definitivamente.
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Podemos partir de un primer consenso, el cual nos invita a entender la revolución como un proceso dinámico, inacabado, permanente, que no inicia cuando nos hacemos del poder político (Estado), o culmina cuando se pierde. Podríamos decir, de esta manera, que la revolución es un proceso que no se detiene. Pero en coyunturas electorales como las que vivimos en Venezuela, lo permanente pareciera ser la “orgía esquizofrénica” de las elecciones, preocupándonos constantemente por sostener una lógica que reproduce los esquemas liberales del orden social establecido, o en el peor de los casos, fortalecer instituciones al servicio de la clase dominante.
Las miserias humanas afloran cada vez que se avecina un proceso electoral, pues los intereses que representan, hacerse del poder en un Estado rentista, son vastos, variados y jugosos. Pero las miserias también afloran cuando el dedo no nos señala a nosotros. “Que más quisiera yo, que el dedo me apuntara a mí, para así poder salir de la pobreza y tener poder”. Pareciera que ese es el lenguaje de muchos “chavistas”.
El otro problema, no menos importante, se encuentra en lo que vendríamos a llamar la solidaridad automática, reflejada en una suerte de venia permanente sobre las decisiones que se toman desde Caracas, participe en estas o no el presidente, sesgando el debate a lo interno de las regiones, en cuanto al fortalecimiento y reafirmación de sus propios liderazgos. La disciplina sin discusión, por tanto, se convierte en un chantaje que termina por justificar el Método de la cooptación, vanagloriándolo y hasta defendiéndolo, dejando la construcción del socialismo a las “vanguardias” enquistadas en cargos públicos, que emiten ordenes a las masas, tutelan los procesos emancipatorios en marcha y, terriblemente, en muchas ocasiones los regulan.
Hoy día, después del 7 de Octubre del 2012, el pueblo ratifica el liderazgo del presidente Chávez, pues esos 8.136.964 votos, no son los mismos que los 7.309.080 votos de 2006, ni los 4.600.00 de 1998, pues los votos de 2012, comparten un proyecto político que pretende instaurar el socialismo. La diferencia no está sólo en los números. Sin embargo, necesitamos fortalecer los liderazgos locales, y que la Venezuela Bolivariana, socialista y Revolucionaria deje de ser gobernada como una hacienda, pues ese constante reciclaje de la dirigencia, comienza a molestar a los colectivos de base, y a retrasar los procesos, pues se fortalecen cúpulas de poder, que por su actuar natural combaten todo proceso emancipatorio popular.
El compañero presidente cuenta con su pueblo, pero ese pueblo no puede seguir rodilla en tierra (arrodillado), debe levantarse y asumir el liderazgo que le corresponde, para que el gobierno mande obedeciendo a las mayorías, y comencemos a consolidar el Estado Comunal, verdadero instrumento de la transformación revolucionaria. Creo que estamos en una encrucijada importante. Estamos ante la necesidad de hacernos del poder del Estado (Liberal) y la urgencia por consolidar espacios emancipados, autogobernados y autogestionados; es decir, estamos ante el actuar tradicional de la política o hacer la revolución de verdad. Lo cierto, es que no podemos dejar que la Derecha (infiltrada o tradicional), nos ponga más difícil el largo camino de transformar la sociedad.
*Carlos_rivas_45@hotmail.com
Colectivo de Acción Revolucionaria CAR-Mérida.