Cuando Fidel Castro viajó a la ONU en septiembre de 1960, para denunciar a EE.UU en el centro mismo de la conspiración imperialista, sus compatriotas centraron el interés del viaje en su contribución a las causas de los pueblos. Ningún rastro documental nos mostrará que su histórica denuncia en el foro global fuera opacada por la contrariedad de periodista alguno, o por la solidaridad automática de quienes le apoyaran, en nombre de los agudos problemas que enfrentaba el proceso de consolidación de la revolución. Eso es un pueblo con conciencia revolucionaria, interesado en fortalecer sus conquistas, y un gremio periodístico capaz de entender que el interés estratégico de la revolución es defender con uñas y dientes sus conquistas: en aquel caso, la bomba de la verdad que Fidel reventó en la ONU.
Jairo Sabina
Barquisimeto, 27 de septiembre de 2005
Walter Martínez trabaja para el canal VTV del Estado, como periodista de análisis y opinión en materia internacional. Tiene un programa de lunes a viernes, que se realiza desde el plató del canal, y es probablemente el periodista de análisis internacional de mayor trayectoria y preparación del país. Aunque no ha jugado un papel relevante en el proceso de luchas del pueblo venezolano de larga data, su trabajo coadyuva a una visión crítica de los procesos globales, fundamentalmente en relación con los conflictos bélicos y de ingerencia directa.
Desde octubre de 2003, cuando el programa de Walter volvió al aire en el canal del Estado, el Presidente Hugo Chávez ha realizado decenas de viajes al extranjero, a cada cuál más relevante. Con ocasión de su viaje a Uruguay, país natal del periodista, Chávez invitó personalmente a Walter a acompañar a la comitiva presidencial. Así, de todos esos viajes, el Presidente ha invitado a Walter a acompañarlo a uno de ellos, por razones que no parecen asociadas a su prestigio o capacidades. Parece lógico inferir que es su gentilicio la razón para invitarle a ese viaje, y no a tantos otros de mucha mayor relevancia.
Por su parte, VTV, que cuenta con un equipo periodístico propio, no le ha dado pauta para viajar en ninguno de los viajes presidenciales. Esto pareciera lógico, pues el cometido de Walter es cubrir los acontecimientos desde el canal, a partir de las notas audiovisuales que le llegan desde el exterior.
En todo caso, esta política no parece haber causado malestar al periodista hasta el viaje de Chávez a la ONU.
Con ocasión de dicho viaje presidencial, tanto Chávez como VTV mantuvieron la misma práctica: pautar a los periodistas de Miraflores, en el primer caso, y al equipo habitual de cobertura de noticias, en el segundo. Nadie fue invitado a título excepcional para cubrir la noticia. De manera lógica, tanto ambos actores, como sus espectadores habituales, esperábamos que Walter cubriera el evento desde VTV, como hace a diario, ilustrándonos con su capacidad de análisis crítico.
Sin embargo, lejos de concentrar su atención en el análisis pormenorizado del evento, Walter centró el programa en compartir sus apreciaciones personales con respecto a problemas ajenos al histórico viaje de nuestro Presidente. Además, la mayoría del metraje que nos ofreció ya había sido divulgado por el propio canal, en su volutarioso ejercicio de cobertura del evento histórico. Con su actitud, Walter afectó notablemente el derecho de los espectadores a recibir su agudo análisis sobre este momento histórico, sin reparar ante la posibilidad de que eso pudiera reducir o afectar su impacto a nivel nacional.
Si tomamos como ejemplo la cobertura de la página Aporrea desde la fecha al día de hoy, este dato queda corroborado inobjetablemente. Apenas tres o cuatro notas se ocupan del evento, mientras que el incidente originado en la intervención de Walter cuenta con decenas de artículos de opinión, incluyendo algunos inequívocamente orientados a motivar la protesta.
La intervención de Walter se fundamentó originalmente en su enfado por no haber sido invitado al viaje de Chávez, a pesar de ser un periodista de alta cualificación.
Después de haber señalado esa molestía, realizó una serie de cuestionamientos contundentes y a la vez difusos, sobre la corrupción y el poder de quienes apuestan por un chavismo sin Chávez. De sus acusaciones, podía inferirse que el blanco de su ira era la directiva del canal.
