La Nueva etapa de la Revolución Bolivariana y las tareas de los revolucionarios

Después de 6 años de revolución democrática, es vital que los
revolucionarios nos tomemos un tiempo para analizar el momento
histórico que estamos viviendo y las nuevas formas de lucha que ha
asumido el enemigo y las que nosotros tendremos que asumir.

El malestar popular en torno a la mayoría del Gobierno y a la vez el
respaldo irreductible del Pueblo al compañero Presidente Chávez, es
digno de revisión. Para nadie que trabaje en el seno del Pueblo es un
secreto que cada vez son más fuertes las críticas a las prácticas
gubernamentales y a las contradicciones entre el discurso y práctica
del Presidente y el discurso y práctica del Gobierno y de los partidos
que lo ocupan. Hace dos años se hablaba de que el Gobierno estaba
infiltrado por contrarrevolucionarios. Hoy se habla de los reformistas
y los revolucionarios. Es decir, ya el pueblo no identifica a la
derecha dentro del Gobierno como infiltrados sino como tendencias,
cambio que nos indica el salto cualitativo que ha dado el movimiento
popular.

Las últimas elecciones nacionales dejan muchas señales históricas. No
haremos un análisis detallado, pues escapa de la intención de este
escrito. Sólo tomaremos los elementos más importantes, a nuestro
juicio.

En primer lugar el porcentaje de abstención que asciende a más del 70%.
No podemos explicar este porcentaje como histórico, pues estamos en un
proceso en donde ha cambiado notablemente la conciencia política y la
participación del Pueblo, especialmente en las dinámicas locales. Por
lo que nos queda como conclusión que muy buena parte de la abstención
se debió a un descontento con los líderes y partidos que pretenden
representar al Pueblo.

Lo segundo a resaltar es el porcentaje de votos nulos, por encima del
17% a nivel nacional. De seguro una cantidad de estos será por
equivocación al rellenar los óvalos, pero la mayoría obedece,
nuevamente a un descontento con la dirigencia.

Lo tercero a resaltar es el papel que cumplieron los partidos políticos
del proceso que no participaron dentro de las morochas, especialmente
el PCV (y muchas fuerzas que los apoyaron y utilizaron su tarjeta),
quien logró posicionarse como segunda fuerza electoral en 4 estados de
Venezuela incluyendo Caracas.

La fórmula matemática de las morochas se terminó imponiendo al interés
de los votantes, al eliminar, de hecho, la representación de las
minorías regionales no consideradas en esta alianza. Sin embargo, algo
importante ocurrió en este proceso: Se rompió la hegemonía electoral
del MVR dentro de los seguidores del proceso (habría que preguntarle al
MVR si quiere y dejará que el resto de los sectores del Proceso
participen dentro de las morochas o debemos apoyar a sus candidatos con
los ojos cerrados y declinar los del movimiento popular).

Esta ruptura es apenas lógica si notamos el distanciamiento del
discurso del Presidente y el Pueblo por un lado, y el de la mayoría de
los dirigentes del MVR, PPT y Podemos por el otro. Mientras unos hablan
de profundizar el proceso, del Socialismo, etc, otros se la pasan
hablando de los cargos, de las elecciones, de las morochas, etc.

Cada vez, la democracia representativa, frente a la democracia
participativa, toma menos importancia estratégica y por tanto, las
asambleas populares, las organizaciones sociales, el ejercicio de poder
por parte del Pueblo toma más importancia que las elecciones
democrático burguesas. No negamos la participación electoral como una
forma de lucha más, solo le damos su justa dimensión en la coyuntura
actual.

El tema que comienza a asumir el Pueblo como agenda de discusión es el
del Poder. Ya el cuento de que cualquier cosa que hace algún
funcionario del estado es Poder Popular se desvanece. La burocracia
califica de Poder Popular desde las misiones hasta darle mejores motos
a las Policías regionales. Una verdadera confusión intencional sobre el
concepto de Poder y de quién hace la revolución.

