Ya el pasado año el movimiento 15M mostró su apuesta por impulsar la movilización de los trabajadores, en respuesta a los ataques contra la propia clase obrera (1). Esta propuesta tuvo eco en Comisiones Obreras; anunció que valoraría la iniciativa (2), recordando que eran los sindicatos y no los indignados quienes debían convocar una huelga general; el clamor por las protestas sería una condición indispensable.
Y es que los sindicatos mayoritarios temen que otra huelga general podría fracasar. El paro de 2010 suscitó una tibia respuesta de la clase trabajadora, que se distancia de las centrales sindicales, las cuales han renunciado a transformar la realidad política, siendo objeto al mismo tiempo de una campaña mediática de la derecha, que ha tratado de debilitar la ya de por sí maltrecha fuerza sindical.
La agresiva reforma laboral pretende ahora no sólo facilitar el despedido o empeorar las condiciones de trabajo, obedeciendo las peticiones de la patronal, sino también debilitar a los sindicatos, relegando al convenio colectivo como papel mojado - además de otras medidas. Recordemos que el gobierno ha reducido las subvenciones a los sindicatos. Considero que los sindicatos deberían desvincularse del Estado capitalista y formar unas estructuras independientes, para de esta forma articular la lucha de clases. Aunque en el actual marco de regulación los sindicatos actúan como interlocutores en la negociación política y dependen de la aportación del Estado, sin que sea requerida la afiliación obligatoria a ningún sindicato por parte de los trabajadores como ocurre en otros países. Lo cierto es que han sido debilitados y que nos encontramos en una situación crítica; los ataques deben ser contestados.
Por una parte encontramos unos sindicatos que dudan de la respuesta que una huelga general conllevaría y por otra con el catalizador de ciertas demandas sociales, un movimiento apartidista y heterogéneo que coincide con las propuestas de un movilización contundente; el 15M, también debilitado tras el transcurso de los meses. La confluencia de ambas corrientes: la organizada entorno a UGT y Comisiones Obreras y el resto de los sindicatos; los activistas o simpatizantes del movimiento de los indignados, además de partidos como IU o Izquierda Anticapitalista, supondría que la izquierda – asentada en sectores diversos como los trabajadores y los estudiantes, los jubilados y los representantes y bases sindicales -, todos, juntos pero no revueltos, pudiera formar un contexto de movilización. Dicho escenario resultaría propicio para que la huelga triunfase en sus propósitos; echar atrás la reforma o al menos modificarla, hacer indiscutible el rechazo de los agentes políticos afectados por la reforma – con la salvedad de patronal y empresarios, por supuesto – y revitalizar al mismo tiempo a la izquierda, de modo que contara con la fuerza necesaria para influir notablemente en la agenda pública.
El debate sobre el papel de los sindicatos, acerca de la necesidad de recuperar la esencia combativa que representara a la clase proletaria, ha surgido por diferentes motivos que no comentaré en esta ocasión; quizás habría que aplazar el debate a otro momento, continuando en la crítica a los sindicatos mayoritarios, siempre desde una postura constructiva. Si los sindicatos son amarillos… puede deberse a que los trabajadores han perdido la conciencia que los constituye como clase, al fin y al cabo UGT y CCOO representan a una parte considerable de los mismos. Una tarea primordial a la que se enfrenta la izquierda sería, entonces, recuperar los procesos de socialización que influían en la toma de conciencia de clase de los obreros, socialización que llevaron a cabo los partidos y sindicatos de clase hasta su declive luego de la caída del Muro del Berlín; estos procesos los realiza el 15M en la actualidad; este movimiento ha recuperado a quienes habían permanecido fuera de los espacios de lucha política, ocupando plazas, organizando luchas y fomentando debates. Surge el lugar de encuentro entre sindicatos y 15M; la reapropiación de la política como arma para transformar la sociedad, de un sistema político comandado por una élite que representa en exclusiva a los intereses de los burgueses.
Resulta indispensable continuar en la movilización y la organización para acercar a aquellos que renuncian a luchar y se ocupan por perpetuar el capitalismo; que tan gravosas consecuencias ha traído en esta crisis; que explota al obrero y enriquece al burgués; que maniata a la democracia reduciéndola a una simple esclava de los mercados. Y esta movilización debe ser también el punto de encuentro entre diferentes formas de entender la articulación de las demandas de la izquierda, frenar la reforma laboral, en el caso que nos ocupa, puesto que en el fondo ambas agentes – sindicatos y 15M – comparten su rechazo a ésta.
¡POR LA HUELGA GENERAL!