La denuncia genérica de alerta contra las desviaciones del proceso está en boca de muchos. Es noticia de ayer, de hoy y de mañana. Ahora bien, ¿porqué Walter consideró adecuado adelantar estas acusaciones en el marco de su insuficiente cobertura del momento histórico? Si compartiéramos que tenía derecho a enfadarse por no haber sido invitado, ¿no habría sido mucho más lógico y acorde con su responsabilidad periodística y sus capacidades, que se hubiera concentrado en darnos una lección magistral de cobertura crítica? ¿No habría sido esa la mejor manera de contribuir a la trascendencia del momento histórico, así como a la propia revolución, necesitada sin duda de críticas, pero también de victorias revolucionarias? ¿Cuál fue la contribución de aquel día más acertada y relevante para la revolución: el discurso de Chávez o las palabras de Walter? Dossier no se caracteriza por tratar temas nacionales. Pocas veces Walter hace referencia a lo que sucede en el país. Su inclinación por la materia militar hace que la tónica dominante del programa sea lo relacionado con la ingerencia militar directa delimperio – y en particular, con la guerra de Irak y la Palestina ocupada. Por ello, puede afirmarse, sin que vaya en detrimento de su pertinencia, que la cobertura de los acontecimientos internacionales que nos ofrece a diario no tiene como eje central la política exterior del Gobierno Bolivariano y sus intereses estratégicos concretos.
¿Porqué un hombre con la aguda visión estratégica que tiene Walter, consideró necesario dedicar largos minutos a emitir sus opiniones personales sobre asuntos no relacionados ni con el día histórico al que hacemos referencia, ni con la materia que cubre habitualmente en su programa? ¿No habría sido más relevante dejar esas acusaciones para otro momento o espacio, y garantizar que coadyuvaba desde su trinchera a consolidar el impacto de la bomba presidencial en la ONU?
Muchas son las inferencias que pueden realizarse al respecto. Probablemente sea necesario asomarse al fondo del misterio al que hizo referencia el Presidente Hugo Chávez, cuando intentó bajar la temperatura del incidente, mediante su llamada al programa La Hojilla – programa en el que por cierto, se ventilan acusaciones semejantes con frecuencia, sin que Mario Silva haya sido forzado en ningún momento a cambiar de línea. En esa llamada, Chávez convocó a informarse adecuadamente, antes de salir defendiendo automáticamente una causa sobre la que no conocemos todas las aristas. Algunos han señalado su decepción por esa llamada, y por sus insinuaciones sin información más precisa.
Para la gente que no estamos informados de los pormenores del asunto (incluyéndome a mi mismo), creo que será interesante preguntarse si defender la continuidad de Dossier pasa necesariamente por defender los intereses particulares de Walter. Creo que deberíamos ser informados con más claridad de la lucha que se libra contra la corrupción a lo interno del canal. Creo que deberían informarnos del estatus del contrato de Walter, y de las condiciones que lo caracterizan. Mucho se ha especulado sobre el tema, pero todo es incierto.
Lo que si nos consta, es que Walter impuso al canal el diseño preciso del plató desde el que nos da una clase diaria magistral de interpretación de los acontecimientos bélicos. ¿Necesita la revolución que el plató de su programa sea idéntico al que lo caracterizó en las décadas pasadas? ¿Es justificable imponer al canal esa inversión, como condición innegociable para salir al aire, en momentos en que se avecinaba la nueva andanada golpista del paro petrolero? ¿Es una actitud revolucionaria imponer esas condiciones?
Me pregunto si opacar la cobertura del histórico evento con la queja de quien no fue invitado a cubrirlo, es un ejercicio de defensa de la revolución, o el pataleo de un periodista contrariado en su expectativa. Me pregunto si las difusas acusaciones de corrupción, que no son acompañadas de ninguna prueba relevante, pueden considerarse como un ejercicio de crítica revolucionaria, o acaso haya que interpretarlas en relación con asuntos más personales.
Esa intervención genérica no ha sido más que una ocasión más, como tantas otras que se emiten en el canal y se discuten en la calle. Mientras tanto, es difícil pensar que la intervención de Chávez en la ONU pueda compararse a cualquier otra intervención – salvando la de Fidel, en su momento. Por eso, creo que su actitud ha afectado la posibilidad de consolidar entre nosotros una profunda reflexión sobre el impacto verdadero del histórico discurso de Chávez, el cual ha de tener una mayor trascendencia revolucionaria que toda la programación televisiva de los canales públicos.
En definitiva, golpear el tablero en aquel día histórico no puede considerarse una actuación de reivindicación revolucionaria, como tampoco lo es la obstinada negativa a reconocer que se incurrió en una irresponsabilidad ante el histórico evento, pero también frente al cumplimiento de las funciones por las que Walter cobra un billete. La batalla contra la corrupción y contra la infiltración de intereses ajenos al pueblo en espacios de poder, no se va solucionar mediante acusaciones difusas de actores que imponen condiciones muy reñidas con la pureza revolucionaria en nombre de la cual predican. También pienso que la mayoría de compatriotas que defienden la actuación de Walter y atacan la posición institucional, no están tomando en cuenta los hechos objetivos que originan el incidente. Sobre todo, cuando pretenden constreñirlo, como desea él mismo, a un problema vinculado con la libertad de expresión y con la actitud de la directiva ante la emisión de opiniones sobre corrupción – que al fin y al cabo están presentes en otros programas de opinión que sí se encargan de asuntos nacionales, sin que pueda percibirse ejercicio alguno de control por parte de la directiva del canal.
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