Centenares de historia se tejen sobre las largas colas que desde las 04:00 a.m. o 05:00 a.m. se inician en sus afueras. Las generaciones son múltiples, desde ancianos que deberían estar aprovechando su vejez en la tranquilidad de sus familias, deben igual madrugar para tratar de ganar un “cupo” para ser atendidos por las promotoras o simplemente hacer alguna transacción bancaria. Las colas en los bancos no son exclusivas del Industrial, en la banca privada con los procesos de fusión, gran parte de los bancos redujeron sus nóminas y agencias para garantizarse la llamada “eficacia” en los recursos. Dependiendo de los días algunas colas logran sortearse en cualquier banco en unas 4 o 5 horas, pero eso es impensable en el Industrial de las provincias, regularmente sus agencias están en las ciudades más pobladas y cubren todos los municipios de un Estado, abriendo así el cotidiano drama de quienes no por motivos propio deben recurrir allí.
Si usted requiere solventar algún problema con Chequeras, Tarjetas de Débito o simple renovación de Libretas de ahorro, la respuesta será contundente: NO HAY MATERIAL. Regularmente el horario de trabajo en los bancos oscila entre las 08:30 a.m. hasta las 3:30 p.m. pero en el Industrial eso es un sueño, quizá de los muchos inconclusos de quienes madrugan a sus puertas, el Industrial abre cuando le dé la gana, literalmente, a su personal, o es posible salir premiado con un día nada raro de: NO HA LLEGADO LA REMESA. El Industrial es el único Banco del mundo que no tiene DINERO ni VALORES (ni siquiera los banco de sangre o esperma), quizá sea eso en el fondo su intención en una radicalización contra esos elementos alienantes de la sociedad capitalista. Lo cierto, es que quienes hacen esas colas son por lo general los sectores sociales más desposeídos, que van desde cobro de pensión, a salarios de maestros, militares o misiones sociales. Dudo que algún venezolano o venezolana en su sano juicio abra una cuenta en el industrial para ahorrar su dinero, eso sería equivalente a un suicidio financiero muy parecido a quienes depositaron su confianza en los banqueros corruptos del Federal y otros. Mezherane se llevó el dinero, pero los que tienen cuentas en el industrial en contra de su voluntad tampoco pueden acceder a él, cada vez los letreros son más restrictivos, iniciaron con la posibilidad de retiro de 5.000 BsF, pasaron a 3.000 BsF y algunos están en 2.000 BsF, una tragedia para quien ingenuamente pretenda hacer una transacción mayor a un simple retiro. Se supone que el banco posee un “call center”, atención digital al público, esas esperanzas se desvanecen luego de 60 minutos al teléfono y un mensaje permanente: NUESTROS OPERADORES SE ENCUENTRAN OCUPADOS, pero todo esto se entiende cuando de la boca de los propios trabajadores del Industrial, en especial de su promotoras se escucha: ¡ESOS TELEFÓNOS NUNCA CAEN!, impresionante hallazgo de una banco que no puede comunicarse entre sí, los resultados son pocos alentadores para sus usuarios que tengan cualquier solicitud de urgencia.
Uno de los graves problemas del país es el consumismo, la poca cultura del ahorro, pero si nuestras referencias son las del Industrial es grave la posibilidad de un cambio en la cultura del país. ¿Son capitalistas los usuarios del industrial?, quiénes compran en PDVAL o MERCAL o cualquier red estatal de alimentos, necesitan efectivo, no se aceptan tarjetas ni otras modalidades en algunos casos, lo que implica que se necesitan de esos billetes que fueron galardonados por su mensaje ecológico, y que, constituyen según el Banco Central un patrimonio del país. Así que es una burla pretender creer que reclamar situaciones como ésta nos coloca del lado de la oposición, contrario a ello, la crítica al respecto debe ser vista como una denuncia para repensar sobre cuáles esquemas debe erigirse un banco de la Revolución y, mas bien es contraproducente encontrarse con este tipo de situaciones que refuerzan la creencia de que todo lo que sea público no funciona, el Banco Industrial de Venezuela es una vergüenza en la Revolución, es todo lo contrario a lo que intentamos construir en el socialismo, por ejemplo, cómo se explica que desde una puerta un ciudadano vigilante controle la vida de otros cientos de ciudadanos, el decide quién cobra o quién no. Es lapidario, sencillamente ver como se nos humilla en medio de colas que van desde el amanecer, con sol, lluvias, viento y cientos de mujeres embarazadas, niños, ancianos, discapacitados, soldados y población en general que se le esfuma todo un día de su vida en medio de las colas del Industrial.
En varios bancos públicos y privados, el sistema de tickets nos recrea la práctica del “rebusque”, ello implica que parte del personal de vigilancia y del personal interno del banco termine ganándose un dinero extra al vender los tickets para avanzar en las colas en los privados, o para ser atendidos en el Industrial (quién no tiene dinero no puede pagar esos servicios extras). Quiénes han llegado a las oficinas del Industrial y escuchan: “Los Tickets se Terminaron”, saben que esa es la sentencia del día. Hay hasta un nuevo oficio: HACER COLAS, hay quienes se despiertan a tempranas horas, y se disponen a hacer las colas, para luego vender sus números, igual que las papelerías hoy ofrecen una gama de productos para CADIVI, otro tema álgido de debate no contra el control de cambio en sí, sino lo costoso que implican los expedientes y la creencia de que sólo viajan los ricos en este país. Todo esto es insólito luego de tener una Satélite en el espacio, nos preguntamos ¿Debería existir el Banco Industrial de Venezuela?, la respuesta debe ser más profunda que sí o no, debe llevarnos a evaluar cómo funcionan algunas dependencias públicas, la forma en que se degrada al ser humano al sometiéndolo a condiciones de humillación para obtener elementos esenciales de su vida diaria. La banca pública en su atención al usuario debe ser revisada con urgencia, este texto es escrito desde el padecimiento, desde la imposibilidad de respuesta, desde el no creer que en pleno Siglo XXI en Revolución, nos encontremos estos dinosaurios que recrean en la memoria aquellas imágenes de la cedulación, cuando millones de venezolanos y venezolanas madrugaban en las oficinas de identificación para obtener una Cédula o Pasaporte, documentos esenciales que hoy son obtenidos con una facilidad impresionante gracias al uso de recursos tecnológicos y una voluntad política de transformar estos procesos.
José Fortique