Urge la formación de una corriente de marxistas y revolucionarios venezolanos

Nos Unimos Para Impulsar la Corriente Marxista Bolivariana

Justificación:

Existen serias, graves e inmediatas amenazas en contra de la revolución democrática venezolana. El enemigo fundamental es el imperialismo norteamericano. Su naturaleza fascista es evidente. Su afán de dominación es incontrolable. Y su crisis actual lo hace mucho más agresivo e indetenible. El imperio amenaza permanentemente nuestra integridad territorial, nuestra soberanía política, económica y cultural. Los EEUU de Norteamérica vienen por nuestro petróleo, nuestro gas, nuestra Amazonia, nuestros recursos hidráulicos. El inexorable agotamiento de sus propias reservas energéticas, la destrucción de su medio ambiente, obra directa del desarrollo capitalista industrial, los induce a desplazarse hacia nuestro continente, siempre alimentando su ambición de dominación en el uso inexorable de la fuerza militar, del sometimiento de los pueblos al dictamen de sus intereses de gran potencia militar e industrial.

Para conquistar esos fines imperiales, el gobierno de George Bush, Condolezza Rice y las corporaciones petroleras disponen de una poderosa punta de lanza en nuestro continente: el Plan Colombia (ahora Plan Patriota), cuya cabeza visible es Álvaro Uribe Velez, Presidente de Colombia, individuo tradicionalmente reconocido por sus vínculos con los carteles de la droga y quién al llegar al gobierno, amenazó con derrotar la insurrección popular y al movimiento guerrillero del hermano país. En pocos meses quiso comprometer al gobierno democrático del Presidente Chávez en esa estrategia de aniquilación de la resistencia del pueblo colombiano en contra de la oligarquía y de los planes del imperio.

Uribe, en su desesperación, se siente impotente. No ha sido capaz de derrotar al movimiento armado de importantes sectores populares de Colombia; no ha podido atraer a sus posiciones guerreristas al gobierno del presidente Chávez. Y ante la crisis que soporta actualmente en virtud de que el plan Colombia tiene unos plazos de vencimiento en el 2005, el caballero Uribe, para congraciarse con su patrón imperial y en solicitud de mayores recursos financieros, ha implementado la siguiente estrategia de sumisión y de incondicionalidad: ofrece a EEUU la extradición de importantes luchadores revolucionarios; desplaza fuerzas paramilitares colombianas bajo la figura de la desmovilización hacia las fronteras con Venezuela; fortalece el control del comercio de contrabando de las drogas y de los combustibles provenientes de nuestra industria petrolera nacional; provoca conflictos fronterizos con miras a justificar una posible intervención extranjera en nuestro territorio y lo más grave de todo, incursiona militarmente en nuestro territorio de manera descarada e impune bajo el estúpido y fascistoide pretexto de combatir el terrorismo. Conducta esta que constituye una vulgar reproducción de la estrategia sionista del gobierno de Israel hacia el pueblo palestino.

Los marxistas y los revolucionarios venezolanos no debemos mirar estos graves hechos con indiferencia, ni desdeñarlos bajo el pretexto de que los gringos no se atreverán a intervenir militarmente nuestro país. Tampoco ignorarlos bajo la oportunista visión de que lo más importante es atender exclusivamente nuestros asuntos internos. De manera que una de las condiciones sine quanom de esta unidad de los marxistas y revolucionarios consiste en levantar las banderas programáticas de la unidad anti imperialista y de defensa de nuestra soberanía. Este punto, aún cuando pudiera ser cuestionado desde la óptica de la teoría revolucionaria, desde la actualidad mundial, del llamado derecho internacional y de la descomposición del capitalismo mundial, encierra una potente carga política reivindicativa y movilizadora de importantes capas sociales y democráticas a escala planetaria. El sentimiento de defensa de la soberanía nacional y de la lucha en contra del intervencionismo extranjero adquiere en las actuales condiciones internacionales una razón muy poderosa de movilización de millones de seres en el mundo entero, y los marxistas debemos guiarnos, por los principios que nos rigen y la práctica social concreta, la cual asumimos dialécticamente.
 
