Lastimosamente la actitud asumida por nuestro máximo líder, el comandante Hugo Chávez, frente a las denuncias, que en diferentes ámbitos, han realizado Walter Martínez, Ramón Machuca, Lina Ron y el grupo de gerentes patriotas despedidos de PDVSA Occidente por Rafael Ramírez, nos trae a la memoria la fábula "El Rey está desnudo". Este Rey, ensoberbecido por su poder, no aceptaba críticas ni consejos ni toleraba la disidencia, razón por la cual se vio rodeado de un séquito sumiso, adulador y lisonjero, incapaz de hacerle ver sus errores.
Los compatriotas antes mencionados están lejos de cualquier sombra de dudas, con respecto a su compromiso revolucionario, como lo demostraron en repetidas oportunidades, pero por osar intentar develar peligrosas desviaciones del proceso revolucionario, hoy son perseguidos por un séquito presidencial, gemelo idéntico al del rey de la fábula en cuestión.
La restricción de voces de protesta que hoy se levantan, dentro de nuestro proceso revolucionario, comienza a preocupar a buena parte de los compatriotas que defendemos esta revolución, como se evidencia en el portal APORREA. Esta preocupación ha sido exacerbada por la desafortunada intervención de nuestro máximo líder en el programa "La Hojilla" el jueves 22 de septiembre, cuando literalmente censuró un debate público necesario, sobre un tema de tanto interés nacional como lo es la gravísima denuncia realizada por el excelente profesional del periodismo, compatriota Walter Martínez en su programa Dossier.
Con la mayor fe en el comandante Chávez líder de nuestra revolución bonita y la enorme reserva moral de nuestro pueblo, creemos que esta será una etapa más de las muchas que debemos superar y que no sea el inicio de una era de persecuciones, lo que fatalmente conduciría a la supresión de la contraloría social indispensable.
El Señor presidente debe recordar que el rey de la fábula fue engañado por unos truhanes que se aprovecharon de sus grandes debilidades, la soberbia y la prepotencia y lo convencieron de exponerse ante su pueblo encuerado, solo provisto de sus prendas intimas, al hacerle creer que los ropajes por ellos provistos estaban confeccionados con finos hilos que sólo podían ser visibles para aquellas personas de gran inteligencia. Ante esta situación su rebaño de aduladores se desgranó en loas por la belleza y suave textura de aquellas invisibles vestiduras. Sólo la inocencia de los niños del reino pudo poner en evidencia aquella trama engañosa, cuando al ver al rey en paños menores exclamaron: "El Rey está desnudo".
Señor presidente, usted ha quedado al desnudo ante su pueblo. Aún es tiempo de enmendar. No permita que me lo aíslen, busque respuestas en el alma popular y sus líderes auténticos. La gente sencilla que lo ama lleva en su corazón una gran inocencia, como los niños de la fábula, pero al mismo tiempo un huracán revolucionario que ha sido capaz de derrotar en dos oportunidades al imperio más grande del planeta, trayéndolo a usted de vuelta al poder desde las mismísimas puertas del infierno.
Hoy, como dijo el redentor, acudo a usted como niño, para que mis sencillas palabras puedan contribuir en la búsqueda de la verdad que nos conducirá a la salvación.
Señor Presidente, finalmente quiero recordarle que la irreverencia ante la autoridad debe ser uno de los rasgos característicos de nuestra revolución. Después de todo esto la hará más cristalina y porqué no: más emocionante. No debemos tener miedo de ventilar nuestros errores, que se entere todo el mundo, que los lacayos armen su fiesta, que importa, después de todos modos ellos ya están muertos y terminarán enterrándose unos a otros. Que los muertos entierren sus muertos.
Saludo revolucionario y de atención al soberano.
Hasta la victoria siempre!.
José Simón Blanchard Nava
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