La Revolución: un camino que se hace al andar

Los procesos de transformación revolucionaria de la sociedad son, parafraseando al poeta Antonio Machado "caminos que se hacen al andar". Pero como es sabido, para poder recorrer un camino hay que saber andar y ahí es donde la teoría revolucionaria juega un papel determinante.

La teoría es un cúmulo de conocimientos que permiten ordenar el proceso transformador o, en otras palabras, nos permiten reconocer el camino correcto que se tiene que ir construyendo, pues no basta solamente con andar a ciegas: hay que ver qué terreno se está recorriendo y sobretodo saber a dónde se quiere ir; de lo contrario sería un andar errático.

Con demasiada frecuencia se escucha hablar que el marxismo está revaluado, superado, que se ha quedado anquilosado en análisis del pasado; los agoreros del continuismo se vanaglorian de tener las claves del desarrollo de la sociedad sin revoluciones y en ese mismo orden de ideas, por supuesto que el socialismo, como alternativa al modelo de sociedad capitalista habría fracasado, aun antes de haber llegado a instaurarse completamente.

Se echa mano de forma manida del fracaso de los intentos de construcción social que se trataron de consolidar como opción al capitalismo en la otrora Unión Soviética y los países de Europa oriental, como demostración de la inviabilidad de la búsqueda de superación revolucionaria de la sociedad burguesa patriarcal globalizada; desde hace décadas se viene pregonando el discurso del fin de la historia y la imposibilidad de trasformar la sociedad, como si ésta fuera algo estático e inmutable.

El materialismo histórico y el materialismo dialéctico, son un sistema que busca entender y aprehender la realidad social mediante un método científico. Como toda ciencia, tiene una conceptualización que le es propia, un sistema de valores y categorías, que se deben manejar para no incurrir en errores: nada dista más de una postura dogmática en su esencia que el método iniciado por Marx y Engels, al que se ha dado en llamar comúnmente marxismo frente a lo cual, valga decirlo, ante las tergiversaciones de sus planteamientos, el mismo Marx expresara: "Todo lo que sé es que yo no soy marxista", refriéndose ahí Marx a los marxistas franceses de la época, como lo reseña Engels en una carta[i].

Sería cuando menos aventurero hablar de un Marxismo como tal, pues es evidente que en el devenir histórico – desde que fueran explicadas las bases de la crítica a la sociedad burguesa por parte de Marx y Engels hasta nuestros días –, han sido muchos y muy variados los matices que han surgido en innumerables interpretaciones de dicho sistema filosófico y muy variadas las escuelas que de él han brotado, cayendo algunas en prácticas desde todo punto de vista dogmáticas, reduccionistas y mal intencionadas.

Los postulados de Marx y Engels, en tanto dialécticos no pueden ser considerados una obra acabada, rígida o estática. Ellos cumplieron con su papel de fundar las bases para el análisis crítico, revolucionario de la realidad social, y ¡vaya que lo hicieron! Lo cierto es que hoy por hoy la obra de los fundadores del materialismo dialectico y del materialismo histórico tiene plena vigencia, así como el desarrollo que han tenido algunos de sus continuadores en ahondar en dicha crítica.

En momentos de auge del discurso reaccionario, de diatribas contra la teoría revolucionaria, de repliegue de la izquierda en la búsqueda de "nuevas" plataformas de lucha, de "nuevos" sujetos histórico, de "nuevas" banderas y consignas, así como de "nuevas" formas de reacomodar la sociedad (digo reacomodar y no revolucionar, porque en la palestra se ven por doquier quienes solo pretenden salir de la coyuntura y no ahondar en las contradicciones y buscar la ruptura con el modelo social burgués y patriarcal), se hace imprescindible la asimilación de la teoría verdaderamente revolucionaria que permita desarrollar de forma científica un modelo de sociedad que dé al traste con el capitalismo y todas las formas de dominación y explotación de las personas por su condición de clase, de género, de etnia, raciales, etc., que en él se subliman.