La segunda razón programática que le sirve de fundamento a la unidad de los marxistas y revolucionarios consiste en la defensa de la revolución democrática. Este es un punto esencial de nuestra táctica.

Resulta que la mayoría de los ministros, funcionarios gubernamentales, partidos políticos afectos al Presidente Chávez, líderes sindicales, ideólogos, altos oficiales de la Fuerza Armada Nacional, líderes estudiantiles, gobernadores y Alcaldes autoproclamados “bolivarianos”, de hecho son enemigos y hasta sabotean el contenido del programa de la Revolución Democrática, hablan desaforadamente a favor del desarrollo endógeno, pero su práctica económico-social constituye una vulgar repetición de la cuestionada gestión que llevó al fracaso a la llamada democracia Representativa y a las maquinarias partidista de AD y COPEI. No se trata de un asunto de ignorancia y desconocimiento sobre el contenido de la Revolución Democrática, de lo que se trata es de una abierta oposición a las transformaciones democráticas propuestas por el Presidente Chávez. Quienes dirigen el actual proceso están abierta y francamente contaminados de la ideología burguesa de la división internacional del trabajo, que condena a nuestro país a comportarse, ante las multinacionales y ante las grandes potencias capitalistas, como una nación de borregos, como país suplidor de materias primas estratégicas y consumista por excelencia. Esta contradicción de la nación venezolana con respecto al capitalismo mundial aún no ha sido resuelta. La burguesía dirigente en épocas anteriores habló de sustituir importaciones, pero esta línea estratégica soberana, de desarrollo capitalista industrializador, hacia adentro, de desarrollo endógeno como suele llamarlo Chávez, quedó inconcluso ayer. Chávez levanta las banderas de crecimiento industrial interno lo que genera el odio visceral y los ataques del imperio. Esa consigna burguesa ya había quedado sepultada por la historia. Había sido lanzada al desdén y nuestros países habían sido condenados a ser receptores de un modelo capitalista usurero donde las principales actividades permitidas por el imperio a nuestros pequeños países consistían en el desarrollo del comercio y sobre todo del informal, y de la expansión de la economía de servicios. Estaba y está prohibido todo desarrollo industrial, todo crecimiento de las fuerzas productivas internas, cero acumulación del ahorro interno, ninguna oportunidad de capitalizar nuestra plusvalía interna.

El presidente Chávez retoma las banderas inconclusas y olvidadas de la revolución democrática. Pero se tropieza con el inconveniente de que el imperio no lo permite e intenta su derrocamiento mediante el golpe de Estado, el sabotaje petrolero, las provocaciones de Uribe en nuestro territorio, llegando hasta la posibilidad –no descartable- del magnicidio. Se encuentra con el segundo inconveniente de que el aparato de estado en que se apoya para adelantar las transformaciones, no sirve a los fines de la revolución democrática por que es un Estado constituido por la oligarquía para remachar las cadenas del sometiendo al imperio. Es un aparato de dominación de clase para sojuzgar a nuestro pueblo, para aterrorizarlo, mantenerlo sumiso y embrutecido. Y por si esto fuera poco, el ente político que gobierna al lado del presidente viene de una ruptura forzosa ante los partidos políticos de la vieja maquinaria representativa. Pero dicha ruptura se dio sólo en el ámbito organizativo y no en el ideológico. El burócrata “bolivariano” de hoy es un simple reproductor de la ideología burguesa tradicional. Le rinde culto al aparato electoral. Utiliza al hombre y a la mujer humilde del pueblo como su brigada de choque. Impide la construcción del poder popular. Practica la corrupción. Coexiste con los escuálidos y de hecho reproduce el viejo esquema de dominación del capital sobre el trabajo.

