Desde hace tiempo, mucho antes de subir los siete pisos del cubil adeco donde le dieron un rincón, Julio, AKA “Manolito”, venía moliendo con vidrio y tierrita un resentimiento que trataba de ocultar con un humor ácido y paciencia de abate pastoril. Ninguneado en un triste triunvirato de pre “Frijolitos”, pensó que eso era parte del proceso de su desarrollo político, pero hoy por hoy sabe que su hirsutismo superciliar no le tapa la cara de bolsiclete y en secreto anhela darle unos carajazos al macho alfa de los adecos. Es una violencia acumulada que no haya como canalizar.
¿Cómo no va a querer que todos nos olvidemos del pasado, si aparece en casi todos los “eventos democráticos” de la “sociedad civil” que promovió y perpetró golpes, paros guarimbas? El argumento de borrón y cuenta nueva, de no me toques esa tecla, es discurso común de 65 chacumbeles quienes recién entienden cayeron en una trampa jaula confeccionadas por ellos mismos. Un “auto suicidio”.
Pero perro que come manteca, introduce su apéndice gustativo en fruto seco venezolano. A pesar del mal rato que les hizo pasar Henry y sus secuaces en la sesión de la MUD, acude a él para que lo asesore y le diga qué hacer para calmarse. Lo llama y respirando hondo, le pide una cita. Aquel le dice: ¡Siii, chico, cómo nooo! Vente ya, pero hay un detalle. Vas a tener que subir a pié hasta mi oficina porque el ascensor ta´malo.
Llega. El último piso se puso difícil. Henry lo recibe con una sonrisita: ¿Quieres agua? Ahorita te estaba llamando para decirte que ya arreglaron el ascensor. Julio se arrecha por dentro, pero se le sale una sonrisita bobalicona. Henry lo anima: Tranquilo diputado, siéntese y coja mínimo ¿Qué es lo que le pasa?
Julio se rasca las cejas y se deja caer en un sofá ¿Me puedo recostar aquí? Pregunta. Claro diputado, pero cuénteme ¿Qué lo tiene tan trastornado? Bueno es que últimamente me cuesta mucho conseguir que mis sueños se hagan realidad, me meto en unos peos y después no sé cómo salirme de ellos. Fíjese que antes había más oportunidades, PDVSA era de todos nosotros, era una PDVSA regalona. Incluso nos dieron unos reales para fundar una fundación que fue fundamento de Primero Justicia. Ahora eso no funciona y me siento confundido.
Henry, ya con libreta en mano y arrellanado en un sillón, toma nota y le dice paternal: Mire diputado, ese estrés es redundante en nuestras filas. Ya uno ni está donde hay, ni hay quien le dé. Y eso es el numen, el sustrato, la base de nuestra lucha democrática y de allí la insistencia de salir de este régimen totalitario. Tú no te puedes quebrar perdiendo los estribos en plena Asamblea porque el tirano te dijo la verdad. En estos casos uno tiene que poner su mejor cara e´ tabla. Yo te recomiendo mucha calma…
Julio se para de pronto ¿Calma? ¡Pero bueno! ¿Hasta cuándo nos la calamos? ¿Es esto lo que tú quieres que continúe? ¿Es esto correcto? Henry también se para y le grita: ¡Siéntese, diputado! ¿No ve cómo se pone en un momentico? Así no podemos continuar la sesión. Haga yoga, origami o saque sudoku. No, sudoku no, usted es muy malo en matemáticas. Es todo por hoy. Vaya, échese un palo e´ valeriana ahorita y se lleva su dosis para el debate de mañana sobre la memoria y cuenta del tirano.
Julio lo mira aprehensivo como buscando una palmada en el hombro. Henry se la da y lo despide: Tranquilo, diputado, que ahora va de bajada. Mientras comienza su descenso alcanza a oír a Henry hablando por celular: Aló ¡Cómo está la diputada más pechocha de la derecha! ¿Una cita? Siii, cómo noo, pero vente ya ¿El ascensor? Está funcionando, tranquila, la espero. Se devuelve a su oficina, cree escuchar un sollozo en las escaleras, pero no le para bolas.
Arregla el sofá, cierra la libreta y va hacia un lado de la biblioteca. Revisa que la cámara oculta esté bien colocada. Apaga la luz.
Y el “honorable” diputado Henry se sienta a esperar a la otra trastornada. En la penumbra se ríe solo y se soba las manos; loquero le queda bien.
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