Es ciencia, que por estos días tensados por la animosidad de la fiebre electoral aparenta haber cambiado su naturaleza y objetivos. Por que total, la historia es aquello que escriben quienes, entre otros, tienen el poder de nuestras Academias, aunque, como dice el Tango de Baglietto (1989) “Si la historia la escriben los que ganan,/ eso quiere decir que hay otra historia”. Pero, por esa, nadie paga un centavo a los escribidores.
Por supuesto, ellos, siempre se cuidan de arrancar de algún dato real, por ejemplo documentos, - que luego estafan, con pequeñas mentiras-. Consideremos además que ante la variedad de autores, el investigador selecciona aquellos que mas y mejor se acercan con sus ideas o ideología. O complacen al postor que los anima, que es casi lo mismo. Desde allí construyen o destruyen teorías en libros, hasta confundirlas con sus necesidades. Objetividad, no es la palabra que mejor se aviene con sus productos.
Para algunos de ellos, la historia, es disciplina que cambia con la oferta y la demanda o las carencias monetarias de quien la escribe. En fin véanlo como un “trabajo”, y, de algo tienen que vivir.
La novedad es reconocer que en este periodo de los últimos años, ha sido frenética la actividad de muchos historiadores por desarrollar nuevas teorías, cuyo objetivo, paradójicamente, o terriblemente, se encamina a debilitar o negar o aporrear nuestra identidad.
Sus ejercicios, muy cercanos a la prosa y la ficción, se saltan la talanquera de la metodología de esta ciencia, sus enumeraciones de hechos son dispares y caprichosas, hacen bruscas sus soluciones de continuidad y hacen de un fenómeno natural, un castigo de Dios; reducen la obra entera de un hombre a dos tres fechas estrafalarias, al final todo lo fuerzan a la magia de un despropósito pragmático y todo lo modelan a una caricatura de la historia. Su obra es la parte final de una disciplina que mal se maneja cuando se dilapida en chistes sobre la vida y antropología de un pueblo. Al fin llegamos a lo que decía Bernard Shaw que toda obra intelectual al fondo es humorística. En su caso acto involuntario.
Terrible, considerando cuan fácil es dominar y subyugar a una población cuando se le debilita moral, ética y socialmente, con obras cuyo propósito, es la desintegración de su identidad.
De allí la infatigable labor de muchos historiadores, prestados, como comentaristas en radio y Tv, o columnistas para tratar de degradar por la vía de la burla y el desprecio todas aquellas gestas que muestran el notable papel jugado por el pueblo llano en muchas de acciones históricas. Niegan sus peleas. Muestran como absurdos su logros. Queman en la broma las victorias que ampliaron, su espíritu y empujaron hacia otros horizontes sus esperanzas. Esto será algo que no podrán cambiar…… por ahora…
Estos intelectuales de la historia pareciera que parten de slogan: Partir de cero y cobrar de contado. A la hora de escribir en apoyo al candidato perdedor.
Aunque lo intenten, es imposible negar datos y documentos reales Ej. leer que en la primera Constitución de Venezuela de 1811 -honrosamente, la primera de América Latina-, nos cuelga el Art. 114 que expresa: “los intereses de la comunidad residen, pues, esencial y originariamente en la masa general la masa general de sus habitantes y se ejercita por medio de Apoderados o Representantes de éstos, nombrados y establecidos conformes a la Constitución”. Pero agregaba: “Para ser Senador (o sea, Apoderados o Representante) ha de tener el elegido… y ha de gozar de una propiedad de seis mil pesos”. Agreguemos, que las de, 1830 o 31 de diciembre 1858, repetían: “la condición de ciudadano en ejercicio de sus derechos civiles la logra quien posea propiedad raíz y renta anual de 1200 pesos o tener profesión, industria u oficio”. ¿Quien podría tener esta fortuna¿: solo los “grandes cacaos” y los amos del Valle.
No había en esos documentos exposición expresa, ni compromiso con valores, ni filosofía que permitiera suponer que se propusiera evitar la desintegración moral y política en que vivía la población llana.
Que por lo demás, fue la fuerza y poder de guerra, que permitió, primero, lograr la independencia del país y además, ser el motor que produjo todas las fabricas, viviendas, y riquezas de las cuales se nutrieron las clases y familias dominantes para llegar al poder.
No se redactó nada que enfrentara la profunda crisis a todos los niveles que nos asolaba: pobreza de las instituciones, o buscara rescatar fuerzas morales para un nuevo contrato social. Solo mostraba la hipocresía de la sociedad expresada por su clase dominante, -retratada como la MUD en su “Junta defensora de los derechos de Fernando VII”-. Ópera y farsa que solo animaba la mendicidad como forma de vida.
Justamente de todo esto se olvidan u ocultan torcidamente quienes hoy ejercen la profesión de historiadores, “Prêt-á-porter” , que la derecha apuntala y apoya en sus libros, folletos, dirigidos a exaltar próceres y notables de la Segunda, Tercera y Cuarta Republica, adonde pocos son presentados allí que no pertenecieran al orden burgués.
En contraposición niegan la Federación. Execran los lideres que la impulsaron, sus ideas y el pueblo que los apoyó, y, mal-muestran, a la gente llana, como “tierruos”, “bembones”, “niches”, ”zambos”, “resentidos”, “flojos”, en fin, indeseables. Para completar el cuadro además, se proponen demonizar e impugnar hasta la figura e imagen de Simón Bolívar.
Lo que estos apaniaguados de la derecho, no podrán ocultar es el logro alcanzado con la Constitución del 1998. Sencillamente oceánico, comparado con sus anteriores, en lo que se propuso y a logrado con ella.
Para los historiadores de la barbarie, lo logrado hasta ahora, por el pueblo, debe ser quemado. De allí su desesperación y violencia de hoy y de mañana. Por eso es importante defender con el voto, todo lo alcanzado. ¡! Sépanlo: es esto, o su contrario, la candela…. Amuay dixit.
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