El encuentro que sostuvo el Presidente de la República el miércoles 12 de septiembre con las mujeres, trajo a colación, entre otras cosas, la discusión de género. Creo que es un tema que debe profundizarse y ampliarse porque se condensa allí una forma de ser, de estar en el mundo, y de relacionarnos con los demás. Cuando nos adentramos un poco en las reflexiones en torno al género, pronto nos damos cuenta que pensamos sobre lo más íntimo en nosotros mismos, sobre aquello que dibuja nuestros aspectos subjetivos e intersubjetivos.
En Venezuela, el protagonismo de la mujer en el orden de los afectos es incuestionable; en torno a ella se organiza la familia y ella es el referente principal, la figura central, aglutinadora del hogar. La casa verdadera (en los casos de uniones rotas, nada infrecuente en el país) es la de la madre; las historias que nos dan sentido y que contribuyen en la conformación de nuestras identidades, están inextricablemente unidas a la mujer, a la madre. Sin embargo, existe la paradoja de que somos una sociedad todavía con una dosis importante de machismo y sexismo. El hecho de que reconozcamos en nuestras mujeres un valor central en tanto madres (ojo, en tanto madres), claramente no nos exime de la creencia en la superioridad del hombre sobre la mujer (también de lo masculino sobre lo femenino), la cual se sigue reproduciendo en el discurso y en la práctica, y que (cosa de enorme importancia) no es patrimonio del hombre, sino que la mujer participa ciegamente en tal reproducción. Dado que buena parte de nosotros venimos de lo que podríamos llamar familias centradas en la madre (con ausencia real o aparente del padre), realidad que quizás no requiera mayor constatación formal (sin embargo están a disposición los célebres estudios del Dr., Alejandro Moreno), ha sido ella (la madre) un agente de primera línea en la difusión inconsciente de contenidos machistas y sexistas tanto en el hombre como en la propia mujer. Por lo tanto, la discusión de género debe ampliarse hasta penetrar en los propios hogares, debe romper el cerco de instancias especializadas o incluso populares, pero cuyo funcionamiento esté circunscrito a un ámbito particular. Esto obviamente es necesario, muy necesario (por ejemplo asambleas, foros, etc), pero no es suficiente: hay que ir más hondo, al propio hogar, y para lograrlo es imprescindible la participación activa de los medios de comunicación social. También es de suma importancia considerar la incorporación de estos contenidos como eje transversal en la educación a todo nivel.
Debo decir que al hablar de profundización en la discusión de género, no sólo me refiero a la desmitifación que sostiene la idea de la supremacía del hombre sobre la mujer (y de lo masculino sobre lo femenino), rebajando a ésta a mero objeto de deseo, sino que es necesaria la crítica general a la sociedad patriarcal (por si acaso, es pertinente aclarar que una sociedad caracterizada por la existencia de familias matricentradas como la venezolana no se riñe con el patriarcado), a la heteronormatividad y a toda forma ideológica totalizante que no respete, entienda y tolere la diversidad sexual y de género. El socialismo, humanista como es, debe respetar y dar cabida a la diferencia.
Sé que algunos colectivos se han organizado en este sentido, y percibo buenas intenciones por parte del proceso revolucionario, pero sin duda hay que visibilizar aún más el tema e impulsarlo políticamente desde las bases pero también desde arriba. Es una necesidad que pronto se hará imperiosa: lograr políticas públicas que protejan y garanticen el derecho pleno a la diversidad de género y sexual.
jmhd75@gmail.com