Admiración por los corruptos

En Venezuela tenemos una vomitiva costumbre y es la de no llamar la cosas por su nombre, aunque las mencionemos. La mampara es que discursivamente tendemos a escondernos en conceptos universales, a mencionar la corrupción en abstracto, para no aludir y señalar a nadie que tenga poder, en y así no tocar la susceptibilidad del corrupto.

Así por ejemplo, hablamos de prostitución o de corrupción, en general y pontificamos en abstracto. Aquí no hablamos de tales o cuales corruptos con nombres y apellidos. Ni de vaina. Todo lo contrario, admiramos a los corruptos y si tenemos que apoyarlos y protegerlos, lo hacemos, tal vez, albergando la infeliz esperanza de -algún día- poder ser como ellos.

Y toda esa aberración sucede, no solo por culillo ante el corrupto, por el hecho de que para ser corrupto se necesita o se supone, que tiene poder. Esto sucede porque por varias decenas y centenas de años, al preservar el poder los corruptos, pasamos de tenerles temor a admirarlos.

Así, bajo el terror y, sobre todo, gracias a la impunidad, se pierde el sentido del desprecio por el corrupto, lo que permite la consolidación de la corrupción, mediante corruptos que se exhiben y pavonean como modelos a emular. Hoy tenemos el país enmierdado por todos lados, gracias a los corruptos. Y no saldremos de esta situación dantesca hasta que no liquide si la corrupción, lo que significa sacar de tajo a cada corrupto, esté donde esté y en las condiciones que esté, sea quien sea.

En Venezuela hemos llegado a niveles paróxicos de corruptos, que van desde un presidente de la República, como Nicolás Maduro, quien cínicamente se pavonea y monta shows extravagantes del Súper Bigote y su lucha contra la corrupción lanzando rayos y centellas a la nada, pasando por todo tipo de funcionarios que pretenden malandrear a quien ose enfrentar sus actos de corrupción, hasta llegar a unos dirigentes corruptos prefabricados, dizque de oposición, quienes son tan corruptos como los del gobierno.

Recientemente, los venezolanos presenciamos la parafernalia del supuesto desmontaje de corrupción llamado PDVSA -CRIPTO, en la que estaban envueltos como principal cabeza de dicha mafia, Tareck El Aissami, el drogadicto y mercader de prostitutas y ladrón empedernido Húgbel Roa un genio informático difunteado y el resto de ladrones híperpluscuammillonarios, unos presos y otros en huida. Todos esos corruptos fueron denunciados desde hacía años por pendejisque creíamos en que había algún resquicio de moralidad en alguna parte del Poder Moral Republicano o del Poder Judicial.

El caso es que, ¡Ohhh casualidad! Un día antes de confiscarles una que otra propiedad, ellos y sus familiares movieron escandalosamente sus cajas fuertes, camionetas de alta gama, enseres valiosos, prendas, amantes y hasta a su sacrosanta madre. Es decir, estaban bien dateados.

Con todo lo robado por esos pillos, los trabajadores de Venezuela pudiéramos tener sueldos dignos en dólares y la economía funcionaría de manera equilibrada. Hoy, todo está destruido gracias a Nicolás Maduro y su legión de ladrones, quienes además, desparecieron el legado de Chávez.

Quisiera recordar amable lectora y lector, que cuando estos ladrones criollos estaban siendo requeridos y les estaban incautando parte de lo robado, sus vecinos guardaron silencio sepulcral y no faltaron los que se solidarizaron con ellos. Les aseguro que esos pillos saldrán de la cárcel VIP antes de cumplir los cuatro años por todo lo robado. Saldrán muy millonarios junto con todos sus familiares, amigos y testaferros. Y serán celebrados como héroes, presos políticos y pujantes empresarios salidos de la nada.

En este sentido, los venezolanos estamos jodidos, a menos que particularmente decidamos sacudirnos estás lacras y taras sociales. Empecemos por buscar hasta debajo de las piedras a Tareck El Aissami y al encontrarlo, quedará en evidencia quiénes lo tienen bajo su resguardo y el porqué. Ataquemos con todas las armas posibles a todos los corruptos que tengamos cerca y hagámosles la vida imposible, que aprendan que gracias a sus actos de corrupción, la mayoría de los venezolanos vivimos mal y otros están muertos por su culpa. Hagamos que cada corrupto y su familia de cómplices paguen y sientan el rigor de sus actos. Así, empezaremos, poco a poco, a gestar una nueva sociedad de gente honesta y honorable, que no la tenemos en Venezuela. Al corrupto no le tengamos misericordia.



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Luis Alexander Pino Araque


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