"Nadie tiene la autoridad moral para discutir de ética conmigo". (Presidente Lula da Silva, julio de 2005)
La corrupción ha devastado al régimen de Lula en Brasil. Entre mayo y julio de 2005 se hizo público casi a diario que no hay sector del Partido de los Trabajadores (PT) que no esté implicado en soborno, fraude, compra de votos, robo de fondos públicos, financiamientos de campaña ilícitos no reportados y en dar cabida a otras felonías. Todos los asesores, líderes del Congreso y jefes partidistas más cercanos e importantes de Lula se vieron ya forzados a renunciar y están siendo investigados por el Parlamento por transferencias de fondos ilegales en gran escala, enriquecimiento inexplicable y financiamiento de funcionarios de tiempo completo. Hasta el momento, los únicos funcionarios no implicados en estas investigaciones por felonía son Lula y los ministros millonarios que dirigen las políticas neoliberales del régimen. Pero aun el presidente del Banco Central -Mireiles, cercano a Lula- es investigado por evasión fiscal y fraude, que se remonta al tiempo en que fue director del Banco de Boston. Aparentemente los millonarios miembros del gabinete, a diferencia de los trepadores militantes del PT, no tienen necesidad de robar las arcas públicas, pues ganan mucho especulando en el mercado y explotando a los trabajadores y los campesinos.
¿Cuál es la política que hizo posible la endémica corrupción del PT? ¿Por qué un partido que empezó hace un cuarto de siglo participativo, vibrante y democrático, basado en las luchas y movimientos sociales, degeneró en uno de elite corrupto (respaldado por especuladores financieros y por los intereses de los agronegocios y la minería), y está hoy dirigido por profesionales trepadores y ambiciosos?
A principios de los años 90 el PT expulsó militantes y, de ser un "partido de movimientos", se convirtió en ente electoral que transfirió la toma de decisiones de las asambleas populares a los funcionarios parlamentarios y del Estado. El PT recurrió a consultores electorales profesionales, pagó militantes de campaña e incrementó su dependencia hacia los medios de comunicación. La predominancia de las campañas en los medios, como política electoral, requirió de mayores financiamientos en un momento en que menos militantes querían contribuir a la máquinaria electoral. Las elites parlamentaria y del partido fueron desarrollando nexos con contratistas del sector privado para garantizar contribuciones a cambio de contratos públicos. Con la llegada de Lula a la presidencia estas prácticas se multiplicaron, pues miles de funcionarios del PT ocuparon puestos y empezaron a desarrollar fuentes propias, privadas, de financiamiento. La agenda neoliberal del mandatario brasilleño y la designación de fuertes hombres de negocio y banqueros en los puestos claves de la economía buscaba garantizar el apoyo de los partidos de derecha en el Congreso, mientras afectaba adversamente a los movimientos sociales populares y a los sindicatos, en especial los del sector público.
Al garantizar el apoyo de los congresistas de derecha Lula enfrentó un problema político con dos vertientes: primero, la mayoría de los cargos políticos quedó en manos de funcionarios del PT, ávidos de capitalizar su victoria electoral, por lo que Lula no pudo compensar a la derecha con ofertas de puestos; y, segundo, aunque la derecha estaba completamente de acuerdo con las políticas de Lula, seguía siendo su rival político y competía por el respaldo de las grandes empresas. Con el fin de asegurar sus votos, los asesores más cercanos a Lula recurrieron al soborno de los parlamentarios de la derecha (se dice que han hecho pagos por unos 12 mil dólares al mes por congresista, devengados mediante una firma de relaciones públicas que trabajaba con el régimen de Lula).
Habiendo adoptado un programa de promoción de las agroindustrias (que reciben 90 por ciento de los créditos agrícolas), del capital financiero (90 mil millones de dólares, ¿o reales?, en pagos de la deuda en 30 meses, lo que representa un gasto mensual mayor en pagos de deuda que lo que se gasta en educación, salud y reforma agraria en un año) y de la minería y el petróleo, el PT ya no era un partido ideológico de izquierda. Lo que lo mantuvo unido fue el "patrocinio de cargos" (corrupción cooptación, enriquecimiento y clientelismo). El poder político y los valores del "enriquecimiento individual-neoliberal se volvieron la motivación dominante para buscar posiciones de influencia.
La oposición a la derecha -de los partidos Social Demócrata y del Frente Liberal- no se basa en una diferencia programática. La oposición intenta recuperar su entrada con los grandes negocios, el apoyo del FMI, del Banco Mundial y de los financiadores internacionales que el presidente Lula atrajo a su gobierno.
Los grupos que "lloran por Lula" no son los obreros urbanos o los desposeídos rurales, sino los banqueros, los inversionistas extranjeros, los millonarios y especuladores que han ganado miles de millones de dólares durante su cargo. El Financial Times y el Wall Street Journal están muy preocupados por las investigaciones de corrupción, pues evitarán que Lula pueda llevar a cabo el resto de su agenda neoliberal reaccionaria. El Times (22 de julio de 2005, página 11) afirma: "El escándalo de corrupción parece posponer cualquier otra reforma del tipo que ha promovido la reputación del señor Lula da Silva en Wall Street. Día con día el gobierno se ve paralizado por el escándalo (...) las medidas para introducir financiamientos público-privados irán a parar al incinerador, como también lo hará la propuesta para garantizarle autonomía al Banco Central".
