¿Por qué no deja que Walter Martínez hable con usted, que lo entreviste? ¿Siente acaso recelo con alguna verdad que merodea aquéllos altos estratos y que usted se niega a que se lo verifiquen, a que se lo demuestren?
Usted no se manda solo, usted obedece la voz del pueblo y gente como yo somo el pueblo, el señor Martínez es pueblo y cientos de miles de venezolanos y latinoamericanos que veían a Dossier y que se lo pedimos imperativamente, también somos pueblo. ¿Cree usted que el señor Martínez es orgulloso y altanero por cuanto no quiere disculparse públicamente? Y usted, ¿acaso no lo es cuando se niega a recibirlo?
Esa Constitución que yo contribuí a aprobar y que debe a su sano juicio su paternidad dice en su Artículo 51. “Toda persona tiene el derecho de representar o distinguir peticiones ante cualquier autoridad, funcionario público o funcionaria pública sobre los asuntos que sean de la competencia de éstos, y a obtener oportuna y adecuada respuesta. Quienes violen este derecho serán sancionados conforme a la ley, pudiendo ser destituidos del cargo respectivo” Y en cuanto al momento de explosión revolucionaria del señor Walter Martínez que, por impotencia ante las fauces que devoran a esta revolución y que usted, que se está llenando de reconcomio y tanto orgullo que ya no puede ver más allá del círculo político, por cuanto cree abiertamente hasta dar la vida por lo que le chismean sus más allegados servidores y que ha olvidado casi la voz del pueblo por solicitud de la burocracia, dice la Constitución, en ese magnífico Artículo 57.
“Toda persona tiene derecho a expresar libremente sus pensamientos, sus ideas u opiniones de viva voz, por escrito o mediante cualquier otra forma de expresión, y de hacer uso para ello de cualquier medio de comunicación y difusión, sin que pueda establecer censura. Quien haga uso de este derecho asume plena responsabilidad por todo lo expresado. No se permite el anonimato, ni la propaganda de guerra, ni los mensajes discriminatorios, ni los que promuevan la intolerancia religiosa”
Como usted puede ver, el afectado no violó la ley. Era un programa para adultos en horario de adultos y lo que dijo ya lo sabíamos todos, por lo visto, menos usted.
Recuerde ese momento memorable ante la ONU donde usted dijo lo que todos sabemos, pero nadie se atrevió a decirlo antes, ¿no fue usted escuchado, después de aquél discurso en la boca del lobo, por el excelentísimo señor Annan, Secretario General de ese organismo multilateral? ¿Se creía usted con derecho a ser escuchado por el jefe de aquélla instancia después de esbozar con tanto arrebato, pasión e ira contenida, tanta verdad en público, por televisión y para todo el mundo? Usted creyó que sí, nosotros creímos que debían atenderlo y el señor Annan también, y lo atendió. Y si usted tuvo ese derecho, en unas circunstancias similares, ¿por qué el señor Martínez no lo tiene? Revísese, usted no tiene más ni menos derechos que este.
No sea irreverente, aproveche la alta popularidad que ha mantenido entre sus conciudadanos no precisamente por actitudes como esa que ha asumido. Por último, el señor Martínez merece tanto respeto como usted y como yo, ahórrese los apelativos y los términos despectivos para los buenos ciudadanos. No haga como en los tiempos medievales que decapitaban al mensajero de la mala noticia. Ya estamos en el siglo XXI. A pesar de todo lo anterior, sigue usted gozando de mi respeto y altísima estima, mi compromiso para con el proyecto que llevamos adelante y con las masas populares; pero escuche al soberano y, sospeche de la burocracia.
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