28 Mar. 2014 - La joven Luanda Barrios, quien también se desempeñó como conductora del programa “Somos Creadores” de Alba Ciudad, y sus dos hijos pequeños, fueron víctimas de un salvaje ataque el pasado miércoles cuando intentó, en su vehículo, circular por Altamira. El arquitecto y ex ministro del gobierno bolivariano describió, en su blog “ConFarruco”, la agresión de la que ella fue víctima. “Una cobarde jauría de jóvenes (…) jamaquearon, le cayeron a patadas, golpearon con las manos, incluso subiéndose al capó y manoteando el parabrisas, durante unos largos minutos, el carro donde iban una mamá con dos de sus pequeños hijos. Un bebé de casi dos años y un niñito de cinco”.
A continuación, el texto íntegro.
Una cobarde jauría de jóvenes pajúos
Ayer los más o menos veinte integrantes de una cobarde jauría de jóvenes pajúos (no en el sentido masturbatorio, sino mental), jamaquearon, le cayeron a patadas, golpearon con las manos, incluso subiéndose al capó y manoteando el parabrisas, durante unos largos minutos, el carro donde iban una mamá con dos de sus pequeños hijos. Un bebé de casi dos años y un niñito de cinco.
Sucedió en la Plaza Altamira, justo en la esquina del cruce de la Francisco de Miranda con la Luis Roche.
Digo largos minutos, porque para quienes estaban en el carro fue una terrible conmoción. La mujer lloraba nerviosa mientras discutía con los muchachos que la insultaban y le decían vieja chavista, únicamente porque les pedía que la dejaran circular. El niñito asustado, en el asiento de atrás se puso en posición fetal, se tapó los oídos con las manos y gritaba llorando: dejen a mi mamá, dejen a mi mamá. El bebé viendo a su hermano, lloraba también sin entender exactamente lo que pasaba.
Adultos que estaban en la “protesta pacífica”, se hacían los desentendidos, igual que los desalmados policías de Miranda presentes.
La cosa fue fuerte y fea. Es evidente que la droga del odio, al menos esa, alteró la sensibilidad de los jóvenes agresores, despojándolos de humanidad. Pues el fascismo actúa de esa manera. Al final una de las muchachas, que no tendría ni dieciséis años, tuvo un destello de compasión y les dijo a sus compañeros que ya estaba bueno, que los dejaran ir.
Fue así, tal como lo cuento. Lo sé porque la mamá era mi nuera y los chiquiticos, mis nietos. Ella nos lo contó, con las lágrimas brotándole de nuevo en los ojos.
La propia Luanda Barrios nos envió el siguiente escrito. A ella, toda nuestra solidaridad.
Ayer (miércoles), cuando traté cruzar la Av. Francisco de Miranda, unos “estudiantes” me impiden el paso para subir a la avenida Luis Roche. Cuando intento avanzar, una muchedumbre de muchachos se me viene encima del carro, se montan sobre el capó, comienzan a caerle a patadas al carro, a los vidrios, escupir e insultar. Todo ocurrió muy rápidamente. Entro en terror, pues vengo con mis hijos pequeños (uno de menos de 2 años y otro de 5). Bajo el vidrio ya alterada, gritándoles que por favor me dejaran pasar, y empiezan a bambolearme el carro con la intención de voltearlo.
Mi hijo de 5 años, aterrado, se coloca en posición fetal tapándose los oídos llorando y gritando : “ya dejen a mi mamá, basta”. Al ver a su hermano en crisis, mi otro bebé comienza a llorar de igual manera histérico. Cuando se es madre uno jamás quisiera que a nuestros hijos ni ningún hijo le roce la tristeza mucho menos la violencia. La situación estaba fuera de control; les grito desesperada: “por favor, ¡estoy con mis hijos! ¿qué coño les pasa? ¿Se volvieron locos?”.
Sólo una de esa treintena de chicos parece que tuvo un momento de compasión y pidió que me dejaran ir. No sin antes ser abucheada, insultada y uno de los “señores”, bien vestido y peiniadito que veía todo desde la plaza, sin la mas mínima compasión me propina el insulto de “maldita puta chavista”. Me frené; le digo que venga a decírmelo en mi cara, limitándose a voltear su cara.
Me paran unos fotógrafos, pero no a solidarizarse (no se de qué periódico) sino a fotografiarme como si fuera un espectáculo circense.
A una cuadra estaba la policía de Miranda; me detengo nuevamente a reclamarle su total falta de apoyo por ayudarme. Simplemente me dijeron: “señora, váyase a su casa con sus hijos y deje el show”. Me pregunto yo: ¿lo que me hicieron estos muchachos que no llegan a los 18 años algunos fue un show? ¿La agresión de la que víctima con mis hijos fue un show?
Señores, esto no fue un show ni menos una discusión. Esto fue un ataque fascista violento, que pudo terminar en una desgracia mas allá de el trauma y de los golpes al carro. No quisiera pensar si esos muchachos les tocara dirigir las riendas de este país. Tienen demasiado odio, no tienen si no eso. No hay proyecto de país no hay propuesta, no hay discusión, no hay diálogo.
Los que me conocen saben muy bien que creo en este proceso no por una afinidad familiar, si no por una profunda convicción de que sólo en Socialismo, sólo en revolución se logran los cambios profundos en igualdad de condiciones e inclusión verdadera. Los que me conocen también saben que respeto el disentir, la diferencia en las corrientes de pensamiento son necesarias para generar propuestas pero de parte de la oposición últimamente lo que escucho con mayor ahínco es queja, odio, violencia y más violencia.
Así no se construye un país, así no se le llega al pueblo.
He visto con tristeza durante estos días de crisis a amigas que me han insultado y tratado hasta de ladrona. Amigos que se han alejado de mí por ser chavista, vecinos que no me hablan, familiares deseándome la muerte. No me importa. Seguiré creyendo en este proceso, seguiré pensando que mis hijos merecen un mundo mejor donde el valor del ser humano no se mida por su capacidad material si no por sus valores, su calidad humana y capacidad de entrega.
Perdonen mi carta tan larga, pero creo que era importante compartir mi experiencia y que se sepa los niveles de violencia a los que unos pocos pueden llegar a someternos sólo por pensar diferente. Necesario es unirnos y cerrar filas ante esta arremetida, no es poca cosa lo que está en juego nada mas y nada menos que el futuro de nuestra patria.