En la Facultad de Ciencias Económicas y Sociales de la UCV, nos encontrábamos preparando los actos de recibimiento de los nuevos estudiantes del primer período lectivo del año.
En los grupos “Teatro Economía”, “Cuentos en el Rincón” y el periódico “Pan Mortadela y Kulai” conversábamos con preocupación temas como la disolución de la Unión Soviética, la invasión a Irak, la guerra azuzada de Tutsis y Hutus en Ruanda, entre otros temas.
Juan el flaco, de los más conocedores de la gran varilla que Juan Pablo II y Gorbachov le echaron al mundo al disolver la URSS. Era tan común ver en la prensa que “la república x se separaba de la URSS”; mientras que los países de Europa Oriental, abdicaban al socialismo. Asdrúbal, el de Tucupita, dijo una de las más lapidarias verdades “Ahora si nos j…Los gringos se van a agarrar el mundo para ellos solitos”. Era el fin de la bipolaridad. El adolorido Movimiento NOAL, compuesto por “con líneas” y “sin líneas”, justificaba su existencia con consignas como “No alineados al mal, al hambre, a la pobreza”.
Era típico en Venezuela los familiares reclamando por las víctimas del 27F de 1989; las escuelas de economías del país, tomadas por la derecha, cambiaban sus programas de estudios para sacar a Marx, Trotsky y sus seguidores de las aulas e imponer definitivamente los estudios neoliberales ordenados por el Consenso de Washington. El termino “globalización” copaba toda la escena y no había intelectual que no hablara de eso. Cualquier cosa se relacionaba con esa expresión capitalista; cientos de libros la llevaban en sus títulos, y hasta un postgrado en FACES fue rebautizados como “Relaciones Internacionales y Globalización”.
Entonces llegó la madrugada del 4 de febrero y se revolucionaron las mentes.
@bolivarreinaldo