El Mundo no es, está siendo

Nuestra América está cambiando, se reagrupa, articula un discurso propio, emancipador, y vuelve la mirada sobre sí misma sin desconectarse de los problemas del mundo. Asumimos el llamado a ser vanguardia en esta lucha por la justicia; entendiendo que además de ser el reservorio más grande de agua, gas y petróleo, somos la reserva cultural del planeta.

Este siglo será el marco histórico del hombre y la mujer nueva, un verdadero siglo de luces, y estamos llamados a entender que tamaña tarea exige la transformación de los mecanismos y conceptos con los que se pretende formar a las nuevas generaciones, tomando en cuenta el contexto y las necesidades de la “sociedad moderna”.

La lucha fundamental, entonces, es cambiar la realidad, no acomodarnos a ella, sino transformarla radicalmente. Esto pasa por un proceso de toma de conciencia, en el que cada individuo asume su rol como Ser capaz de incidir en la historia, porque la historia no decide nuestras vidas, ella es producto de nuestras acciones, resultado de la cultura, que es creación humana. El modelo neoliberal ha construido su poderío desde una dimensión ideológica que consiste en negar la historia y sembrar en cada persona ese fatalismo paralizante que le impide accionar en función de su destino, asumiendo el mundo tal cual es, convencidos de que siempre será así. El mundo no es, el mundo está siendo, como afirma Frerire, y en la medida que el mundo está siendo, se hace posible cambiarlo. Ninguna realidad es dueña de sí misma; la sociedad, la cultura y la política, son creaciones humana. El problema se expande cuando decidimos insertarnos en esta realidad pensando en el bienestar propio, y no en la transformación de ella en función de la justicia colectiva. Cada día mueren de hambre unas sesenta mil personas en el mundo y el acceso al agua es tan desigual que mientras cada ciudadano norteamericano consume quinientos cincuenta litros de agua por día, en África, el promedio por persona apenas llega a los nueve litros. Esta realidad cruel es el resultado de la manera cómo nos hemos organizado a lo largo de la historia; o dicho con más precisión, es producto de las formas que tiene el capitalismo de distribuir las riquezas y miserias.

El reto está en cómo cambiar esa percepción errada que asume el mundo como una fotografía inalterable; que justifica la pobreza extrema de algunos países del sur del mundo, o la muerte de millones de niños, como un destino manifiesto o voluntad divina. La labor de intelectuales, educadores, y de todo quien ejerce la tarea de comunicar, es asumir su rol socializante en función de generar conciencia protagónica; es oponerse, a través de contenidos creativos y atractivos, al discurso individualista del sálvese quien pueda. Si nos sentamos como Fito Páez, a fumar a orillas del camino, mirando el humo mientras todo pasa, seremos víctimas de un modelo que se impone sobre nosotros, nos usa y desecha a su antojo.

Hoy el viento sopla a favor, no vivimos en la Latinoamérica de las dictaduras militares ni de las democracias traidoras; tampoco vivimos, aún, en el edén socialista, pero sin duda hay un escenario que permite crear, imaginar y accionar. Contamos con el enorme legado de los hombres y mujeres que se dieron sin reservas a la lucha por los oprimidos, enfrentando la globalización de la miseria con armas de fuego e ideas revolucionarias, a favor de los pobres. Este es nuestro momento para darle un vuelco a la historia del mundo; de asumir que en nuestras manos, que son muchas, fuertes y nobles, reside la magia creadora de los pueblos.

ESCRITOR Y MILITANTE COMUNISTA

@paradaliteraria

paradacreativa@gmail.com



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