A propósito de la amargura de Estados Unidos por la compra de equipos militares por parte de Venezuela a Rusia recordamos que: Luego de concluida la segunda guerra europea, en la cual participaron Japón y EEUU, los ideólogos de la hegemonía junto con la doctrina anticomunista acuñaron una sutil herramienta para asegurarse el dominio: la prédica del desarme total.
Sólo era un sermón. La guerra fría fue una carrera armamentista que casi origina, en el año 1963, la destrucción de la humanidad.
No obstante, desde el Norte se insistía en la necesidad de detener la construcción de armas nucleares. De esa manera, por la insistencia, la Rusia Soviética y sus aliados iban cumpliendo el plan, mientras que EEUU daba pasos de bebé en el mismo asunto. Ya habían probado su poderío en Nagasaki e Hiroshima.
La Urss sólo registró accidentes, por supuesto, siempre lamentables para la vida.
El discurso “de abajo las armas” continuó con mayor fuerza.
Se aderezó con efectismos comoel “mientras los países se arman, la gente muere de hambre”, idea que compraron activistas civiles, religiosos y progresistas.
No obstante, la venta de armas por parte de las grandes potencias y productores de armas no cesaba. Así surgieron los “perros de la guerra”. Comerciantes desalmados que desde el Norte azuzaban los conflictos fronterizos y las rencillas entre países o provocaban movimientos separatistas que recurrían a la violencia armada.
Armas y dólares alimentaron las cruentas guerras centroamericanas.
El arzobispo Oscar Arnulfo Romero suplicó en su momento al Gobierno de EEUU no financiar más la guerra en su país. El Salvador sólo era una réplica de un modelo a escala mundial. En los años 1960, la Alianza para el Progreso fue la gran patrocinante de la Doctrina de Seguridad Nacional en América Latina.
Dinero para mantener las cárceles llenas de presos políticos, cuando se tenía algo de suerte.
Inmensa contradicción “desármense y compren mis armas”.
Fueron tan lejos que propusieron eliminar los ejércitos y sustituirlos por policías antinarcóticos. Semejante propuesta iba y va destinada a desguarnecer los países latinoamericanos.
Desarmaron a Haití y lo condenaron a la eterna ingobernabilidad y no se acabó el hambre.
A los países con recursos les aplicaron la prédica a medida:
“No compren armas a nadie que no seamos nosotros”. De esta manera no sólo conocían las fortalezas del comprador sino que lo hicieron dependiente de la tecnología militar del mayor fabricante y proveedor de armamentos del mundo: EEUU.
Extraña entonces la polémica insulsa de que 100 mil fusiles rusos causarán desestabilización en la zona. Desestabilización ydestrucción causan los incesantes bombardeos sobre países indefensos por cientos de aviones con visión nocturna y bombas de toneladas de poder.
En suma, la compra-venta de armas, siguiendo las leyes internacionales, tal como lo expresara en su oportunidad el Canciller de Rusia, es un derecho de todo país para mantener su fuerza armada a tono con las nuevas tecnologías. Por otra parte, es fundamental para los sistemas de defensa nacional diversificar la procedencia de material militar y asegurar la transferencia de tecnología como es el caso con Rusia, cuestión que nunca sucedió con EEUU, que se niega a proveer repuestos condenando al parque militar a convertirse en chatarra.