Hoy se comienzan a debatir dos tesis, La revolución la hacen buenos
gerentes desde el Estado, dándole poder al Pueblo y liberándolo de los
embates del Capitalismo que ellos identifiquen, o La revolución la hace
el Pueblo.

La Revolución de los gerentes se desdibuja en el descontento popular
porque no existe relación importante entre el ejercicio de poder de la
burocracia y la necesidad del Pueblo de ser constructor de su propio
destino. La participación dentro de esta tesis es caritativa,
decorativa y en el mejor de los casos, un acto altruista de algún
funcionario. No es la base de la construcción del nuevo estado
revolucionario y del hombre nuevo.

El Poder popular como discurso lo usa buena parte de la clase dirigente
como el eslogan dentro del cual el Pueblo debe sentirse a gusto con las
políticas que estos trazan. Se ha llegado al colmo de plantear que
armar mejor a la policía es más poder para el Pueblo, en donde Poder
Popular ya no es constituir las milicias y armar al Pueblo, sino armar
mejor a los que históricamente lo han reprimido.

Mientras el poder en la revolución se limite a una clase dirigente y al
Pueblo solo le quede el papel de observador de los cambios, será
reversible el proceso e inevitable la corrupción, el abuso de poder y
la desviación de la dirección revolucionaria.

V. I. Lenin planteaba que para evitar la burocratización de los
funcionarios, estos debían ser rotados frecuentemente por el Pueblo. Lo
importante de esta enseñanza es que sólo el control del Pueblo sobre el
Estado (y no sobre este estado burgués sino sobre el nuevo estado)
puede garantizar la eficacia y eficiencia de la burocracia para
alcanzar los objetivos que se trace la revolución. No es una consigna
romántica la consigna “El Pueblo es quien hace la Revolución”, es una
consigna objetiva, histórica e incluso, pragmática.

Marx escribió refiriéndose al papel de los revolucionarios ante el
Estado Burgués, “todas las revoluciones hasta el día de hoy se han
encargado de perfeccionar el Estado y de lo que se trata es de
destruirlo”. Nuevamente cometemos el mismo error cuando, como
revolucionarios en cargos de Gobierno, no asumimos la imposibilidad de
destruir el Estado actual y construir el nuevo Estado con la
“revolución de los Gerentes”, y no empujamos en dirección de la
irreversibilidad del Proceso, que no es otra que la construcción del
Poder popular, a través de prácticas sociales que entren en
contradicción con el sistema y por tanto con el Estado, y terminen
imponiéndose a este y destruyéndolo.

Por supuesto, existe un temor justificado en que el Proceso se
descontrole y pierda el carácter central de su dirección, por lo que se
asume este Estado Burgués como el instrumento para dar dirección a la
revolución, formar al Pueblo política e ideológicamente, construir una
democracia participativa y protagónica, conspirar contra el
imperialismo, etc. Y todo esto repetimos, con el Estado Burgués, con
sus funcionarios, con sus procedimientos, con su lógica. Asumimos la
buena voluntad y la capacidad de cada uno de los funcionarios de
sortear las trabas burocráticas, legales, procedimentales y culturales
de este Estado para hacer la revolución. Luego, al no obtener los
resultados esperados, asumimos que es un problema de hombres (no
estructural), y no de la imposibilidad de asumir el Estado Burgués como
el partido de la Revolución. He aquí la principal debilidad del
proceso, la falta de partido revolucionario.

El partido revolucionario es un instrumento de lucha contra el Capital
y para la construcción del Socialismo, que a diferencia del Estado
Burgués, está conformado por la vanguardia revolucionaria del Pueblo.
Es un instrumento conspirativo contra el capital y el imperialismo. Es
un instrumento de democracia popular, ya que crea una red de
estructuras sociales que permiten el debate y de él salen sus líneas de
trabajo. Pero especialmente es un instrumento educativo, para
contribuir a la formación del Pueblo con sus mejores experiencias y
aquellas experiencias históricas de lucha de los pueblos del mundo. Por
lo tanto, el partido de la revolución es hasta hoy el instrumento más
avanzado construido por el hombre para luchar contra la explotación y
contra la enajenación.

