Es realmente decepcionante la cloaca que se ha destapado en torno al caso de Dossier, y la evidente campaña de guerra sucia dirigida contra alguien que, hasta hace muy poco, era considerado por todos, como ejemplo de compromiso fuera de toda duda para con este proceso. Resultad irónico como se juzga en lo personal al mencionado periodista, catalogándolo de “prepotente”, “ególatra”, “malcriado” y demás epítetos impropios para alguien que, arriesgándose al cuestionamiento de su propio entorno social y mayoritariamente opositor gremio, decidió acompañar al presidente Chávez en su campaña revolucionaria, aportando la reputación de su trayectoria periodística y su análisis pedagógico en materia internacional, a la política comunicacional del Estado venezolano, y hacer frente a la guerra asimétrica de cuarta generación que libra el pueblo venezolano contra el mayor imperio de la historia.
¿Cómo se puede atacar de esa forma tan inhumana, paradójicamente esgrimiendo argumentos de falta de humildad, a alguien que, independientemente de sus razones (sean propias de una debilidad puntual o un error de apreciación producto de sus pasiones), expresara libremente su opinión y malestar?. Independientemente que sea considerada esa opinión para algunos, de mal gusto, interesada o inoportuna, y para otros, de una verdad incuestionable y fiel prueba de su valor y compromiso para con el proceso, el punto central es que se trata de su opinión, y a nadie se le puede obligar a retractarse de su propia opinión. En todo caso cabría una observación o llamado de atención respetuoso, si dicha opinión constituyera una ofensa para alguien o una trasgresión a las buenas costumbres, pero jamás coaccionar al individuo a cambiarla o retractarse de ellas, eso no tiene otro nombre que censura.
El reclamo vehemente de Walter Martínez tuvo una repercusión inesperada, sobre todo por el pésimo manejo que se le dio a dicha coyuntura. Mucha gente que apoya este proceso, se vio reflejada en ese clamor de angustia y pesar en esas palabras tan sentidas, y se identificó con el transmisor de las mismas, con el hombre leal que está dispuesto a dar la vida por la revolución, pero que en medio de su impotencia por las cosas desafortunadas que ve a diario, no encuentra otra alternativa que gritar al viento su descontento, y refugiarse en la esperanza de que, al menos, alguien lo escuche y lo atienda. Lamentablemente esa sensación de angustia se agudizó por todas las circunstancias desafortunadas que acontecieron después, y que no vale la pena recordar nuevamente.
Pero hay algo más preocupante aún, y es que esa angustia se está volviendo impotencia, al evidenciarse que a pesar del avasallante llamado popular para el regreso de Dossier, y demás programas emblemáticos de VTV, ese llamado parece tener oídos sordos, y eso inevitablemente a la larga, se transforma en desesperanza y frustración... y el peor enemigo de una revolución es eso, la perdida de la fe en ser escuchados. Los oídos de una revolución nunca deben negarse a los gritos del pueblo.
Jesús Manuel Toro
C.I.: V-14328658
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