Tras seis años de malos entendidos, confrontaciones e insultos entre el Gobierno y los medios nacionales que, con algunas excepciones, incluyen la prensa capitalina, radioemisoras y televisoras privadas, una especie de sálvese quien pueda impera en el campo comunicacional.
En la era de la conchupancia al Gobierno le bastaba mostrar los colmillos para que el editor más indócil se apaciguara. Una “ola anticomunista” propició el retiro masivo de publicidad en El Nacional. Miguel Otero Silva debió ceder la dirección y el diario optó por mostrarse menos amistoso con Fidel Castro y la izquierda venezolana.
Desde entonces privó la política del palo y la zanahoria. Si te portas mal te doy palo, si te cuadras conmigo recibes zanahoria.
En radio y televisión había una ligera variante. A la dirección de Telecomunicaciones le bastaba con enviar un funcionario de cuarta categoría a revisar la documentación de la estación alebrestada para que agarrara la seña.
Durante el barraganato la cosa fue más sencilla pues al que osaba disgustar a Blanca Ibáñez, Recadi le negaba los dólares para adquirir tinta, papel, equipos o repuestos.
El presidente Hugo Chávez creyó que recibiría un trato justo sin recurrir a zanahorias ni palos. Calculó mal, algunos editores se ofuscaron hasta el punto de encabezar la conspiración.
Aún después del golpe el Gobierno noaplicó el Reglamento de Radiodifusión, vigente entonces, que le permitía sancionar abusos y exabruptos e imponer multas o cierres de emisoras y plantas de TV. Las estaciones subversivas no fueron amonestadas, permitiéndoles que siguieran difamando y mintiendo sin reparos, hasta la fecha.
En vez de aplicar la ley, que era la artillería gruesa del Gobierno, el Presidente decidió usar el canal 8 como un revólver para enfrentar a los Rambos de la televisión comercial.
Para colmo la publicidad oficial favorecía y aún favorece a los canales golpistas. Mientras tanto en la Asamblea Nacional abrieron un hueco para que la Ley Resorte permita la transmisión de cuñas de licores, proscritas desde 1982. Si yo fuera desconfiado preguntaría ¿y...
cuánto hubo pa´eso?
No creo que la política comunicacional consista en tener un transmisor más poderoso que el sector privado y permitir que siga el desmadre desinformativo.
De ser así no le arriendo la ganancia.