Levanta la zurda. Monta el brazo hacia atrás para redoblar la fuerza de la muñeca y la articulación del codo, lo estira hacia delante en dirección a su objetivo y ¡zuásss! con la fuerza indetenible de su estelar lanzamiento que él llama la rabo e'cochino, la trayectoria incandescente de esa bola de humo, deja en la mascota de su catcher, el látigo hirviente de su verbo. Así lo ha hecho, últimamente, una y otra vez. Algunas veces el proyectil da en el blanco y sentimos cuánto duele el fulminante de ese zurdazo. Otras veces, la esférica apenas roza la piel del bateador y se desvanece en el aire agitado del parque. Su brazo siempre está montado, listo para volver, una y otra vez, a la carga. Es como si no quedara otra alternativa. Ha sido obligado por los cientos y miles de errores, falencias, vacíos, fallas, equívocos y desaciertos, que han cometido y continúan cometiendo, quienes asumieron la elevada responsabilidad de acompañar al Presidente Chávez. ¡Si! El Presidente, por obra y gracia de la exigente realidad, se ha transformado en el personaje del béisbol que él siempre ha admirado: ¡el Látigo Chávez!
Levanta la zurda y sin que le tiemble el pulso ni la palabra, Chávez, en sus últimos discursos y en su acostumbrado programa dominical “Aló Presidente”, ha reconocido públicamente algunos de sus errores y las pifias de algunos de sus ministros, viceministros, gobernadores, alcaldes, asesores técnicos y demás miembros de su equipo de gobierno. Ha hecho un dramático llamado a la disciplina, al combate sin cuartel contra la burocracia y la lentitud en el manejo de los procesos administrativos. Ha pedido a sus allegados que no duerman, que estén siempre alertas, que redoblen sus esfuerzos contra la corrupción y la malversación del tiempo y del erario público. Ha insistido en la imperiosa necesidad de elevar los niveles de eficacia y eficiencia en la gestión gubernamental. Ha demandado, una y otra vez, el trabajo en equipo y la alineación y articulación necesarias en los planes de acción. ¡Látigo y látigo! ¡Zurdazo y zurdazo! Látigo y zurdazo con los truhanes, malhechores, sinvergüenzas, hipócritas, incompetentes, ineficientes e insensibles funcionarios públicos que le hacen quedar mal ante un pueblo que ya está cansado de tantas promesas incumplidas. Entonces, sin pepitas, Chávez se afinca en su reflexión autocrítica:
“A la revolución le hace falta todos los días el látigo de la revolución, nuestro propio látigo. No esperemos que vengan los contrarrevolucionarios a darnos latigazos como nos dieron el 11 de abril y en el sabotaje petrolero. Pelemos por nuestro propio látigo, el látigo de nosotros mismos y ese látigo debe ser más implacable hacia dentro, por dentro y desde dentro. Hace poco, para aprovechar las lluvias, yo aprobé 50 mil millones de bolívares y lo escribí con mi puño y letra: ministro tal, busque los recursos… bueno hace apenas 2 semanas, me informa el ministro responsable que no le han dado ni un bolívar ¿cómo que no te han dado ni un bolívar?… llegaron unos burócratas de esa burocracia que no sirve, y dijeron que esos recursos no se pueden dar porque no son retornables, ¿qué me importa a mí que sean retornables o no?: Si no retorna en dinero, entonces retorna en felicidad del pueblo…Ahí es donde yo saco mi látigo… ¡zuásss! El látigo de la revolución”.
Por supuesto que no es a latigazos como se debe gobernar. El látigo es un medio, no un fin en sí mismo. Los latigazos son la expresión de la angustia y la impotencia del Presidente Chávez, que siente que no se avanza con celeridad. Ante tanta parsimonia, pereza y morosidad, se hace inevitable que en las tribunas, frente a cada latigazo del Presidente, el clamor de millones de venezolanos le responda: ¡Así, así, así es que se gobierna!