Siguiendo la lógica maquiavélica, cada sector político justificará, sacralizando o endemoniando, todo lo relacionado con su adversario a fin de obtener el triunfo electoral el siete de octubre. Por ello, entre palabras que van y vienen, ya se ha “echado a correr la voz” de que el medallista olímpico Rubén Limardo se preparó totalmente en Polonia, y por ende, el Estado venezolano no debe hacerse suya esa victoria. En este contexto, esta es una falacia comprensible donde lamentablemente el lenguaje se utiliza para banalizar una realidad que está a la vista. Banalización que hoy en día es perceptible por un pueblo-interlocutor maduro, que discierne y siente, de modo que sabe rechazar o acoger un discurso según su contenido lingüístico neto, pero también según su contenido afectivo.
En esa carrera de hacer visibles los argumentos a través del lenguaje, el gobierno lleva las de ganar, pues ha tocado con la palabra los referentes más importantes del entramado cultural de la Patria. Por ejemplo, introdujo la igualdad de género en nuestra sociedad al conminar categóricamente a establecer en la legislación la distinción de género (hombre y mujer, niños y niñas); también existe ahora un “bolívar fuerte” que minimiza el esfuerzo de enunciación de las cifras y se aumenta nominalmente el poder de adquisitivito; asimismo, al día “se le retrasó media hora” desde hace un poco más de tres años, por lo cual cada ciudadano o ciudadana puede descansar más o levantarse más tarde si lo prefiere; y hace unas semanas, empezamos a describir a un Bolívar distinto a partir de la nueva imagen humana que del libertador se nos presentó.
Todo esos cambios que se han hecho visibles a través de la palabra, han trastocado irrefutablemente la superestructura y estructura social, los cuales se constituyen en argumentos per se contundentes, alojados ya en el consciente colectivo, defensores de la propuesta política chavista.
Al sector opositor, no inocente de toda la trama discursiva creada para cohesionar ideológicamente al pueblo, en este breve tiempo que queda para las elecciones tendrá que seguir utilizando, como creo que lo harán, los argumentos que le han valido hasta el momento para mantener una población electoral cautiva.
Y me refiero a los que a mi juicio son los tres principales: a) ser “anti-expropiación”, dirigido al burgués o pequeño burgués, sin duda, eficaz para este estrato, pero no llega a quienes les urge conquistar, a los pobres, pues no son poseedores de bienes o riquezas que generan explotación del hombre por el hombre; b) mejoras económicas en la educación, según la cual los docentes deben estar bien pagados porque son los que forman a todos los profesionales, es buena estrategia porque toca la sensibilidad del magisterio, no obstante un grueso de docentes está claro de las conquista alcanzadas por la educación bolivariana; y c) inseguridad incontrolable por el gobierno, este factor de incidencia multifactorial, les permite evadir su corresponsabilidad dada la amalgama de variables (la droga, las armas, el sistema judicial…) lo que les posibilita señalar al gobierno nacional desde afuera, aun siendo (el candidato opositor) gobernador de un estado que tiene uno de los índices más altos en homicidios.
Pues bien: la batalla por detentar el poder político, entre otros factores fundamentales, está mediada por el uso del lenguaje. El lenguaje que supone el capital simbólico de una sociedad, que es tan importante como el capital económico y productivo, tal como nos lo precisa el sociólogo Bourdieu; relación que será necesario abordar más adelante.
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