Pero no basta que la silla sea de madera fina, es necesario, además, que sus piezas encajen perfectamente. Una silla con las patas flojas, todas tembleque, fácilmente puede desbaratarse y… ¡ay mi madre, tremendo porrazo!
La silla puede ser de patas rectas o curvas, cuadradas o torneadas, cualquiera que sea su forma, lo realmente importantes es que éstas tengan la misma altura. Una silla coja, por lo incomodo, no presta su verdadero servicio, que es el ofrecer descanso.
Quedamos claros entonces que, al construir una silla, debemos conseguir una madera tan fuerte que no haya polilla que la destruya, debe quedar ajustada para que tenga firmeza y sus patas con medidas exactas para que no cojee.
Tengan en cuenta una cosa. Es lo que es, gracias a su calidad y si pierde su calidad, deja de ser lo que es.”
Así, la “Seño Colo”, mientras nos enseñaba las primeras letras en su escuelita, que no era más que el rincón de una carpintería, aprovechaba para explicarnos la construcción de una silla, pero para terminar diciendo:
“La silla donde se sienta el Libertador Simón Bolívar, o mejor dicho, su pensamiento, es de excelente calidad. Sus cuatro patas son de la mejor madera, están bien ajustadas y con medidas precisas. Estas patas son: la unidad latinoamericana y caribeña, el antimperialismo, la justicia social y un ejercito del pueblo.”
Al preguntarle sobre el espaldar, ella, que no era una carpintera sino una gran bolivariana, se acomodó los espejuelos, me miro con dulzura y respondió: “sencillo hijo, el espaldar es el amor y la libertad”
AMANDO VENCEREMOS
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