Chatarra vs comunicación: de los Simpson a Maisanta

Una de las dinámicas que se ha enraizado con fuerza en estos 14 años de Revolución Bolivariana es la relativa al proceso de comunicación entendido, por cierto, de una forma mucho más amplia que la de la simple fórmula emisor-receptor-mensaje inventada por la ciencia estadounidense e impuesta como dogma en los distintos niveles de la educación occidental. Lo vimos con el Comandante Hugo Chávez, lo palpamos de nuevo con el Presidente Nicolás Maduro: el pueblo está más libre de las anteojeras de los consorcios mediáticos que muchos sabi@s universitari@s, y participa con garra del día a día comunicacional.

A la par de este reverdecer del verbo, vemos con frecuencia a mucha gente aferrada a series estadounidenses “de ayer y de hoy” en las que aparece un personaje –el emisor o emisora, por lo general entrado en años- que refiere sin éxito historias del pasado. Sus interlocutor@s se limitan a voltear las órbitas de los ojos y lanzan de inmediato un comentario descalificativo, apoyado en off con las risas “contagiosas” que acompañan siempre este tipo de enlatados, como señal cómplice de ese mundo iluso en que la vida transcurre en una fantasía capitalista.

El Comandante Chávez insurgió, precisamente, contra este tipo de comunicación donde ni siquiera importa la situación personal del individuo. Con su fogosidad característica demostró cómo la tradición familiar, el bisabuelo revolucionario Maisanta y la abuela Rosainés, eran parte de su historia personal y también parte indivisible de la historia patria. La comunicación readquirió entonces una dimensión vital que le había sido arrebatada “casualmente” por la ciencia estadounidense: la dimensión ética/moral humana, pues la comunicación no es incolora, insabora e inodora, como el agua para consumo humano, sino que tiene permanentemente un sentido trascendental en el contexto en que se produce y reproduce, más allá del simple propósito del emisor. Por supuesto, en la política y el espectro mediático esta dimensión resulta más seria todavía.

Así, el Comandante reveló, entre otras muchas cosas, cómo las limitaciones de la política local no eran defecto vernáculo sino consecuencia de una globalidad impuesta por las estructuras de dominación de clases; cómo nuestra capacidad de afecto y solidaridad no tiene límites cuando somos soberanos; y cómo y porqué los pueblos desdentados tienen derecho pleno a la vida, aunque la pantalla nos diga diariamente que sólo los cuerpos mediáticos merecen existir. El presidente Maduro recoge este legado: su programa radial, EnContactoConMaduro, reúne a estudiantes de educación primaria, secundaria, universitaria; vecinos vinculados con proyectos varios; intelectuales, artistas, periodistas, gente que vibra, en fin, con la construcción de espacios locales, nacionales, internacionales. ¿Cuándo en nuestros medios había sido de interés la política como epicentro de la construcción colectiva? ¿Cuándo se había entendido el aquí y allá, el ayer y el ahora en función de tejer nuestro presente y futuro como humanidad?

No faltarán los que digan que con hablar gamelote no se construye un país. A quienes así rezan, les invitamos a pensar en la distancia que media entre ver zombies y convertirse en ellos con actos que no aportan sino basura, excrementos, destrucción mental y espiritual. El verbo, en fin, se hace carne y después faena y un mundo espera para ser nombrado y construido: el mundo de la sociedad socialista.

sofiamicomicona@hotmail.com


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