Transitamos por décadas de irrespeto y la descalificación de los demás

En el marco del fortalecimiento de la calidad educativa en Venezuela, que adelanta el MPPEducación, resaltan algunos aspectos determinantes en esa búsqueda de calidad para los habitantes de este país que bien vale la pensa destacar.
Y no es para menos porque la preocupación por la calidad de la educación lleva al despacho de Héctor Rodríguez a que se hagan muchas interrogaciones, como de hecho se la vienen haciendo. Las interrogantes tienen validez porque conducen a una amplísima revisión de lo que se está haciendo. Por eso, nada debe extrañar su tenor cuando se interrogan
 
¿Mantenemos los ambientes escolares caracterizados por la participación, el respeto, la creatividad, el trabajo cooperativo?
Una de esas preguntas me hizo recordar en una oportunidad - cuando cubría el área educación para un diario que era importante en el pasado-, haber escuchado cuando una maestra trataba irrespetuosamente a un niño, al punto que lo calificaba de bruto.
Esa experiencia, de haber oído tales palabras dirigidas a un pequeño, que a lo mejor estuvo distraído o tuvo dificultades en su visión o audición ha formado parte imborrable de mis recuerdos, quiza porque soy Maestro Normalista. Nunca llegué a comprender tal conducta de la no recordada maestra.
 
Hemos vivido en un país que ha transitado por décadas de irrespeto, de descalificación del otro, de ignorar a los demás. Ha sido una dura realidad. Cuando se está en un aula de clases debemos enchufar una especie de antena satelital para cubrir lo más que se pueda del comportamiento de ese colectivo que intenta aprender pese a ciertas actitudes que nada tienen que ver con el magisterio.
Sabemos que cuando los niños y jóvenes llegan por primera vez a un salón de clases, lo hacen arrastrando una carga de valores y vicios que les han sido sembrados en el hogar, los cuales son productos, a su vez, de la formación o ausencia de ella, de las personas a quienes les compete el rol de la crianza.
 
Es sencillamente de esa manera.
 
Pero los docentes deben asumir esa dura carga, porque eso forma parte del proceso de enseñanza-aprendizaje. Es mas o menos -con sus respectivas distancias- lo que hace hoy día la revolución bolivariana, es decir, aceptar que existe una catálogo de vicios en la sociedad y comprometerse -con el hacer haciendo- a dibujar un nuevo rostro para esa sociedad, sin vicios, sin enfermedades, con atención a sus miembros y orientándoles, dándoles herramientas para que inicien un proceso de transformacíon.
Y eso es lo que ha venido haciendo la revolución bolivariana en todas las áreas sociales, logrando que las personas estudien, participen, aprendan a trabajar en colectivo y asuman las responsabilidades que les competen.
 
Lo que hace la revolución lo hace y seguirá haciendo basado en el rescate de un proceso educativo, que brinde no solo conocimiento e información sino transmitiendo los valores de la nación que han sido producidos por sus creadores y del mismo modo, la evolución de esa sociedad desde las regiones mas apartadas hasta los lugares de mayor concentración de los habitantes.
 
Lo que hace la revolución bolivariana hoy en día, es una acción de alta envergadura, dirigida muy puntualmente a la transformación del venezolano y su país; una revolución que está totalmente comprometida a rescatar al ser humano, no ese rescate físico que también se hace, sino dotarlo del cúmulo de valores morales y de un despertar de conciencia que siempre debió recibir, para así abrirle el camino hacia un mejor país que permita que el bienestar llegue al mayor número de sus hijos.
 
De eso se trata y con mucho sentimiento de amor. Es el ser por encima del tener del que hablaba el Comandante Supremo Hugo Chávez.


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Pedro Estacio


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