Brexit, síntoma y resultado de tendencias reaccionarias a nivel mundial

Es necesario enmarcar la victoria del brexit en el contexto europeo y mundial para intentar visibilizar todas las consecuencias posibles que se pueden desencadenar en los próximos meses o años.
El brexit rompe la credibilidad de la UE como proyecto irreversible.
En el contexto europeo hay dos factores que destacan. El primero es la característica de Gran Bretaña como un socio comunitario conflictivo y poco fiable, siempre opuesto a una mayor profundización de la construcción política europea en nombre de un nacionalismo que servía para defender los intereses de la city londinense y su otro vínculo importante internacional, la relación especial con EE.UU. Igualmente fue el socio que más resistencias puso a cualquier reconocimiento de derechos sociales en la UE.
Hay que recordar que Gran Bretaña no fue un socio fundador de la CEE porque consideraba más beneficioso mantener su Commonwealth y sus relaciones colonialistas. Pero rápidamente cambió de opinión con la pérdida de su imperio colonial y su retraso económico frente al avance de los socios europeos de la CEE. Su intento de incorporarse  al club fue vetado por dos veces por De Gaulle y lo consiguió, finalmente, en 1973 tras la retirada de De Gaulle del poder. Pero los laboristas llegaron al poder en Gran Bretaña en 1974 con la promesa de un referéndum sobre la permanencia que se celebró en 1975 y en la que venció la posición de mantenerse en la CEE.
En 1992, cuando el Tratado de Maastricht da lugar a la UE y se imponen definitivamente las políticas neoliberales, los socios europeos se vieron obligados a hacer concesiones a Gran Bretaña para sacar adelante el acuerdo. Estas concesiones fueron para quedar al margen de la moneda única, el control fronterizo, las políticas sociales y derechos europeos y temas relacionados con libertad, seguridad y justicia. Finalmente, Cameron obtuvo otras concesiones para pedir la no salida de la UE en el reciente referéndum, como el recorte de derechos sociales a los emigrantes comunitarios en Gran Bretaña, la no obligación para este país de participar en rescates comunitarios (en los que no ha intervenido hasta ahora) o no de participar en mayores grados de integración política y federal en la UE.
Desde este punto de vista, la salida de Gran Bretaña debería de ser una fuente de  problemas menos para la UE. Ahora bien, por su peso económico - la segunda economía de la eurozona - y por el propio gesto de abandonar la UE, ésta queda tocada gravemente en su credibilidad como proyecto futuro. La irreversibilidad de la UE fue un principio que perdió su credibilidad hace un año cuando se planteó seriamente la expulsión de Grecia si Syriza no claudicaba. Ahora Gran Bretaña ha roto definitivamente la confiabilidad en ese principio reforzando, además, las tendencias rupturistas que anidan, con más o menos fuerza, en todos los países de la UE.
La construcción de la UE entra en zona de riesgo, probablemente aumenten las tendencias rupturistas en más países y se abra un largo periodo de incertidumbre política y económica con consecuencias difíciles de pronosticar. Las reacciones económicas inmediatas ante el resultado han sido muy negativas, pero habrá que esperar si se origina una recaída en la recesión económica en Europa a pesar de que el BCE haya prometido toda la ayuda que haga falta para contrarrestar los efectos de la salida británica.
Seguramente los intereses de la gran burguesía europea serán dañados seriamente, perdiendo peso e influencia en el conjunto mundial a favor de otras grandes potencias y bloques como EE.UU., China y la zona de Asia-Pacífico, al igual que el euro va a verse reducido, o desaparecer, en su papel de dinero mundial alternativo y en concurrencia con el dólar, que volverá a su papel mundial sin competidores. La derrota de la gran burguesía europea no será una victoria para los trabajadores europeos, cuyas fuerzas políticas son prácticamente impotentes, sino para otras grandes burguesías del mundo.
El brexit fortalece las fuerzas populistas xenófobas en Europa.
El segundo factor a tener en cuenta es en qué sentido se ha dado la victoria del brexit. Es decir que fuerzas políticas le impulsaban y cuales pueden resultar beneficiadas. A pesar de que existen algunas fuerzas en la izquierda radical - totalmente marginales - que abogan por la salida  de la UE de sus países para recuperar la soberanía y acabar con el neoliberalismo, las fuerzas políticas más importantes que impulsan el euroescepticismo y la ruptura con la UE son populismos de extrema derecha cuya principal munición son los discursos xenófobos. Esas han sido las fuerzas más importantes que han impulsado y encabezado el Brexit, el UKIP y los sectores más radicales del partido conservador (en una nueva muestra de la autonomía relativa de la política, al actuar en contra de los principales intereses económicos británicos), y los que más han celebrado la victoria del brexit en Europa (Le Pen, etc.) y el mundo (Trump). Y esas son las fuerzas que más réditos van a obtener del brexit en los próximos meses o años.
Recientemente esa extrema derecha estuvo a punto de obtener una victoria esencial en las presidenciales de Austria, ahora en Gran Bretaña ha recargado energía, y su gran asalto va a ser el año próximo en las elecciones presidenciales francesas, donde Le Pen utilizará a fondo el brexit. Una victoria en Francia de esa magnitud podría impulsar definitivamente a las fuerzas de extrema derecha populista y xenófoba en toda Europa, hiriendo de muerte a la UE y haciendo aparecer el fantasma del fascismo europeo de los años 30.
Con toda seguridad la reacción de los partidos conservadores europeos - para evitar perder su electorado a favor de los populistas de extrema derecha - van a realizar un giro más acusado hacia las posiciones de éstos en los temas de la inmigración y la multiculturalidad, aprovechando la situación para profundizar las políticas antisociales impulsadas desde el inicio de la crisis económica actual. El resultado lo sufrirán en primer lugar los inmigrantes, tanto los que están asentados en Europa como los que pretenden arribar a ella, y después el conjunto de los trabajadores y las clases populares.
Las alianzas políticas y sociales que se han formado en Gran Bretaña de cara al referéndum del brexit son una repetición de esas mismas alianzas a nivel internacional y un claro síntoma de la debilidad de la izquierda. A favor de la permanencia de Gran Bretaña en la UE se encontraban la mayoría del partido laborista y el sector más europeo de los conservadores, los sindicatos, la patronal y las grandes corporaciones, Escocia e Irlanda del Norte, todos ellos unidos en una alianza implícita frente al UKIP, el sector más euroescéptico y nacionalista del partido conservador, Inglaterra y Gales. Los motivos de aquella alianza eran distintos para cada uno de sus componentes frente a un peligro común para todos.
Síntomas de una izquierda a la defensiva y en retroceso a nivel mundial.
Como apuntábamos, ese tipo de alianzas no explícitas ya se habían ensayado en otros lugares recientemente. He aquí algunos ejemplos: En Austria el candidato presidencial de carácter populista ultraderechista es derrotado por la mínima cuando el resto de partidos de derecha e izquierda votaron al candidato ecologista.                                                                                                         
En Argentina ganó el candidato más conservador, Macri, frente a la alternativa del peronismo conservador (Scioli), el apoyo o no a este último dividió a la izquierda argentina.
En Perú la candidata populista autoritaria, Fujimori, fue derrotada en una ajustadísima elección por un ex-banquero conservador apoyado por la derecha y la izquierda.
En EEUU la única manera de impedir el triunfo de Trump, un populista ultraderechista y xenófobo, es que los votantes de Sanders apoyen a Clinton, la mejor representante de Wall Street.
En Francia ya tuvo la izquierda que apoyar a Chirac en 2002 para evitar el triunfo presidencial de Le Pen, y puede que se encuentre de nuevo ante el mismo dilema el año próximo dado el enorme desgaste de Hollande, la debilidad política de la izquierda, y el ascenso del FN.
En otras partes de Europa como Polonia y Hungría el populismo nacionalista y xenófobo está en el gobierno o sigue alcanzando victorias, como la reciente en la alcaldía de Roma del Movimiento 5 Estrellas (socio del UKIP en el parlamento europeo).