Gracias a la investigación por corrupción y a la "parálisis" del Congreso, Lula no podrá privatizar el resto de los servicios públicos ni la infraestructura, ni podrá entregarle el Banco Central a los financiadores (pues su autonomía habría sido mayor con respecto al Congreso pero es una mayor integración con el sector financiero). Los trabajadores del sector público que iba a entrar en un esquema de "semiprivatización" lograron que sus empleos, salarios y pensiones quedaran intactos gracias al escándalo de corrupción del PT. Aunque Lula ha perdido aliados clave en esta transformación neoliberal de Brasil, se sigue moviendo más hacia la derecha, remplazando a ministros del gabinete militantes del PT con funcionarios de los partidos Conservador, del Movimiento Democrático de Brasil y otros.
Debido al apoyo de Lula a las prescripciones de Wall Street, la City de Londres y el FMI, no hay riesgo de un golpe de Estado, pues dice el dicho que los golpes militares nunca son contra el FMI. El gran perdedor en la debacle del régimen de Lula es el Movimiento de los sin Tierra (MST), que siguió respaldando al gobierno pese a la gran cantidad de activistas campesinos asesinados, a decenas de miles de tomas de tierras que fueron desalojadas y a que Lula ha renegado continuamente de todo compromiso con una reforma agraria.
Durante el momento álgido del escándalo de corrupción, aun cuando Lula hizo más explícita su expansiva coalición con los partidos políticos de derecha, de terratenientes y especuladores, el MST se unió a los burócratas de los cooptados sindicatos para organizar una marcha en favor de Lula contra la "desestabilización" y la corrupción. Las políticas del MST en favor de Lula no sólo están debilitando las luchas de los campesinos sin tierra sino que dividen a la oposición y fortalecen a la "vieja derecha" y a los partidos Social Demócrata y del Frente Liberal.
Aunque algunos especuladores han reducido sus riesgos en la bolsa de valores brasileña, las grandes casas de inversión siguen corriendo para garantizar sus ganancias procedentes de los valores de alto rendimiento, que pagan las tasas de interés más altas del mundo, entre 18 y 25 por ciento. La burbuja especulativa, que disparó 5 por ciento el crecimiento en 2004, llegó a su fin. Se espera que Brasil crezca aproximadamente 2 por ciento en 2005 y que las manufacturas entren en recesión, gracias a las políticas de libre comercio, que han inundado el mercado brasileño con bienes industriales asiáticos muy baratos.
Mientras los partidos de oposición y los medios masivos buscan rastrear el escándalo de corrupción hasta los altos círculos del régimen de Lula, las agroempresas y los intereses bancarios "no están en favor" de remplazar al mandatario antes de las elecciones de 2006. En su editorial del 25 de julio de 2005, el Financial Times continúa alabando el desempeño de Lula en el libre comercio y le aconseja "asumir más responsabilidad por haber permitido que la corrupción ocurriera", y reorganizar su gobierno "en torno a un programa que garantice la estabilidad". Entre tanto, mientras se enfría la expansión de los bienes de consumo y como la moneda brasileña está sobrevaluada 20 por ciento, los manufactureros esperan que Lula sea sustituido por el vicepresidente Alencar, del Partido Liberal, un importante textilero y defensor de la política industrial promovida por el Estado y de tasas de interés más bajas.
Que Lula permanezca en el cargo o se vea forzado a renunciar depende no tanto de qué tan implicado esté en los escándalos de corrupción, sino del impacto que tenga su destitución en los mercados financieros. En cualquier caso, si renuncia (o lo destituyen) o permanece, los principales consultores en inversiones esperan que la oposición continúe las políticas neoliberales monetaristas que promovió tan ardientemente, al grado de comprar votos del Congreso para reducir pensiones, congelar los salarios mínimos y subsidiar a los exportadores de las agroempresas.
Es una ironía suprema que el MST, alguna vez independiente y militante, se una a Wall Street en defensa de un régimen sumido en la corrupción. Por lo menos los banqueros han cosechado 100 mil millones en pagos del principal y los intereses, mientras que el MST tiene más de 40 mil desplazados de las tomas de tierra desalojadas, que se suman a las 200 mil familias que viven en tiendas de plástico al lado de las carreteras. "No lloren por Lula", me dijo un banquero, "habló en favor de ellos pero trabajó por nosotros".
Cuando Lula no sea capaz de comprar, convencer, cooptar, corromper a los congresistas o manipular al pueblo brasileño, y no sea eficaz en promover las reformas neoliberales, la elite gobernante lo desechará como un condón usado.
Conclusión
- El régimen de Lula logró muchas "primeras veces" en la historia brasileña durante los primeros 30 meses en el cargo.
- Ningún gobierno se ha movido tanto y tan rápido hacia la derecha.
- Ningún partido político de gobierno ha tenido tantos líderes partidistas, congresistas, ministros y funcionarios de alto nivel bajo sospecha e investigación por fraude en un periodo tan breve.
- Ningún gobierno ha pagado más (en intereses y en el principal) de una deuda externa en tan poco tiempo.
- Ningún gobierno ha creado tantos multimillonarios en 30 meses.
- Ningún gobierno ha desilusionado a más votantes pobres en tan poco tiempo.
- El régimen de Lula ha establecido muchos récords, pero por desgracia ninguno de ellos es para enorgullecerse.