Aspectos como la teoría del valor explicada por Marx en su obra El Capital, la cual la economía política burguesa no logra refutar, demuestran que está en la esencia del capitalismo el ocultamiento de la razón última del surgimiento del valor, que no es otra que la materialización del trabajo humano en el objeto sobre el cual se ejerce dicho trabajo durante el tiempo socialmente necesario para su producción.

Así mismo, la demostración de que el capital se incrementa no gracias a la habilidad del capitalista en el momento de realizar las mercancías en el mercado por un mayor valor del que haya sido producida (Marx explica también que las mercancías se intercambian por otras de igual valor, frente a lo cual el dinero hace las veces de equivalente universal, representando en él dicho valor), sino que surge del valor materializado por el obrero en dicha mercancía y el cual no es pagado por el capitalista a quien realiza el trabajo, a lo que Marx llama plusvalía. Es esta plusvalía, es decir el valor que el capitalista no le paga al trabajador y del cual se apodera, lo que permite el incremento del Capital y el surgimiento de las grandes fortunas de los burgueses y la pobreza de los trabajadores y de la inmensa mayoría de seres humanos en el planeta.

Este proceso de despojo del cual son víctimas los verdaderos productores de la riqueza, es decir la clase obrera, aquellas personas que son responsables de la creación de la riqueza, lleva a lo que se conoce como el trabajo enajenado, que no solamente es la imposibilidad del disfrute por parte de los trabajadores y las trabajadoras del fruto de su trabajo, sino el ulterior enfrentamiento con este objeto que les resulta ajeno una vez puesto en el circuito comercial, siendo por demás un medio de alienación de las personas en tanto dicho proceso transforma el fruto de su trabajo en mercancías que representan de forma artificial modelos de consumo, formas ideológicas de dominación y de segregación y, fundamentalmente, formas de opresión de unas personas sobre otras. El consumo de mercancías es una forma de imponer poder, por parte de aquellas personas (la burguesía), que por su condición de clase detentan los medios económicos para apoderarse de la mayor parte de la riqueza; es decir son propietarios de los medios fundamentales de producción, lo que les brinda los mecanismos económicos para formar, reforzar y controlar los aparatos de dominación social, política, económica, militar y sobre todo las vías de imposición de un modelo de sociedad que es producido y reproducido cotidianamente por las personas bajo la lógica de la acumulación del Capital.

Esto nos lleva a ver que en este momento la contradicción fundamental existente en la sociedad sigue siendo entre Capital y trabajo asalariado/enajenado, lo que por demás implica a las dos clases que mantienen una contradicción que es antagónica, representadas en la burguesía y el proletariado. Esto ha sido así desde el surgimiento del capitalismo hace ya más de tres centurias y, así se empeñen en negarlo, continúa siendo de esta manera, pues no hay en el modo de producción basado en la acumulación de Capital un espacio para zanjar dicha contradicción, ya que la burguesía requiere del proletariado para subsistir, como las personas del aire para sobrevivir; no así el proletariado, que no necesita de la burguesía para seguir produciendo bienes materiales para la sociedad en su conjunto y resurgir como seres liberados de ataduras que los dominan.

No puede haber dentro del modelo de sociedad burguesa un término medio, solamente es válido el incremento del Capital, pues esta es su naturaleza y para ello es imprescindible la explotación de mano de obra ajena por parte de los detentadores de los grandes medios de producción.

Así vociferen y pataleen todo lo que quieran los intelectuales burgueses, hablando de democracia, de libertad, de igualdad, etc., la sociedad capitalista es en esencia una sociedad que se basa en la explotación de las mayorías por una minoría. Esto lo explicaron Marx y Engels en su momento y hoy sigue siendo así. Habrán cambiado los procesos productivos, el desarrollo de la ciencia y la técnica habrá impulsado la producción de mercancías a niveles antes nunca vistos, pero la producción de valores nuevos en la sociedad sigue siendo a partir de la materialización de trabajo humano en los objetos; y la expoliación de la plusvalía por parte de los dueños de los medios de producción, los burgueses, sigue siendo el combustible que alimenta la máquina que reproduce la desigualdad social.

