Ajustar el precio de la energía, especialmente de la gasolina, es una cuestión estratégica para el país. Incluso, diría, de dignidad nacional. Hiere el alma ver y conocer el desmadre que las mafias han generado con nuestros recursos naturales y producidos, a cuenta de su precio literalmente regalado. Nadie, por ejemplo, nos va echar el cuento a los zulianos del contrabando de extracción de gasolina. Seguir este desmadre es pasar por pendejos ante la comunidad internacional. En los últimos días, el presidente Maduro ha colocado en el debate público el ajuste del precio de la gasolina. Lleva décadas rezagado y ya es asombroso las cosas que se pueden comprar con la cantidad de dinero que se llena un tanque de gasolina. Además del saqueo de un recurso natural que se nos va, del saqueo a la Hacienda Pública por el dinero que deja de entrar, del saqueo de nuestro modo de vida por las fronteras, su precio ha estimulado un uso despilfarrador e irracional, altamente nocivo contra el medio ambiente. Existen miles de razones más para sincerar el precio de la energía, desde aquellas de orden ambiental hasta las que aluden a su aporte a la estabilización de la vida en nuestros pueblos y ciudades de fronteras.
El debate se ha abierto y casi todos convienen en la necesidad de su ajuste, incluso los opositores más recalcitrantes. Desde cierto sector de la oposición se alega que antes del ajuste se revisen los acuerdos comerciales mediante los cuales el Estado vende en condiciones particulares petróleo a países del Caribe y Centroamérica. Una regaladera según ellos, aunque en privado reconocen que el ajuste es impostergable y quieren verla como parte del paquete que a ellos les habría gustado aplicar. ¡¡Que enajenados están de la realidad y que ciegos para ver la madera nacionalista de este y todos los gobiernos de los hijos de Chávez!! A ésta mentira, vulgar y malintencionada, le ha salido al paso el propio Ministro de Energía y Petróleo, para advertirles que como ellos saben bien los acuerdos que Venezuela tiene se honran, se cobran todos y, además, se hacen a precios internacionales.
Estos acuerdos forman parte de una larga tradición de cooperación internacional que se inicia a mediados de los años setenta. Entonces se firmó, en el marco de una Cumbre de Jefes de Estado de Centroamérica y el Caribe celebrado en Puerto Ordaz, el «Primer Programa de Cooperación Financiera con América Central y el Caribe», antecedente directo de lo que después sería el Acuerdo de San José, suscrito con México en 1980 y renovado anualmente hasta el presente, mediante el cual se suministra hidrocarburos a los países centroamericanos y del Caribe, en condiciones financieras preferenciales. No fue un invento de Chávez; aunque Chávez lo repotenció en el marco de una política exterior digna, nacionalista, de respeto y apoyo a los pueblos amigos con quienes compartimos geografía, cultura e intereses estratégicos.
Todos los acuerdos de PETROCARIBE están hechos en la marco del Acuerdo de San José. Consagra en su letra entre otras cosas que “… adicionalmente a los beneficios establecidos en el Acuerdo de San José y en el Acuerdo de Cooperación Energética de Caracas, la República Bolivariana de Venezuela extenderá facilidades a los países del Caribe de menor desarrollo relativo, sobre la base de las cuotas que se establezcan bilateralmente…”. Regaladera había antes cuando con la apertura petrolera se eliminaron los derechos territoriales sobre el recurso y se quiso desconocer la renta territorial o regalía como derecho histórico de la nación. La política de plena soberanía petrolera más bien rescató el descuento de 40% que se le hacía a Citgo, para la gasolina y derivados que compraba USA, además de recuperar el derecho nacional sobre el sub/suelo —cobrando 33% de regalías en lugar del 1% con el que se acordaron los convenios de apertura— para invertirla en el desarrollo social del pueblo.