Es en los primeros cinco años donde se definen los derroteros de la actual política exterior de la Revolución Bolivariana y que permiten desentrañar las claves para comprender dicha política.
Al referirse al significado del triunfo del pueblo venezolano sobre las fuerzas políticas y los altos oficiales militares que organizaron y ejecutaron el golpe de Estado de abril del 2002, el líder bolivariano Hugo Chávez Frías reflexionaba en sus Líneas dominicales (1) acerca del “valor geopolítico que tiene Venezuela a nivel mundial” y de “lo estratégico de nuestros recursos energéticos”, sobre todo para aquella aventura imperial que fue la guerra de Iraq que necesitaba de nuestro crudo para hacerla más sostenible”.
Más adelante, luego de establecer la premisa objetiva antes mencionada, Chávez reconoce la necesidad del imperio estadounidense de “volver a instaurar a sus lacayos” en el país y enfatiza “la importancia que Venezuela juega en estos momentos en la nueva geopolítica mundial, cuando el imperialismo se convierte en un gigantesco tigre de papel, como dijera Mao, el Gran Timonel de la hermana República Popular China”.
El propio Chávez, con su singular capacidad de síntesis y con su alta responsabilidad de que las síntesis lleguen al corazón y la mente de quienes le escuchan, para lo cual debe hablar con el pueblo durante horas, recordó en esas Líneas publicadas el 16 de abril del 2009 que unas semanas después del golpe de Estado, en uno de sus viajes a África una dama surafricana que le escuchaba los relatos sobre el golpe le dijo: “Usted es un milagro ambulante” y él contestó: “En verdad, es el pueblo venezolano el milagro”.
En esas breves palabras encontramos las profundas ideas que contiene los elementos claves para comprender el rumbo, retos y alcances de la política exterior venezolana, iniciada oficialmente por el gobierno desde el primer día que Chávez se juramentó sobre la “moribunda Constitución” el 2 de febrero de 1999, aunque ya desde el 14 de diciembre de 1994 en su discurso en la Universidad de La Habana avizoró, como potencial líder creador, los nuevos tiempos por llegar.
“Algún día esperamos venir a Cuba en condiciones de extender los brazos y en condiciones de mutuamente alimentarnos en un proyecto revolucionario latinoamericano, imbuidos, como estamos, desde siglos hace, en la idea de un continente hispanoamericano, latinoamericano y caribeño, integrado como una sola nación que somos” afirmó Chávez en el acto, ante el expectante auditorio presidido por el líder de la Revolución Cubana Fidel Castro.
Fueron unas palabras históricas en un escenario y ante un auditorio también histórico. La lógica y la política bolivariana se hicieron presentes desde ese 1994 más allá de la frontera venezolana. Sus palabras recordaron aquellas pronunciadas por Fidel en Estados Unidos, a pocos días del triunfo revolucionario de los barbudos de la Sierra, frente al monumento a Abraham Lincoln, en las que recordó a Simón Bolívar como el iniciador del paradigma unitario de la Patria Grande.
A los anteriores elementos claves, como son el significado de Venezuela en el mundo, su papel geopolítico y su enfrentamiento a los EEUU, dada las necesidades imperiales de este, el amplio apoyo popular a Chávez expresado en una secuencia de votaciones nacionales, la decisión del gobierno bolivariano de construir una nueva sociedad y establecer alianzas internacionales para impulsar el proyecto latinoamericano con la visión de Simón Bolívar sobre la Patria Grande, se le debe agregar otro elemento clave: la incapacidad de la burguesía venezolana para detener las transformaciones, aunque no para obstaculizarlas en su ritmo. (Continuará )
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(1) “Vuelta a la Patria”, Hugo Chávez Frías, 16 de abril de 2009, pags 102-109 en Las Líneas de Chávez, tomo 1, números 1 al 56, ediciones MINCI.
