La educación privada: un monstruo de explotación y de opresión al docente

Mientras exista el capitalismo -dominante y arrogante con el capital en sus manos haciendo de las suyas y gobernando el mundo- es una bravuconada infantil pretender que con palabras y denuncias llegue, siquiera, a convertirse en razonable y filantrópico de pies a cabeza. Es imposible evitar la existencia de la educación privada y de corregir todos sus desafueros, sus tropelías, sus desenfrenados métodos de explotación y opresión al docente, sin que por ahora no nos aboquemos a la denuncia y la lucha contra la especulación en el cobro de matrícula que los padres o representantes deben cancelar a los propietarios del instituto privado para que acepten a sus hijos o sus hijas y de la mísera cantidad que pagan en materia de salarios a los y las docentes.

 Es verdad que la necesidad -especialmente la del hambre- tiene cara de perro. Eso hace que muchos profesionales, por imposibilidad del Estado de garantizar plazas de trabajo para todos y todas los y las docentes, se ven en la imperiosa necesidad u obligación de aceptar las miserables condiciones de trabajo y pago en las instituciones de educación privada. Engels nos recuerda cuál fue uno de los descubrimientos de mayor importancia de Marx y que entra o encuadra perfectamente en lo que acá vamos describiendo sobre la educación privada y la explotación y opresión al docente: “Así como Darwin descubrió la ley del desarrollo de la naturaleza orgánica, Marx descubrió la ley del desarrollo de la historia humana: el hecho, tan sencillo, pero oculto hasta él bajo la maleza ideológica, de que el hombre necesita, en primer lugar, comer, beber, tener un techo y vestirse antes de poder hacer política, ciencia, arte, religión, etc.; que, por tanto, la producción de los medios de vida inmediatos, materiales, y por consiguiente, la correspondiente fase económica de desarrollo de un pueblo o de una época es la base a partir de la cual se han desarrollado las instituciones políticas, las concepciones jurídicas, las ideas artísticas o incluso las ideas religiosas de los hombres y con arreglo a la cual deben, por tanto, explicarse; y no al revés, como hasta entonces se había venido haciendo”. Más que por política, ciencia, arte o religión, muchos docentes -por hambre y otras necesidades elementales de la vida material- se ven arrastrados a dar clase en la educación privada casi como un total regalo de su fuerza de trabajo físico y espiritual.

 No estamos exonerando, con lo que acá se está describiendo, al Estado de responsabilidades en relación con la educación, pero mientras no se produzca el socialismo en el mundo entero, siempre habrán espacios imposibles de rellenar evitándose con ello que toda la sociedad llegue a ser realmente culta disfrutando, entre otras cosas, de una vida material que le permitirá suficiente tiempo para sus labores espirituales. La persona que ha vivido la cruel experiencia de ejercer su profesión de educadora en una institución privada pasó, antes como contratada, por un liceo público y luego de un año ni siquiera le han confirmado si le van a cancelar el salario ofrecido. Eso no puede ser nunca culpa del Presidente de la República, sino de quienes, en el estado Lara, poseen la responsabilidad de resolver esa ingtrata situación, porque hay gerencias que hablan del socialismo y se olvidan, en oposición a los dictámenes del gobierno nacional, del descubrimiento hecho por Marx sobre la ley del desarrollo de la historia humana.

 El contrato de trabajo docente privado se fundamenta en cumplir con dictar clases durante 36 horas por semana nada más y nada menos que a 300 alumnos, repartidos en varias aulas y grados. Lean esto y no se ¡asombren!, porque así actúa la propiedad privada: 576 mil bolívares al mes, es decir, 576 bolívar fuerte. Más una cesta tiket que se corresponde por los almuerzos de los días laborales, evitando con ello tener -la institución privada- gastos de comedor, obreros y otros. ¿No es, incluso que respondan los mismos dueños de los institutos privados de educación, un maldito crimen de lesa humanidad, de verdadera esclavitud, trabajar en esas condiciones de tiempo y pago?

 Además, el o la docente que acepta ese miserable y denigrante contrato, está obligado u obligada a guiarse por un principio de la economía capitalista (la ganancia para los dueños del instituto) y no por el de la educación, siendo éste el que la calidad de la enseñanza se exprese en la calidad del aprendizaje. Este, no importa, porque por encima está el factor determinante, decisivo: el pago de la matrícula permanente pone la nota, califica la flojera por la motivación, el desconocimiento por el conocimiento, la indiferencia por la responsabilidad, el fetiche por la ciencia. Quien manda y decide, en fin, es el bendito y sacrosanto dinero.

 ¿Dónde está la monstruosidad de la explotacióm y la opresión que no es remunerada por el amo de la institución privada?

 Juro que lo que estoy escribiendo o diciendo es la verdad verdadera. Partamos que la docente, hasta ahora, no se ha convertido en una esclava doméstica del hombre con el matrimonio, aunque cumple funciones de hogar para sí misma. Desde que está dictando clases comenzó a vivir rigores de la esclavitud suprema del tiempo aun sabiendo ella que la esencia más importante de la economía es lograr la economía de tiempo, para que el ser humano disfrute holgadamente de diversas expresiones de la vida social en justicia y libertad. Ahora, la docente, se acuesta a las dos de la madrugada para levantarse a las cinco de la mañana. Sólo así estará, reprimiendo conscientemente y por necesidad de subsistencia sus músculos y sus nervios, de hacer su comida y arreglarse higiénicamente para poder hacer acto de presencia a las siete de la mañana en el instituto privado. Alguién preguntará: ¿pero por qué se acuesta tan tarde? Aquí va la respuesta: tiene no sólo casi diariamente que preparar las clases y leer algunos textos relacionados con la materia, sino que debe dedicar hora tras hora al viejo e improductivo método de evaluación de exámenes escritos que casi nunca toman en consideración el estado anímico o social de los alumnos. Calculen los lectores ¿qué cantidad de tiempo semanal se requiere para corregir 300 exámenes escritos? Sólo tengan la idea que ahora el sábado y el domingo tiene la docente que dedicárselos al instituto de educación privada para poder cumplir con esa piedra pesada en que el capitalismo convierte al trabajo.

 Conclusión: en tres meses se agotaron las fuerzas físicas de la docente y se le embolataron las psíquicas. Es como para volverse loca en el cansancio, la desesperación, la incertidumbre, porque las personas responsables, esas que le dan crédito a la palabra empeñada, prefieren el sufrimiento a dejar de cumplir con el contrato acordado. El capitalista es, por naturaleza, indiferente y hasta se burla de los dolores que causa a sus explotados y oprimidos. Debieran leer, aunque sea unas pocas páginas, los propietarios de los institutos de educación privada algo de la vida y obra del socialista utópico don Roberto Owen.

 Final: no aguantó la camarada docente y decidió retirarse para volver a las filas del numeroso ejército de desempleados de donde, seguro, saldrán miles de miles de personas a combatir y un buen amanecer, atardecer o anochecer, participarán activamente en la sepultura definitiva y boca abajo del capitalismo y todos sus vicios, trampas, atrocidades, injusticias y desigualdades sociales. Será entonces cuando la persona podrá entrar segura del buen equilibrio de sus fuerzas físicas ymentales, tal vez, antes de vivir la década de los cuarenta a los cincuenta años, actualmente prevista por la ciencia para esa medición.

 ¿Se dan cuenta los capitalistas el por qué el socialismo tiene que y debe triunfar y acabar para siempre con el capitalismo público y también privado?



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Freddy Yépez


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