En este punto es importante señalar lo que apuntara Marx: "...Por lo que a mí se refiere, no me cabe el mérito de haber descubierto la existencia de las clases en la sociedad moderna ni la lucha entre ellas. Mucho antes que yo, algunos historiadores burgueses habían expuesto ya el desarrollo histórico de esta lucha de clases y algunos economistas burgueses la anatomía económica de éstas. Lo que yo he aportado de nuevo ha sido demostrar: 1) que la existencia de las clases sólo va unida a determinadas fases históricas de desarrollo de la producción; 2) que la lucha de clases conduce, necesariamente, a la dictadura del proletariado; 3) que esta misma dictadura no es de por sí más que el tránsito hacia la abolición de todas las clases y hacia una sociedad sin clases..."[ii]. La presencia de las clases sociales, como lo señala Marx, no es una condición inherente a la sociedad, y por tanto en el proceso de desarrollo social, estas se modifican y finalmente llegarán a desaparecer en el punto en que la producción y consumo en la sociedad sea equitativa pues en ese momento éstas perderán su razón de ser.

Aquí cabe aclarar la confusión que han creado los intelectuales burgueses con la imposición de su ideología a la sociedad en su conjunto, que pretenden mostrar la democracia burguesa como si estuviera por encima de los intereses de clase de la burguesía y como si no fuese esa democracia burguesa otra cosa más que la dictadura de la burguesía impuesta por la fuerza al resto de la sociedad.

En esta perspectiva es que se tiene que entender la necesidad de construir formas participativas de la sociedad distintas a la democracia burguesa, la necesidad de construir una democracia revolucionaria, con el ejercicio del poder por parte del proletariado, poniendo los aparatos del Estado en función de la defensa de los intereses del conjunto de la sociedad.

Con el verdadero ejercicio del poder revolucionario de la democracia proletaria, la burguesía como clase desaparecerá en el momento que es expropiada de los medios fundamentales de producción, pero no así los otrora burgueses, que se mantendrán allí y albergarán la esperanza de recuperar sus privilegios, al igual que sujetos desclasados que se venden a los intereses de la burguesía internacional, por lo que será necesaria la presencia del poder de la clase revolucionaria como garante del desarrollo de la nueva sociedad.

Es claro que con el advenimiento de la sociedad burguesa y su imposición como modo de producción fundamental a nivel global, la sociedad simplifica sus divisiones de clase, dejando dos clases antagónicas: la burguesía y el proletariado. Lo que no quiere decir que de acuerdo a cada formación económico-social históricamente determinada, no se presenten otras clases sociales representantes de intereses diversos; así como tampoco niega el hecho que dentro de las distintas clases sociales se desarrollen sectores y fracciones de clase, que complejizan mucho más la realidad social.

Las condiciones para la instauración del socialismo como modelo social no están determinadas por cánones éticos, morales o sentimentales, es solamente una consecuencia lógica del nivel de desarrollo alcanzado por las fuerzas productivas y el alto grado de contradicción que existe entre estas y las relaciones sociales de producción, es decir: lo que se produce en términos de bienes de consumo en la sociedad y la forma en que este producto de bienes es socializado posteriormente.

La sociedad en su desarrollo ha alcanzado un nivel de productividad de bienes de consumo de todo tipo que hace posible la satisfacción de las necesidades de la sociedad en su conjunto, sin embargo es indispensable modificar la manera de apropiación y de consumo. Los modelos de consumo desmesurado impuestos por el mercado capitalista, en la búsqueda del incremento cada vez mayor del Capital, lleva a que por medio del consumo los individuos se vean cada vez más desprovistos de su humanidad, convirtiéndose de forma acelerada en simples consumidores, dejando atrás su condición humana, para ser piezas del entramado que busca perpetuar el ciclo de acumulación del Capital, arrasando a su paso todo lo que pueda ser consumido y convertido en ganancia.

Solamente el socialismo podrá salvar a la humanidad de su ya inminente desaparición.

 


 

[i] Carta de Engels a Pablo Lafargue. 27 de octubre de 1890.

 

 

[ii] C. Marx & F. Engels, Carta a Joseph Weydemeyer (5 de marzo de 1852). Obras Escogidas, en tres tomos, Editorial Progreso, Moscú, 1974, t. I Pag. 542

 

 



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