El pasado domingo 4 de julio se llevó a cabo la Marcha por el orgullo GLBTI, un espacio ganado por los colectivos de sexo-género diversidad que luchan contra la discriminación y la vulneración de derechos de la comunidad GLBTI, y que busca “visibilizar” la existencia de dicha comunidad dentro del país. Año tras años esta manifestación concentra miles de personas, y año tras año ha sido incapaz de “visibilizar” realmente sus problemas. Lejos de eso, solo ha visibilizado uno mayor, la falta de coherencia política (no partidista) por parte de quienes la organizan, y por parte de quienes asisten. Estoy totalmente seguro que no soy el único que cada año luego de asistir a la “gran marcha”, siente que ha caminado y caminado durante horas sin ir a ningún lugar. Dicha Marcha por el “orgullo”, por más que acabe en Zona Rental, no tiene un destino claro.
Es impostergable para asegurar la solidez del movimiento GLBTI en Venezuela, que cada uno de esos espacios que ganamos estén politizados, pues corremos el riesgo de convertirnos no en la Gran marcha reivindicativa que deberíamos ser sino en un carnaval exótico. Digo esto pues en los diarios que circulan en el país, y en las palabras de quienes “vieron pasar la marcha” y de algunos presentes, todo parece simplemente un espectáculo con música electrónica, disfraces exuberantes y hermosos, sexualidades y géneros indeducibles y cuestionadores de la norma pública. Quien ve, asiste, o lee sobre la marcha no se lleva precisamente un mensaje de lucha por la igualdad de derechos sino de fiesta al aire libre, que al igual que los carnavales se da solo una vez al año.
Seguramente, quienes tienen en sus manos la organización de tal evento debatirán esta afirmación y la cuestionarán. Pero, compañeros, si hasta entrada (10 Bs.) se cobra para poder asistir a la presentaciones en tarima, cómo no vamos a ratificar y legitimar dicho espacio como una discoteca y no como una protesta pública, que es realmente lo que es.
Nuestros compañeros y compañeras Drag Queen, travestis, transexuales, homosexuales, lesbianas y los denominados “jóvenes sin techo”, no manifestaron en las calles hace 41 años en New York porque buscaban un nuevo lugar de encuentro para escuchar música y conocer gente. Nuestros compañeros y compañeras newyorkinas, que eran además el sector discriminado de la comunidad GLBTI por ser de clase baja, protestaron por la violación de sus derechos civiles y humanos, para poder estar en las calles, escuelas, hospitales y donde sea sin que la policía los detuviese por “cometer actos perversos” y violar las normas de moral pública (nacidas en la cama). Tal y como lo expresa la legislación promovida por el senador Joseph McCarthy luego de la II Guerra mundial, como forma de retomar los principios éticos que debían, según él, tener cada ciudadano norteamericano (y del mundo). En Stonewall y por lo que representaba dentro de la situación de vulnerabilidad de los derechos de la comunidad GLBTI en todo el planeta, es que en cada uno de los predios del mundo se comenzó a alzar la voz de lucha contra el opresor. Este movimiento gestador de la Marcha que también se realiza en nuestro país, era una lucha política. Esto, compañeros y compañeras, lo hemos perdido.
Este año, representantes de la Defensoría del Pueblo asistieron a la Marcha, como un hecho inédito en la historia de estas manifestaciones. Pero es vital y necesario que se sumen más organismos e instituciones del Estado, además de los movimientos sociales (feministas, afrodescendientes, movimientos de tierras, obreros y campesinos) como parte de una hermandad ante la misma lucha, la discriminación, la desigualdad, y la vulneración de derechos por parte de las políticas opresoras y hegemónicas de la derecha. El movimiento de Stonewall quizás no hubiese tenido las mismas repercusiones si no hubiera sido por el apoyo del movimiento afroamericano pro-derechos civiles y la contracultura de los 60, con sus proclamas anti-bélicas y contra-hegemónicas. Este año, en Venezuela, sí estuvo presente en la manifestación casi todo el repertorio de discotecas de “ambiente” con el que cuenta el país, pero no estuvo el Ministerio del Poder Popular para la Mujer, el de Cultura, de Defensa, de Educación, el Registro Civil, dando con su apoyo respuesta a la abismal y desgraciada lista de denuncias por violación de derechos legítimos consagradas en la Constitución (art. 21, por ejemplo). ¿Es que acaso salimos del closet para entrar en una discoteca? ¿Será que “Mejores discotecas” es la consigna y la lucha real de la Marcha? No basta con que la Alcaldía dé los permisos para realizar la movilización, no basta con que el Estado, a través de sus ministerios e instituciones, baje recursos para la realización del evento, tiene que haber una presencia física y real en apoyo a la lucha, pues es la misma lucha del proceso revolucionario que vive el país. Esta, la lucha entre oprimidos y opresores, y ya todos reconocemos quiénes son, si no basta con observar alguna valla publicitaria, algún programa o canal de televisión, o en alguna frontera invadiendo países para “resguardar la paz mundial”. Sin el apoyo y la conciencia de hermandad política que nos une en la misma lucha solo nos convertimos en reproductores de la estrategia atomizadora del sistema Capitalista, en donde el yugo nace precisamente en la división de las fuerzas de trabajo para la producción de bienes, y en el caso de los movimientos sociales, en la producción de un estado igualitario de derechos y oportunidades.
