Basta de mirar al siglo XXI con anteojos del siglo XX (parte II)

Un ejemplo de nuestro anterior comentario sobre esa visión artrítica de las realidades, lo vemos en el accionar histórico de las clases dirigentes de nuestro sub-continente.
En efecto, en el año de 1952 América Latina tenía una población de 159 millones de habitantes, la gran mayoría rural y analfabeta, lo que nos colocaba en una inmensa desventaja frente al mundo desarrollado de entonces, en el que Europa, por ejemplo, contaba con más de 280 millones de habitantes, la mayoría urbana y con un gran desarrollo industrial.

Como respuesta a esta realidad, la mayor parte de las ideas políticas latinoamericanas de entonces, tenían un complejo de “recogiditos”, como la nefasta doctrina Betancourt, que, con la excusa de esa inferioridad, se plegaba incondicionalmente al mandato de las grandes potencias; O la tesis de la sustitución de importaciones, impuesta para castrar nuestro crecimiento económico; y de una OEA, “Departamento de Colonias” de Estados Unidos.

Hoy la situación objetiva ha cambiado. Tenemos más de 540 millones de habitantes, (frente a 390 de Europa), la mayoría alfabetizada y urbana, con decenas de millones de técnicos y universitarios. La mayoría de nuestros políticos no comprenden esto, y siguen con su mentalidad de recogiditos, sin adaptarla a esos cambios profundos. Y así siguen haciendo visitas impúdicas al gobierno gringo para mendigar dinero, prostituyéndo los medios al imperio o dando declaraciones decrépitas, como las del tránsfuga Pompeyo Márquez.


UN LIDERAZGO CON POBREZA MENTAL

Mientras Europa avanza decididamente con su Unión Europea, su Parlamente Europeo y su moneda única, acá seguimos divididos, con una retórica hueca, y con instituciones como el SELA, el Parlatino y otros tantos, que fueron y son, pura fachada.

A pesar de que, organizaciones políticas como las socialdemócratas y socialcristianas tuvieron todo en sus manos para diseñar una poderosa unión latinoamericana, ya que dirigieron numerosos gobiernos en la región. La incapacidad y la pobreza mental de sus líderes lo impidieron.

A pesar de ello, hubo en la región intentos serios de crear políticas para nuestro desarrollo. En Venezuela se destaca el del MAS, que si bien no se materializó, fue un intento de satisfacer el deseo de nuestro pueblo de alcanzar el desarrollo.

Lamentablemente, los dirigentes sobrevivientes de ese partido se pasaron al neoliberalismo con armas y bagajes, quedando hoy como simples teloneros de las concentraciones fascistas.

Y ese crecimiento de la región latinoamericana va a continuar. Anualmente aumenta en unos 7 millones su población, y se calcula que para el 2025 seremos 700 millones. Lo que pronostica el fracaso inevitable de los pobres diablos que apuestan al dominio del neofascismo norteamericano, pero que forzará a que los dirigentes triunfantes serán los que adapten su propuestas, interpretando esa realidad.

LA ACCIÓN Y LA UNIÓN, LAS ÚNICAS SALIDAS PARA AMÉRICA LATINA

En ese sentido es que marcha nuestra propuesta de aprovechar la discusión de la reforma del Consejo de Seguridad de la ONU, para luchar por una representación colegiada de las Américas del Sur y Central, y para lograr que se instaure por fin, la democracia en ese organismo, eliminando el anacrónico derecho al veto o, más bien, a la impunidad.

Hay que convertir la bandera de la democracia en algo vivo y arrebatársela al neofascismo, que la usa sólo como argumento para invadir países.

La Democracia Global es la única garantía de paz en el mundo, y es vital para un continente que posee ingentes recursos naturales, muchos en vías de escasez. La conciencia de ello y la unión latinoamericana, y no la acción de “Potencias Emergentes”, serán las únicas vías posibles para alcanzar el desarrollo, y proteger nuestras naciones de la voracidad imperial.

Lamentablemente para nuestros países, Venezuela, que prometía ser líder en la construcción de esa unidad, aparentemente giró 180°, se cerró sobre si misma, como un caracol, y ha limitado su diplomacia en la región a un mero asunto petrolero y energético,


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Carlos Enrique Dallmeier / ONG “Por una democracia global”


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