¿Cuál es el contenido del programa económico de la revolución democrática que los marxistas y revolucionarios debemos colocar en el primer plano del debate ideológico?

El primer punto de la Revolución Democrática es la cuestión agraria.

Sin una revolución agraria, sin una transformación de las relaciones económicas en el campo venezolano. Sin un desarrollo colosal de nuestras fuerzas productivas internas, sin un desarrollo de la ciencia y tecnología propia biodegradable y no contaminante, sin la presencia de un movimiento social coherente, sin una estrecha relación entre el desarrollo industrial urbano y el desarrollo capitalista agrario, sin una visión moderna, científica de la agricultura, sin una comprensión de las leyes del mercado. En resumen, sin la presencia de un programa de clase, sin la movilización de millones de trabajadores del campo para hablar de agricultura y de independencia agroalimentaria, nuestro desarrollo endógeno continúa siendo una quimera.

Proceder como se hace ahora al simple reparto de la tierra, el otorgamiento simbólico de un título de tierra a los pobres del campo constituye un hecho demagógico. En 1960 el gobierno de Rómulo Betancourt, el padre de la democracia representativa, ante la incontenible ola de invasiones campesinas, a los fundos improductivos y ante el peligro cierto de que se desencadenara una insurrección campesina, optó por expropiar, mediante indemnizaciones a sus dueños, numerosos latifundios, y repartir a los campesinos pequeñas parcelas entre 5 y 10 hectáreas por cabeza. El campesino ilusionado por el concepto de propiedad, se hundió aún en la marginalidad y la pobreza. A la postre revendió la parcela de tierra y se marchó a las barriadas urbanas y parasitar y rumear su miseria. Este primer punto debe ser profundizado y debatido abiertamente ante todo el país y sacar el debate de lo meramente efectista.

El segundo punto estratégico de la revolución democrática en el área económica es la industrialización real del petróleo.


El mensaje oficial sobre el tema es engañoso. Se dice que ahora PDVSA es nuestra. La política de Alí Rodríguez y de nuevas asociaciones estratégicas significó mayores concesiones a las poderosas multinacionales del petróleo. La meritocracia retomó el control de la industria y la nueva élite burocrática que hoy dirige la industria se ha enlodado en sucios negocios, lo que ha convertido a PDVSA en una empresa incontrolable y a mercéd de las aves de rapiña de siempre. Por casi ninguna parte se habla de instalar refinerías internas, de desarrollar la energía gasífera de manera endógena; de desarrollar la metalmecánica, la industria naval, la industria transformatriz y productora de bienes de capital; de la biomedicina. El cuadro actual nos sigue presentando como un magnífico vendedor de petróleo y lo estratégico apenas se escucha en muy pocos sectores.

El tercer punto que define la Revolución Democrática es el control del sistema financiero, el control de la banca.

El BCV es manipulado desde el extranjero por funcionarios adiestrados por el FMI y por una mafia que controla una junta directiva paralela, apéndice de la banca privada y de los grupos golpistas internacionales, de manera que una de las medidas económicas fundamentales de la revolución democrática, como lo es el control del crédito y de las finanzas públicas por incapacidad de los líderes del actual proceso, subyace como una espada de Damocles, en manos de una vieja oligarquía.

La contradicción principal dentro de las filas de la revolución, y quizás de cuyo resultado depende el curso de la Revolución Democrática es la contradicción entre dos corrientes ideológicas y políticas, que se disputan la hegemonía del proceso.


