Muéstrame tus dientes y te diré cuánto ganas

El movimiento social de protesta español, conocido como ¡Democracia Real Ya!, convocó el 15 de octubre del año pasado, en el marco de la crisis económica financiera, a una protesta amplia y general a escala mundial. Un grupo de compañeros de mi ciudad hizo eco al llamado de la plataforma política [aunque ellos mismos se definen como apolíticos] e hicimos acto de presencia en la manifestación, que comparada con las demostraciones de Madrid y Santiago de Chile, parecía más bien una reunión familiar. Colocamos nuestra literatura y boletines informativos acerca de la crisis económica en una destartalada mesa para tapizar, fiel y muda testigo de tantas protestas y manifestaciones anticapitalistas y antiimperialistas en que ha participado, como accesorio indispensable en cualquier stand informativo. La procedencia partidaria de la interpretación político-económica de la crisis financiera, manifestada en el material informativo—serio y bien documentado—, estaba anunciada implícitamente por un paño rojo rectangular con la hoz y el martillo.

El primer orador—un joven estudiante comunista andaluz—hizo uso de la palabra y arengó en un alemán gramaticalmente correcto, endulzado con el acento sevillano. Se refirió al Movimiento Occupy Wall Street, a los Indignados y al “Invierno Chileno” —ola de protestas y manifestaciones contra el gobierno de Sebastián Piñera —, con gracia y mucho salero, motivo por el cual, el público ahí presente—jóvenes y viejos—lo colmó de vítores, al mismo tiempo que gritaba consignas anticapitalistas. En esas faenas estábamos, cuando de repente, frente a nuestro stand, apareció un ciclista vistiendo llamativos atuendos deportivos, típicos de los corredores de la Vuelta a España o la Tour-ture de Francia. Me pareció estar contemplando una guacamaya costarricense con gafas de sol polarizadas Porsche Carreras o a un extraterrestre. Se quitó los lentes con displicencia y echó un vistazo altanero y prepotente al material distribuido en la ya bendita y militante mesa de tapizar. Una mueca que quería aparentar una sarcástica sonrisa se dibujó en el rostro rojo y sudoroso del mentado deportista alemán. Tomó un ejemplar de Crisis. Recesión. Caída y se dirigió hacia nosotros con autosuficiencia y fingida cortesía, y sentenció categórico en voz baja, así como quien susurra al oído un secreto: ¡En Alemania no hay crisis! Das ist eine glatte Lüge! ¡Eso es pura mentira!

Dado que me miró a los ojos, como queriendo decir: ¡Los españoles son los que están en crisis!, me di por aludido y pensé restar el ataque con una batería de argumentos que iban desde la subida de los precios de los cereales hasta el poder de compra del consumidor. Sin embargo, me abstuve de argüir en esos términos, puesto que si alguien tiene capacidad de financiarse por sus propios medios una bicicleta de carrera Cube, equipada con los mejores accesorios marca Shimano, valorada, a ojo de buen cubero, entre 1500 a 2000 Euros, excluyendo la elegante y llamativa vestimenta, zapatos, minicomputadora, casco, reloj Tag-Heuer y los ya mencionados Carreras; no va a preocuparse del aumento del precio del pan o de los croissants, ni va a mostrar interés por las causas tecnológicas y económicas del aumento del precio del trigo—mecanización e industrialización de la agricultura— y mucho menos aún, discurrir sobre los bajos salarios. No obstante, había que contrarrestar la ofensiva—se tratara de una provocación o simplemente de desinformación—del alienígena en bicicleta.

¡Muéstreme sus dientes y le diré cuánto gana! —respondí ipso facto. Me percaté que lo había agarrado en curva y con los frenos un poco desgastados. Mi interlocutor guardó un extraño silencio y sus pupilas se dilataron por lo inesperado de mi respuesta o por la rabia contenida. Entonces la sonora y repentina carcajada de un hombre al borde de los sesenta, quien se encontraba detrás del ciclista, mostrando sin vergüenza alguna, unas encías huérfanas de incisivos, caninos, premolares y molares, que me hicieron recordar a Richie Havens[1] en el festival de Woodstock 1969, cantando la canción Freedom a todo gaznate, rompió el estado de estupefacción en que había caído el atónito y boquiabierto—sin decir ni siquiera esta boca es mía— ciclista, quien sin despedirse siquiera, se montó en la blanca Cube y salió volado, tal y como había llegado. ¿Pensaría a lo mejor que le estaría tomando el pelo y se ofendió? ¿No tendría, a lo mejor, una caries dentaria tan grande como la caverna de Altamira? Me quedé sí, con la duda si era un corredor de bicicleta sobre pista asfaltada o un corredor de bolsa o ambas cosas, ya que no me dio tiempo para preguntárselo. El Richie Havens alemán, tan pronto el Yuppie hubo abandonado apresuradamente el campo de batalla, sacó de su gabán la prótesis dental y se la colocó en la boca, como si no hubiera pasado nada, mezclándose con la gente.

Lástima, que la caballería enemiga se batió en retirada, pues de lo contrario, le hubiera dicho que tener una dentadura sana y completa, hoy en día en Alemania y en el resto del mundo capitalista, es un privilegio exclusivo de las clases sociales con más recursos económicos. Dientes sanos o en su lugar, los implantes o la ausencia de ambos, es un indicador seguro para medir el grado de pobreza o bienestar en la sociedad. ¿Quién paga la crisis financiera?, ¿Quién resulta directamente afectado por los recortes en la seguridad social?, ¿Quién tiene que contar los centavos a fin de mes?, ¿Quién tiene que prescindir de esto y de lo otro?, todo esto le hubiera preguntado, si se hubiera quedado el apurado ciclista. Le hubiera dicho—algo que todo el mundo adulto en Alemania lo sabe—, que las reformas en el sistema de salud obligan al ciudadano a invertir más en su salud y asumir por cuenta propia todas aquellas prestaciones médicas (medicamentos y otros) que en el transcurso de los últimos años han sido recortadas paulatinamente, mientras que las cuotas del seguro de salud han ido aumentando continuamente en los últimos 37 años (1975= 10,5%; 2012=15,5% del salario bruto). Si la salud se ha convertido en Alemania en un artículo de lujo: ¿Cómo será en la periferia capitalista, en los tiempos de crisis económica?

¿Quién iba a pensar que masticar chicle—sin temor a perder un diente o en el mejor de los casos a que se caiga el relleno o se afloje la prótesis—dependería de los ingresos mensuales? Entonces, salir a la calle y protestar contra las desigualdades e injusticias del sistema capitalista—a pesar que las consignas políticas pudieran diferir de las de antaño—, es una expresión de la lucha de clases y una actitud política , que actualmente tiene que ver, por ejemplo, más con la ortodoncia que con la ortodoxia comunista.

“Muéstrame tus dientes y te diré cuánto ganas”, no es sarcasmo ni humor negro. Es la cruda y amarga realidad de las grandes mayorías en el mundo capitalista.

http://robiloh.blogspot.com



[1] http://www.youtube.com/watch?v=mIuuzK4XyDA&feature=related


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