Becas antirrégimen

Ahora que Roger Noriega ha dicho que Estados Unidos va a volver a pagar la cuenta de la oposición, es probable que los alicaídos líderes de ésta salgan del ostracismo y hasta que la Coordinadora Democrática retorne de los infiernos.

No hay que olvidar que la fe mueve montañas y con más razón si hay montañas de dólares de por medio.

"Ayudaremos a las fuerzas democráticas de Venezuela a mantener su espacio", dijo Noriega en inglés. Y aquí _en criollo_ unos cuantos vivianes pulsaron sus celulares de última generación. "¡Hay platica, chamo!", y se invitaron entre sí a tomar unas copas.

Su actitud es comprensible. Con la ayuda de los billetes verdes sí se puede luchar contra el autoritarismo en términos equitativos porque ya sabemos que este gobierno comete el despropósito de darle dinero a los pobres.

Muchos de estos líderes son gente pragmática. Saben que la máxima dicha en la política está en tener seguidores fieles. Pero si no se puede, un buen consuelo es tener un mecenas dadivoso. "In God we trust", es el santo y seña de la repotenciación opositora.

Lo malo es que cabe esperar una precoz disputa piñatera entre los muchos dirigentes que aspiran a tener el apoyo pecuniario de Washington. Si el único requisito para optar por las becas antirrégimen en divisas duras es odiar a Chávez, se puede presumir que la cola frente a la embajada americana será tan larga como la de aspirantes a los créditos hipotecarios al 5% con subsidio.

"Yo represento al único partido que puede latirle en la cueva al chavismo", se ufanará el agente de Acción Democrática, con cara de sobrado.

"Somos lo más parecido a los republicanos en Venezuela", argÜirá el copeyano.

"Encarnamos el liderazgo del futuro y vamos a enamorar chavistas, operación sumamente costosa", aducirá el abogado de Primero Justicia.

"No gasten dinero en civiles, que aquí lo que se necesita es un chilenazo", argumentará el gorilismo altamirano.

"¡Tírenle algo a la sociedad civil, malucos!", se quejarán los oenegistas de alto coturno.

"El fin justifica arrimarle la canoa a los medios", filosofarán los maquiavelos de la comunicación de masas.

"Lo mío me lo dejan en la olla", susurrarán los mercaderes de la Triple A.

"Mientras más dólares sumemos, más fraude detectaremos", razonarán matemáticamente las mentes brillantes de las franquicias cuentavotos.

"Educar a las hordas chavistas para la democracia es lo más importante, así que a nuestra asamblea no pueden dejarla como la guayabera", planteará un fallido ministro.

"A nosotros deben darnos bastante porque la excelencia se paga caro", dirá la gente aquella, que tuvo el talento suficiente para arrojar a 17 mil seguidores por un barranco y seguir como si nada con su fama de meritócrata.

A los repartidores de subsidios antidictadura les espera un trabajón. Ya es fama que a cada chavista de marcha y balcón le dan su pan y su ron cada vez que hay marea roja. Como los antichavistas son menos precarios y más exigentes, Noriega tendrá que darle a cada líder opositor su tarjeta de crédito. Con ella tendrán todo lo que quieran. O _como en la cuña_ todo, salvo aquello que el dinero no puede comprar.




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Clodovaldo Hernández


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