No entender la existencia y la naturaleza de esta contradicción significaría un error de perspectiva histórica. La primera de las corrientes ideológicas de clase es la burocrática, que de manera astuta se cobijó a la sombra de la figura del presidente Chávez. Es de naturaleza burguesa y se aferra a la idea de la defensa incondicional del Proceso sin afectar los mecanismos del Estado, reproduciendo el modelo de representación tradicional, repartiéndose los espacios burocráticos con la vieja oligarquía, coexistiendo con ella. Practicando la corrupción hasta límites indecibles. Aislando a Chávez de sus vínculos directos con el pueblo. Utilizando las movilizaciones populares de manera oportunista e incondicional, exclusivamente en la defensa de una democracia indolente y oportunista, perdonando a los golpistas y reinsertándolos en el aparato del estado; haciendo los grandes negocios y creando las condiciones políticas y financieras para resolver la crisis interna actual mediante la estrategia maquiavélica del Chavismo sin Chávez. Es en esencia anti comunista y desarrolla actualmente una estrategia de cerco y aislamiento de los sectores marxistas y revolucionarios con fines de aplastarlos y de segregarlos. Es enemiga de la lucha ideológica y se opone a la tesis presidencial de: “hacer la revolución dentro de la revolución”.

La segunda corriente ideológica es la marxista y la revolucionaria. Ésta permanece dispersa, incoherente y con visos de poderosas vacilaciones internas. Un sector suyo repite el esquema cuarto republicano de copar espacios de poder gubernamental para perpetuarse en los mismos, sin promover el transito hacia el poder popular, atrapados por el burocratismo, sin conexión con las organizaciones socio-políticas de base y sin una direccionalidad marxista clara para el desarrollo de un programa de lucha con el pueblo. Estos camaradas no alcanzan a entender que el centro de gravedad política, como lo hemos indicado en más de una oportunidad, debe desplazarse desde el área gubernamental, desde el área de los aparatos políticos del oportunismo como el PPT, MVR y Podemos, a manos directas del pueblo organizado. Para asumir la verdadera transformación revolucionaria desde las posiciones de gobierno, lo sustantivo debe ser el poder popular. Lo estratégico y fundamental consiste en que si somos marxistas consecuentes, primero debemos comprender que los verdaderos constructores de la revolución, los verdaderos enterradores de lo viejo, los que de verdad hacen la historia, son los pueblos y no los individuos aislados, los aparatos burocráticos, los decretos, ni cien programas redactados por teóricos sin conexión con el pueblo, sus luchas y sus realidades.

Aquí, por tanto, nos corresponde abrir un debate ideológico, esclarecedor. Reivindicar la teoría marxista de la revolución. Si, a pesar de que actuamos en defensa de una revolución democrática-burguesa, no es menos cierto que ésta debe ser una postura táctica que nos permita unificar al movimiento popular y avanzar en su madurez política e ideológica, armarlo de una teoría revolucionaria en permanente construcción con nuestro pueblo. De un programa de contenido concreto. De unas modalidades organizativas creadas por el pueblo mismo y al calor de sus luchas directas e ir acumulando fuerza en razón de dos premisas definidoras: primero, que aún cuando las transformaciones inherentes a la revolución democrática son por naturaleza burguesa, resulta que la élite oportunista que anida en Miraflores y en los cargos políticos principales, están imposibilitadas de llevarlos a la práctica. Segundo, que debemos concluir y rematar las banderas de la revolución democrática. Esto sólo será posible desarrollarlo y llevarlo a cabo en un sólido movimiento popular, que además de profundizar las medidas democráticas sea capaz de no detenerse en los límites del capitalismo. Que sea capaz de abarcar el terreno para que nuestro pueblo de un poderoso salto en la posterior y simultánea edificación de la sociedad socialista del futuro.
CON EL PODER POPULAR PROFUNDICEMOS LA REVOLUCIÓN DEMOCRÁTICA
Y AVANCEMOS HACIA EL SOCIALISMO CIENTÍFICO
 
POR LA CONSTRUCCIÓN DE UNA CORRIENTE MARXISTA, REVOLUCIONARIA Y BOLIVARIANA

Firman la presente declaración.-

Los Comuneros – Utopía - El Proceso – Los Gayones - Coordinadora Simón Bolívar


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