicas en las que los Estados Unidos tendrían que librar “guerras especiales” en casos necesarios.
La Guerra Especial se libra diaria y permanentemente en nuestro país, bajo la total indiferencia de la Gran Prensa. La participación en ella de los llamados factores de poder lo impide.
En el plano cultural es donde hay mayor preocupación: materiales especialmente preparados son utilizados por la radio, la televisión, el cine y la Gran Prensa; estaciones rastreadoras han sido instaladas para introducir en forma directa compitiendo en forma desleal con lo autóctono una cultura que no es la nuestra.
En el plano militar, ya han sido instalados batallones de cazadores entrenados en la zona del Canal de Panamá y en Fort Bragg, Carolina del Norte, prestos a reprimir cualquier “insurgencia” popular, con la complaciente aprobación de los llamados representantes del pueblo.
Ha sido precisamente en un teatro de operaciones (T.O.) copia de los campos de adiestramiento de los norteamericanos en el Viet Nam en donde se han llevado a cabo las más espantosas demostraciones anti-constitucionales que se recuerden en Venezuela.
Y los intelectuales, que ayer fueron vanguardia clarificadora de carácter ideológico, hoy no sólo participan del festín de la Gran Prensa, que niega sus derechos a obreros, campesinos, sectores marginales y estudiantes, sino que arremeten, confunden y prestan hoy el mismo servicio a las clases dominantes. No tienen el menor reparo en utilizar las limosnas o espacios que logran conseguir para adulterar verdades y hacer sonreír a sus caporales.
En Muchas ocasiones hemos discutido sobre la libertad de prensa en Venezuela y los grupos de presión existentes. Creo que ha llegado la hora de plantear el papel de los periodistas frente a los grupos de presión. Personalmente creo que hay uno solo: incorporarse a la revolución, manteniendo una posición objetiva y siempre alerta para manifestar su desacuerdo con las actitudes que estén contra la misma.
Teóricamente no tenemos experiencias de luchas contra estos enemigos. Solamente acabando con el burocratismo, liquidando la penetración de los agentes de la clase dominante, vinculándonos a las masas populares y no a sus enemigos tradicionales como ocurre en la actualidad, y rompiendo con las concepciones sectarias y dogmáticas, podemos sacar al gremio de prensa del estancamiento y crisis en que se encuentra sumergido. El periodista sólo debe tener un compromiso: con su pueblo.
Agradezco la oportunidad que me ha dado mi amigo José Vicente Rangel, de realizar esta entrevista a Efraín Labana Cordero.
FREDDY BALZAN