En Venezuela ocurre que en 6 años (sin contar los anteriores) los
revolucionarios, los marxistas, no hemos sido capaces de ponernos de
acuerdo para crear una tendencia revolucionaria (que es el primer paso
para constituir un partido revolucionario), en parte por el sectarismo
y en parte por una postura anarquista pequeño burguesa de muchos
colectivos e individualidades que reniegan del partido por las malas
experiencias que algunos tipos de partidos dejaron en la izquierda
venezolana. La principal razón que sostienen estas posturas es la
negación a subordinarse a las dediciones democráticas de las mayorías,
es decir, al centralismo democrático, en donde la minoría se subordina
a la mayoría. Decimos en un lugar “yo me subordino sólo ante Chávez”,
expresión que pareciera un tanto disciplinada pero ¿Acaso Chávez estará
en el barrio, fábrica o Universidad decidiendo que debemos hacer para
mejorar nuestras condiciones?, no, estaremos diferentes colectivos,
ante los cuales no nos subordinamos. Si una asamblea aprueba algo
contrario a lo planteado por nosotros, nos retiramos y dividimos el
espacio para crear otro. Y en esto hemos transcurrido como
revolucionarios todos estos años. No niego con esto la necesidad de
depuración de las filas de un organismo, solo que la división y/o el
chantaje con esta no puede ser nuestra divisa.

Con todo este breve análisis tratamos de demostrar que existe una
creciente necesidad de nuevas referencias políticas, programáticas y
morales, y que los revolucionarios no podemos seguir creyendo en que
desde el Estado haremos la revolución, en ausencia de partidos y de
Pueblo. En otras palabras, las corrientes revolucionarias debemos
recuperar la vocación de poder y fomentarla en el seno del Pueblo. Si
entendemos la necesidad de ejercicio de poder por parte del Pueblo como
prioridad de nuestro programa de lucha, la unidad se irá construyendo
progresivamente, y la política y a las alianzas tácticas y estratégicas
abrirán paso ante el sectarismo. Si trabajamos con una visión a largo
plazo y tenemos tiempo, veremos nacer el partido revolucionario en la
revolución democrática.

Es en este contexto que vemos con buenos ojos la propuesta que están
haciendo un conjunto de colectivos y organizaciones políticas para que
se conforme el bloque popular revolucionario y que éste asuma la
construcción de un programa de lucha y de profundización de la
revolución, así como la escuela de formación política ideológica de
dicho frente.

También respaldamos la propuesta de que este frente aproveche la
coyuntura electoral para promover candidatos del seno del movimiento
popular, no solamente para obtener algunos espacios en la Asamblea
Nacional, sino para poner en el debate nuestras propuestas y obligar a
que el resto de los candidatos fijen posición sobre las posturas de
nuestros colectivos.

En todo caso, de no avanzar en la construcción de tan necesario frente
o bloque, seguiremos a merced del oportunismo por un lado, y del
imperialismo por el otro, arriesgando el destino de la revolución.



(*)Utopía/Corriente Marxista Revolucionaria

sergioutopia@yahoo.es

www.nodo50.org/utopia



"...si usted es capaz de temblar de indignación cuando se comete una injusticia en cualquier parte del mundo, somos compañeros"

Ernesto Guevara de la Serna







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Sergio Sánchez(*)

Soñador, ingeniero, agricultor, músico y resiliente. Zurdo de corazón. Militante de las causas justas de la humanidad, crítico y autocrítico. Movimiento Por la Democracia.

 sergiocmb@gmail.com      @SSanchezVz

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