Es mucho el camino por recorrer y la Marcha por el “orgullo”, lamentablemente ha sido incapaz de andarlo. Si hace 41 años la lucha empezó por las persecuciones, redadas policiales y encarcelamientos injustificados, podemos decir que en la actualidad se ha cambiado la prisión por la “matraca”. Y esta es una lucha que se obvia en las proclamas de la Marcha, se olvidan los asesinatos de las compañeras trans en la vías públicas, la expulsión en los colegios de alumnos y alumnas que asumen una identidad de género diferente a su “sexo social”, la discriminación en los hospitales y clínicas, en los puestos de trabajo, en la universidades, y hasta en el hogar.
Debemos cuestionarnos si esta Marcha por el “orgullo” que busca “visibilizarnos”, visibiliza no solo el vacío político del movimiento, sino también la imagen hegemónica de donde precisamente surge la discriminación contra la cual luchamos. Si carentes de consignas políticas no nos convertimos en el transexual que solo debe prostituirse en la calle a merced del miedo y la muerte, del homosexual afeminado que solo debe cortar cabello y aprender a maquillar, de la mujer lesbiana que en su moto anhela barba, de la mujer como encarnación del chisme y la farándula, y toda ese abanico distorsionado que ha creado el sistema hegemónico de derecha, a través de sus telenovelas, series, miniseries, vallas de publicidad, propagandas y latas de cerveza.
Como afirma Lennin “Hoy ya nadie cree en milagros, a Dios gracias”, y esto es algo que los colectivos GLBTI tenemos bien claro. Si estamos derrotando con el Poder Popular la imagen mesiánica que nos sembró la IV República para que confiáramos ciegamente es su poder divino, ese de una “democracia representativa” –de los intereses burgueses–, entonces nos preguntamos por la coherencia política de la Asamblea Nacional. Hasta la fecha no ha habido un pronunciamiento de la misma en relación a las demandas de los grupos feministas y sexo-género diversos. Como órgano garante y promotor de la legislación nacional ha cerrado las puertas a estos grupos que también forman parte de ese motor que mueve la Revolución y se llama pueblo. Entonces, ¿estamos frente a una Asamblea que defiende y promueve los derechos de quién? Lamentablemente, las posturas que hoy merman en la Asamblea los avances en la obtención de derechos civiles y real garantía y defensa de los humanos, son los mismos de ese pasado adeco-copeyano. Bajo la excusa de que dicho organismo no legisla en los “asuntos íntimos” de las ciudadanos, se ha olvidado mencionar que sí lo ha hecho para los heterosexuales, principalmente los hombres. Los lineamientos de una falsa moral burguesa, sembrados por la Iglesia católica –y sus hijas– durante gran parte de la historia del hombre, forman las piezas que componen las cerraduras ese “closet” de miedos, represiones e infelicidad en donde se confinan a los también llamados “hijos de Dios”. Exigimos un pronunciamiento claro y coherente de la Asamblea Nacional frente a las demandas del pueblo sexo-género diverso, por la supresión de los artículos de la Ley de igualdad y equidad de género, en donde se protege la vida de las mujeres y su poder legítimo a decidir sobre su cuerpo con el aborto, en donde se reconocen los derechos de las personas a formar una familia distinta al modelo católico-burgués impuesto, en donde hombres y mujeres, libres de asumir el género y la identidad sexual que deseen como parte del “libre desenvolvimiento de la personalidad” (art.21 CBV), puedan unirse en parejas de hecho, y de todos aquellos que desincorporados del proyecto de ley, garantizan no solo la verdadera soberanía nacional, sino ese Estado de suma felicidad e igualdad para todos y todas que busca el proceso Revolucionario que comanda nuestro Presidente.
Asimismo, se hace una exigencia para todos los colectivos, movimientos e individualidades que luchan a favor de la igualdad de derechos para el pueblo GLBTI y participan en la organización de la Marcha por el “orgullo”, que la movilización a realizarse el año que viene sea capaz de superar los errores políticos cometidos hasta ahora. No es Zona Rental el destino que debe asumir la marcha, es la Asamblea Nacional, pues esto es una lucha política. Las consignas deben dejarle claro a todos y todas cuál es la razón que nos reúne en la manifestación, que no es una fiesta. Quienes obtienen los permisos y los subsidios por parte del Estado, deben exigir la presencia real y física de dichas instituciones. La convocatoria debe incluir a nuestros hermanos y hermanas de lucha, feministas, afrodescendientes, movimientos obreros y campesinos. Se debe realizar todos los años un manifiesto que pueda ser entregado a la Asamblea Nacional, y se les debe exigir un pronunciamiento ante el mismo.
Si la Asamblea Nacional se declara incapaz de legislar sobre nuestros derechos, entonces se declara incapaz de legislar para el pueblo. Y si los colectivos que bajo sus manos tienden la Marcha sobre las calles son incapaces de entender las dimensiones políticas de nuestra lucha, entonces que sigan cobrando entrada para asistir a la Marcha del “orgullo”, pero que no la llamen “marcha” ni mucho menos “orgullo”.
* Miembro de la Alianza sexo-género diversa revolucionaria
alianza.sg.diversarevolucionaria@gmail.com