Mis maestras de primaria, ya que no tuve maestros sino mucho después, me enseñaron claramente que los nombres o sustantivos y los pronombres, así como los adjetivos concordantes tenían género, mientras que los animales y la gente tenían sexo
Mesa, casa, pierna, flor, hoja, naturaleza y niña son del género femenino, pero no son hembras, mientras que sillón, edificio, brazo, tallo, cielo y niño son del género masculino, pero no machos. Las palabras hombre y mujer tienen género, pero “fulano de tal” hombre y “fulana de tal” mujer no tienen género sino sexo. Sultán, el perro de fulano, no tiene género sino sexo: es macho. En consecuencia, no existe la “violencia de género”, así se hable de la misma, pues la violencia no la realizan las palabras, sino las personas. Debería hablarse de violencia sexual o entre sexos.
Igualmente errados están quienes piensan que es antidiscriminante y un gran avance en la lucha por la igualdad de los derechos de las personas sin importar su sexo, mencionar a los dos géneros cuando se alude en general a todos. Esta utilización redundante de los géneros nos hace hablar como tartamudos y conspira contra una de las ventajas de todo idioma: la economía y la rapidez de expresión, además de constituir un artificio sin ningún sentido. Para resolver este problema, el idioma español dispone del llamado género neutro, con el cual se puede mencionar a todos los individuos, pues abarca los dos géneros y los dos sexos. Es un circunloquio innecesario decir “los niños y las niñas son el futuro”, cuando se puede decir “los niños son el futuro”, pues esta forma incluye a ambos.
Crear una nueva gramática, que es al parecer lo que quieren los impulsores de esta absurda forma de hablar, requiere de un inmenso conocimiento, para lo cual hay que estudiar durante muchos años, algo que no parece ser el plan de estos “lingüistas” improvisados. Una gramática americana ya existe, y constituyó la obra de un gran venezolano, a quien algunos (o muchos, no sé) “revolucionarios” miran de reojo, pues trabajó por la liberación hispanoamericana mediante el desarrollo de las letras y no a través de las armas y la política. Quienes quieren hacer una gramática del socialismo del siglo XXI están lejos, pero muy lejos, de Don Andrés Bello.
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