Paula María Nieves Martínez tuvo tres hijos. Uno de ellos se convirtió en sacerdote, los otros dos en abogados. A uno lo perdió por la Patria. Lo fusiló el realista Monteverde. Patria o muerte. El cura se hizo rebelde; sur sermones se convirtieron en discurso en la Sociedad Patriótica de Puerto Cabello, por sus ideas pago cárcel en España, hasta el último momento abrazo la causa bolivariana. El tercero, abogado y profesor, tomó la pluma como arma por la justicia, por la paz.
Con su pluma escribió el acta del 19 de abril de 1810. Que si hubiese sabido que el pobre infeliz y desgraciado de Fernando VII se había entregado rastreramente a Francia, era mejor haber redactado de una vez la independencia. Así lo digo, el hijo de Paula María el 3 de julio de 1811, cuando estaba argumentando los principales motivos para emanciparse. En sus fundamentadas intervenciones, haciendo de abogado del diablo para ayudar a disipar toda duda.
--¿Qué pasará con Maracaibo, Coro y Guayana que son gobernados por tiranos si nos independizamos?
--¿No dirá alguien que somos muy pocos para hacernos absolutamente libres?
Preguntaba Juan Germán, no para que no quedara ningún cabo suelto del gran paso a la total independencia.
--Esta ha sido la discusión más sabia y memorable que se ha dado en América-- dijo Francisco de Miranda.
El Congreso recibe a la Sociedad Patriótica, la que en agosto de 1810, creará por Decreto el hijo de Paula María y que a falta de Legislativo albergó lucida mentes, y cuando llegó el Congreso, continúo dando empuje a la decisión de emanciparse. La Sociedad Patriótica se presenta el 4 de julio, trajeron por escrito las palabras que pronunció Simón Bolívar. La Sociedad y el Congreso estaban en total sintonía.
El Pueblo expectante y sereno ha presenciado esta augusta y magna discusión, anunció el Presidente de turno del cuerpo legislativo, luego de declarar la Independencia el 5 de Julio de 1811. “Independencia que ansió ardientemente”, expreso el hijo de Paula María, que junto con Miranda era de los que más argumentos exponían. Por ello, en la tarde del glorioso día se le encomendó la redacción del Acta, para que recogiera en ella la querencia venezolana.
Consciente de que el universo debía enterarse del gran evento, de inmediato escribió el “Manifiesto que hace al mundo la Confederación de Venezuela”. Era el primer propagandista de la magna obra de la libertad americana. Juan Germán, el mismo que escribió el Reglamento del Congreso “Que permite a este cuerpo declarar la independencia”, aseveró uno de los diputados.
Un año de ilusiones para la Patria. De trabajo, de armarse, de las primeras batallas bélicas de la República, de buscar ayuda internacional; de Bolívar en sus primeros pasos militares; de las primeras monedas con las firmas de Roscio; de Miranda al frente del novel ejército, De la capitulación.
1812, Bolívar deprimido, Miranda en la Carraca, Juan Germán Roscio humillado en la plaza como “monstruo”, 70 días en la mazmorra, después a los calabozos en África. De donde “la real ignorancia” trajo a infelices a la fuerza, como bien razonó ante el racista Colegio de Abogado de Caracas
Dos años tras las rejas, sin dejarse abatir por la desesperanza, con la mente puesta en la libertad. Escribiendo. Animando. Planeando la fuga, y logrando evadirse de los captores.
Por la libertad, con la habilidad de llegar a territorio inglés. Allí recapturado, pero con la esperanza de esgrimir de nuevo la pluma. Poderosas letras como las del acta del 19 de abril, como la del acta del 5 de julio, como las de los alegatos para darle libertad a Inés María Páez, la mestiza. Las letras de Roscio le dan lo dejan libres en 1815 y vuelve al Caribe, a la inmortal Jamaica de Simón Bolívar. De allí a Filadelfia a publicar la obra más fuerte que conociera el siglo XIX contra el despotismo católico. De vuelta a la Patria, para asumir responsabilidades jurídicas, periodísticas, ejecutivas, legislativas, morales.
“Estamos prestos a la integración de América
“Procedamos bien como hasta aquí, y procedamos siempre por la senda de la verdad y la justicia, y en breve tiempo el maldiciente se verá precisado a mudar el lenguaje”
El cansado cuerpo del infatigable héroe no teme al trabajo. “Si acepto esta misión que sobrepasa mis fuerzas” es por la Patria, dijo cuando lo nombraron vicepresidente de Colombia en 1819, cuando apenas hacía un año de haber escapado de una grave enfermedad y que lo obligó a hacer testamento “Que todos mis bienes sean para la libertad a América de la tiranía y despotismo español”.
A un mes del congreso de Cúcuta, el cual presidiría, mientras, entusiasmado, preparaba todo para que Simón Bolívar fundara formalmente a Colombia, la muerte reclama al mayor de los hijos de Tiznados. A su lado su esposa, la guayanesa María Dolores Cuevas, como triste testigo de la partida de quien no respiró un momento sino para servir a la Patria.
En las ruinas de iglesia Santa Ana, de la Villa del Rosario de Cúcuta, reposan los restos del hijo de Paula María Nieves y José Cristóbal Roscio. El mayor pensador de la generación de la independencia, “Padre, Maestro y defensor de la libertad de América” como acertadamente lo describió Andrés Bello.
Allá está el hijo de Paula María. Sea por mezquindades o por ignorancias arrastradas en la historia, como le sentenció a los juristas discriminantes de Caracas, que dejaban la humanidad de los africanos, y la entrada de Roscio Nieves al Colegio de Abogados, no está al lado de los inmortales del Panteón Nacional, y su nombre aún no honra espacios de las instituciones de las cuales fue fundador o activador, como la cancillería, la biblioteca nacional, el derecho electoral, la prensa escrita, el congreso, el poder ejecutivo, la vicepresidencia o lo que más lo hace trascender la defensa del derecho natural, de la igualdad humana.
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Salud Siempre
Hipólita y Matea al Panteón Nacional
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