20 de enero de 2012.-Insiste el gobierno colombiano en obligar a Venezuela a violar procedimientos, leyes y tratados internacionales con solicitudes diversas de extradición del cantautor Julián Conrado.
Hay que reiterar la mención de los vicios y exabruptos legales de los que adolecen las solicitudes de extradición (tres insólitas e ilegales, con cargos diferentes) del cantautor Julián Conrado presentadas por el gobierno de Santos. Las mismas pueden conocerse en detalle en los alegatos de la defensa presentados ante el Tribunal Supremo. Podemos observar la mamarrachada parajudicial con la cual, fuera de lapsos y con olímpico desprecio y subestimación hacia los tribunales venezolanos, Colombia pretende extraterritorializar (Plan Cóndor) su aberración represiva en la lucha contra la insurgencia revolucionaria. El alegato de la defensa referido es claro, preciso y contundente y se corresponde con la opinión emitida por la Fiscala General de Venezuela que declaró recientemente la improcedencia de la extradición. Basta que el Tribunal Supremo venezolano observe un mínimo apego al derecho para que el cantante esté en la calle en un santiamén, al margen de que se esté de acuerdo o no con las Farc-ep. Si…, ya se que por allí todavía quedan algunos “cautelosos”, a estas alturas muy poquitos, argumentando pazjuatadas “políticas” sobre las relaciones internacionales. Santos es ahora buen amigo y tal. Pero lo cortés no quita lo valiente. La cortesía a la que obliga la amistad no implica perder la valentía de defender los principios y la justicia como razón esencial de la política, si se es revolucionario.
A los irrebatibles alegatos judiciales que amparan a Julián, se suman los permanentes y sucesivos pronunciamientos de personalidades y colectivos que, de todas partes del mundo, claman justicia para el artista detenido, entre las cuales contamos a los periodistas Carlos Aznarez, Lil Rodríguez, José Vicente Rangel y Earle Herrera; cantantes como Lilia Vera, Sandino Primera, Chiche Manaure, Alí Manaure, entre otros; trabajadores intelectuales encabezados por Istvan Metzaros, James Petras y Nestor Kohan. Hay que agregar a los ejemplos anteriores, incontables organizaciones de base que incluyen Consejos Comunales y colectivos de base del PSUV, y la gran mayoría de las organizaciones registradas en el Polo Patriótico, así como instancias partidistas tales como el Partido Comunista de Venezuela, UPV, etc.
Imperativos morales y políticos (superiores a los legales) obligan al Estado venezolano a resolver la libertad inmediata del revolucionario.
En lo MORAL, es incomprensible que permanezca detenido luego de que asesinos y terroristas como Lázaro Forero, Alejandro Peña Esclusa y Henry Vivas fueron liberados por razones humanitarias. El cantante acudió a Venezuela aquejado por problemas de salud y dolencias de combate, buscando paz y el refugio que le fue imposible en el campo de guerra y, por fortuna, tampoco en las fosas comunes que por doquier se hallan en Colombia. ¿Acaso merece Julián Conrado menos solidaridad que los disociados fascistas venezolanos? Incluso la anterior pregunta, que pudiera parecer comparativa, me resulta una infamia. Entregar al compañero, sería facilitarle una presa a la jauría parapolicial colombiana: lo espera la extradición a los Estados Unidos, si acaso no la muerte pronta torturado en un calabozo.
En lo POLITICO, no puede el Estado venezolano, en razón de los ideales bolivarianos, integrarse al Plan Colombia y al nuevo Plan Cóndor que, bautizados ahora como Política de Seguridad Democrática, reedita el imperio con el gobierno santista a la cabeza. Ya, a cuenta de amigos y buenos vecinos, nos dimos un buen patinazo con la insólita entrega del periodista Joaquín Pérez Becerra, lo que tuvo un inmenso costo político para el ejemplo que representa la Revolución Bolivariana en el mundo. La debida justicia para Conrado es la mejor oportunidad para restañar las heridas de un amplio sector del movimiento progresista internacional, justificadamente dudoso desde el caso Becerra y ratificar que Venezuela, reafirmando su independencia y soberanía, sigue siendo el faro de la lucha antiimperialista mundial.
Ante la posibilidad de la libertad de Julián Conrado, la prensa colombiana ha arreciado con los plañidos y resquemores de siempre, alentando la confrontación con Venezuela y atacando al Presidente Chávez. Representan a los sectores que pretenden enturbiar (“descarrilar”) el cauce de las relaciones actuales y son voceros del andamiaje -con los “perros de la guerra” a la cabeza-, económico narco paramilitar de la hermana república. Es fácil deducir el alboroto que formarán al concretarse la medida humanitaria y el apego al Derecho Internacional Humanitario, obviando los demás alegatos y razones de justicia elemental que se deben imponer. Es la misma prensa que, una y otra vez, sin fundamento alguno descalifica a nuestro Presidente, a nuestros líderes militares, políticos y/o diputados, y celebra las infamias del Estado imperial, cuando criminaliza en sus listas a compatriotas dirigentes bolivarianos. Infame, por lo falaz, fastidiosa y desgastada, resulta la actual cantaleta mediática colombiana por el nombramiento del General Rangel Silva como Ministro de la Defensa, haciendo coro servil al Estado yanky que lo calumnia. Son las mismas corporaciones mediáticas (una de las cuales es propiedad de la familia Santos, aliado con grupo PRISA) que se hicieron y hacen la vista gorda ante la existencia de las masacres y fosas comunes, dando cabida en sus pantallas y páginas a cagatintas ideólogos del paramilitarismo como Ernesto Yamhure y José Obdulio Gaviria. Caracol, El Tiempo, El Espectador, Semana, RCN… Harina mentirosa, vocinglera y antibolivariana del mismo costal tenebroso que contiene al paranoico twittero Alvaro Uribe y los espectros de Carlos Castaño. Bueno que sepan que, la gran cantidad de almas justas que hemos defendido los derechos y la integridad de Julián Conrado, también nos disponemos a defender con encono la soberanía nacional, así como el liderazgo y los altos principios de la Revolución venezolana.
No creamos que una vez en la calle terminará la odisea del cantante. Ni así verá la luz después del túnel. Los tentáculos de sus enemigos (que también son los nuestros) son largos. Le tocará lidiar con el narcosicariato, los aparatos de inteligencia colombianos, el MOSAD y la CIA, comprobadamente presentes en Venezuela. Aunque nunca creí que el verdadero Julián fuese ese que fabricaron los medios colombianos, acreedor de un prontuario guerrero de extorsiones, asesinatos y bombazos hechos por él, que de ser verdad avergonzaría al mismo Rambo, seguro estoy que disparó el fusil en su ajetreada vida de guerrillero cantor, pero no es precisamente por ello el encono contra su existencia. Nunca ha negado su condición de excombatiente en la guerra colombiana. Pero no es eso lo que le cobran con saña. No le perdonarán jamás que en medio de tanta guerra, injusticia y muerte, todavía existan cantos de esperanza y optimismo, como tampoco que desde las mazmorras enarbole como consigna: ¡Amando venceremos! Nada más terrible para un enemigo feroz y sanguinario que la alegría jodedora de un cantante guerrillero: es el presagio de su derrota segura. Ese es el fondo de todo el asunto.