Lo que todos estos ejemplos recientes ponen en evidencia es el ascenso de los partidos populistas de derecha extrema con diversos matices, y la debilidad de una izquierda que se ve obligada en la mayoría de los casos a apoyar opciones de derecha como un mal menor. Esta situación de la izquierda se ve agravada si se considera que los populismos de extrema derecha recogen una parte importante de sus votos de un electorado tradicionalmente de izquierdas en zonas habitadas por trabajadores o clases populares.

En Europa hay un discurso en la izquierda que señala a las políticas de austeridad, a sus consecuencias sobre las clases populares, al desmantelamiento del Estado de Bienestar y el recorte de los derechos sociales, como los responsables de la ola de chauvinismo y xenofobia que se está extendiendo de manera imparable por el viejo continente, pero esta acusación, con ser cierta, no quiere ver la situación de fondo y no responde a una pregunta esencial. La cuestión de fondo es que no existe unas instituciones europeas dominadas por el  neoliberalismo y unos gobiernos de sus Estados miembros que no lo están, el dominio neoliberal se da tanto a nivel estatal como comunitario y, por tanto, es una falsedad sostener que abandonando la UE se recupera el Estado de Bienestar, Gran Bretaña es el ejemplo de este error, dónde el neoliberalismo ha dominado desde el gobierno de Thatcher sin interrupción. La pregunta esencial es por qué el malestar y la decepción de las clases populares se ha canalizado hacia el populismo chovinista y xenófobo y no hacia una izquierda que plantea mantener la UE pero acabando con su orientación neoliberal en favor de una Europa más social.

Las clases populares han sido engañadas por dos ilusiones falsas que han vendido con éxito los populismos nacionalistas xenófobos, que saliendo de la UE y expulsando a la inmigrantes recuperarían sus condiciones de bienestar anteriores a la crisis. Y el nacionalismo identitario siempre ha funcionado bien – al igual que la religión - como compensación psicológica frente a situaciones adversas que requieren un gran esfuerzo y tenacidad para poderse cambiar. Y por razones complejas, que excederían los límites de este artículo analizar, la izquierda no ha conseguido enfrentarse con éxito a este discurso.

Solo en tres casos la izquierda europea ha logrado recientemente un ascenso con diferentes resultados. El primero fue el de Syriza en Grecia, que acabó con su claudicación ante las presiones de la troika, adoptando finalmente el programa de la derecha de los rescates y el austericidio, quedando neutralizada y ahondando la crisis de credibilidad de la izquierda europea. El segundo fue el de Portugal donde la izquierda apoya desde el parlamento a un gobierno del PS (único caso en que la socialdemocracia no establece alianzas de gobierno con los conservadores). El tercero es el de Podemos, una fuerza que con su última política de alianzas a la izquierda puede convertirse en alternativa de gobierno en función de las decisiones postelectorales del PSOE.

Solo este último caso está abierto a diversos desarrollos, pero representa, por el momento, un caso aislado dentro de Europa. Habrá que mantenerse atentos a su evolución en un entorno internacional crecientemente hostil.

sanchezroje@gmail.com



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