¿Sabemos por qué los talibanes prohibieron que la mujer afghana anduviera con su cara descubierta?

El pueblo afghano, independiente que no se congenie con su concepción de mundo y, especialmente, con sus postulados religiosos, es admirable por su paciente capacidad o convencimiento de triunfo en su lucha contra sus enemigos foráneos. Saben esperar pero no con la paciencia de un resignado eterno al suplicio que le impone su colonizador. Saben preparar el golpe donde más duele a los impostores que tratan de negarle su derecho a la autodeterminación. Son calculadores casi perfectos de las tácticas, porque están seguros que no hay tiempo que los aleje eternamente de su estrategia. Cuando  sus enemigos creen que el pueblo afghano está mirando desconoce que realmente lo que está haciendo en ver mucho más allá de las fronteras que el impostor cree seguras de por vida para ejercer su dominio de colonialismo. Los afghanos derrotaron a los soviéticos estando en una desigualdad extrema en armamentos y en expertos clásicos conocedores de la guerra. Los afghanos saben que en una resistencia contra un invasor, es éste quien se cansa, se agota y se desespera por abandonar los espacios que antes había ocupado por la fuerza de las armas pero careciendo de la razón.

      Lo que sucede en este mundo es que el imperialismo al concentrar casi todo el dominio del mundo en sus manos dándole nocaut a la libre concurrencia o competencia, también trajo consigo la extrema fracturación de los pueblos, plenándolos de intereses ficticios, contradictorios y poniéndolos a matarse unos contra otros. El imperialismo, más que nadie, sabe aplicar ese principio de: divide y vencerás. Pero existe su corolario que favorece la lucha revolucionaria contra el capitalismo: no se puede engañar todo el tiempo a todo un pueblo. El pueblo afghano, como tantos pueblos del mundo, está dividido políticamente aun cuando las clases sociales son fáciles de identificar, está fracturado incluso desde el punto de vista de la religión que es predominante en Afghanistán. Existe un solo Dios y un solo profeta, pero son varias las tendencias que expresan formas o maneras distintas de interpretar y aplicar el Corán o de su visión política de sociedad. Eso no lo juzguemos. Vayamos, primero a la respuesta de la interrogante que identifica esta opinión

      Se dice que en el gobierno de los mujahiddin, encabezado por Mohammed Nadjibollah Masud, las mujeres no se cubrían el rostro, pero eran constantemente violadas sin que hubiese castigo alguno para los violadores. Cuando los talibanes, encabezados por el mullah Omar, llegaron al poder inmediatamente decretaron que la mujer afghana tenía que cubrirse el rostro para circular por las calles, porque de esa manera concibieron su protección y no siguieran siendo violadas. Se atacó el efecto pero no la causa, aunque eso es, primeramente, un asunto de incumbencia de los afghanos y afghanas. En verdad, por lo menos, la absoluta mayoría de las mujeres violadas fueron físicamente bonitas, porque a las feas “físicamente” nadie les paraba pelota. Al cubrirse el rostro nadie podía adivinar con pronóstico astrológico o un gesto de brujería quién era bonita y quién era fea físicamente. Y el delito de arrancarle la mortaja –no sé si es correcto el uso de ese término y me disculpan si he errado en ello- que cubría la cabeza de la mujer afghana para dejarla descubierta, cuando gobernaban los talibanes, era demasiado grave y se ganaba una muerte pública en un estadio.

      Sabemos ya el por qué los talibanes ordenaron a la mujer afghana a cubrirse la cara, pero lo que realmente parece una felonía a los ojos de la mayoría del mundo y que los afghanos tendrán que explicar algún día ajustados a la verdad verdadera, es ¿el por qué también decretaron que todos los hombres debían dejarse crecer la barba? Pobre de los lampiños. Muchos afghanos consideran que el decreto de hacer cubrir el rostro a la mujer para evitar  ser violada fue un paso de avance en la protección del sexo femenino pero, al mismo tiempo, eso igualmente se traducía en la negación de un derecho humano de circular con el rostro descubierto. El talibán es la expresión del islamismo más radical, es el reflejo fiel de una mezcla del extremismo de izquierda casado de por vida con el extremismo de derecha. No estoy criticando a los talibanes, sino dando una opinión sobre su visión de mundo y donde la mujer es terriblemente considerada como una verdadera esclava de la ignorancia, ya que le prohíben tener acceso a la educación.

     Los talibanes están convencidos que toda imagen de la figura humana es blasfema, porque eso lo han aprendido del estudio del Corán en persa. Eso hizo que bajo su gobierno fuesen destruidas todas las estatuas y las obras de arte budista y preislámico en todo Afghanistán. Los talibanes prohíben el culto o adoración a ídolos, el único es Alá, Dios de todos y de todas los y las musulmanes. Destruyeron, argumentando su ideal religioso extremo, valiosísimos patrimonios históricos y culturales de la humanidad que nunca más se volverán a ver y menos tener. El gobierno del mullah Omar no tuvo oído receptivo ante ninguna clemencia venida del mundo para que se respetase esos patrimonios de la humanidad. Su gobierno era reconocido sólo por Pakistán, Arabia Saudita y los Emiratos Arabes Unidos, pero ninguno de los tres Estados tenía embajada en Afghanistán. Este país fue un gran centro de aprendizaje y peregrinación budista hasta la llegada y victoria del Islam en el siglo IX. Para los talibanes los budistas veneran a Buda, por lo cual las estatuas de Buda es una prueba irrefutable de la adoración de ídolos. Había que destruirlas de acuerdo a su concepción del islamismo radical. Por cierto que el mismo gobierno de Pakistán condenó la destrucción de patrocinio cultural e histórico por los talibanes mientras que los opositores al régimen talibán lo catalogaron como “traición irreparable”. Los talibanes, sin duda, destruyeron símbolos de una rica y antigua cultura e histórica. Ellos sabrán el por qué lo hicieron y ante la historia tendrán que explicarlo no sobre una base religiosa sino política o artística, de verdadera concepción de mundo en que debe primar la emancipación del ser humano de toda expresión de esclavitud social.

     Pero los talibanes no se detuvieron sólo en la destrucción de patrimonios de la humanidad, sino que tomaron medidas extremas en el diario acontecer del pueblo afghano. Si se encontraba una pareja en un vehículo que no eran novios, inmediatamente se les detenía; los hombres que no se hicieran un corte de pelo al estilo talibán, eran detenidos; los homosexuales eran asesinados a pedradas; una mujer infiel era matada públicamente sin derecho al arrepentimiento. ¿No sé para que régimen social eso pueda ser justicia? La miseria social, como en tantas naciones del mundo, sigue siendo una fuente para que millones y millones de personas eleven sus miradas al Cielo buscando salvación proveniente de las manos del Ser Supremo.

     Pero lo dicho o escrito anteriormente en nada justifica que vengan fuerzas foráneas imperialistas a decidir por el destino del pueblo afghano y, mucho menos, de la manera violenta como lo están haciendo actualmente. Son invasiones que traen esclavitud y no redención social.  Aun condenando la forma de gobernar los talibanes  en Afghanistán, hay que estar de acuerdo con la lucha de éstos contra los impostores, contra los invasores porque resultan una solución más repugnante y esclavizada que los métodos talibanes, porque éstos son derrotables por la mayoría de los afghanos si se deciden a ello y, especialmente, cuando en su conciencia prendan las ideas de la verdadera emancipación social del ser humano.



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Freddy Yépez


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