Su anuncio lo escuché a través de RNV. Al principio, sorpresa, porque en su voz había esa disonancia que solo en momentos en los cuales se desbordan los sentimientos, se nos viene a los hombres a la garganta. La razón, por supuesto, tener que decirnos lo que le sucedía, entender que la noticia llegaría a lo más hondo de la fibra popular.
Creo, sin embargo, que sus palabras nos infundieron aliento. Tal vez muchos entendieron lo dispuesto que está usted a consumirse por nosotros en aras de la Revolución. Creo que el camarada Vicepresidente, Elías Jaua Milano, tiene razón cuando dice que la nobleza de la gente hacia usted, ha trascendido las filas revolucionarias. Creo que se han encendido llamas en corazones fríos, anquilosados hasta ahora por la hidra mediática, conductora de iniquidades.
La sorpresa continuó, pues usted leía un pliego preparado, lo cual más tarde dio pie a nuevas pestilencias comunicacionales. No vale la pena comentarlas. Entendimos en sus palabras que debía guardar estricto apego a las indicaciones médicas, seguramente al consejo del Comandante Fidel Castro y por tanto no podía abusar de su extraordinaria capacidad de discurso.
Es cierto Líder Comandante, ahora es cuando hay semerucos que brotan como esperanza en los cerros de la Patria y cantos para celebrar juntos sus victorias. Mire que doscientos años después viven en nosotros los fundadores de la República y hemos dejado de ser pendejos, construyendo nuestras propias realidades con esa argamasa insustituible que es el fervor del Pueblo.
¡Salud, Presidente! Tómese todo el tiempo que requiera para sanar. Lo esperaremos pacientemente para continuar avanzando hacia el Socialismo del Siglo XXI.
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